Acuse de recibo
El 4 de octubre de 2013, la lectora Fe del Carmen Parra Meneses denunció aquí, desde Carretera Bibijagua, kilómetro 2, La Caoba, en la Isla de la Juventud, que llevaba más de un año gestionando que se detuviera la contaminación ambiental provocada por un molino de piedra de la construcción situado muy cerca de su casa y otras viviendas.
Señalaba Fe del Carmen que la emanación desmedida de polvo de mármol estaba provocando enfermedades respiratorias, irritaciones en los ojos y la piel, y contaminaba los alimentos y el agua potable. Además, se ocasionaban molestas suciedades y se perturbaba la reproducción de cerdos, conejos y aves.
Según la remitente, los funcionarios de esa entidad señalaron que la tecnología del molino estaba incompleta, pues faltaban los colectores húmedos para disminuir la incidencia del polvo. Sin embargo, aun así los explotaban y no se habían adoptado medidas para minimizar los daños.
«Persiste una pasividad total para dar solución a un problema tan serio, que afecta la salud de los seres humanos», apuntaba ella.
Y afirmaba que había tramitado su queja con el delegado municipal de la Construcción, Atención a la Población del Gobierno municipal, la Unidad Territorial de Medio Ambiente y el Centro de Higiene y Epidemiología Municipal, y aún todo seguía igual.
Al respecto, el pasado 3 de febrero llegó a nuestra redacción una respuesta de Reynaldo García López, director general del Grupo Empresarial Industrial de la Construcción, quien primeramente se disculpa por la demora de la misma, y alega que «la encaminamos de forma errónea», pero no lo explica.
Además, afirma que «se tomaron las medidas requeridas para que estos desaciertos no se repitan». Y apunta, asimismo, que analizaron el asunto con el colectivo de técnicos de mayor experiencia en la rama de producción de áridos y con la dirección de la Empresa de Materiales de Construcción de la Isla.
Explica que esa cantera fue montada, según su diseño, para que contara con un proceso tecnológico similar a las existentes en el resto del país, donde no se han instalado colectores de polvo y no se cuenta con experiencia respecto a sistemas de evacuación del mismo.
La diferencia —agrega— radica en las características del yacimiento y en el hecho de que posteriormente se desarrolló un asentamiento de viviendas en sus cercanías.
Precisa el Director General que de inmediato acordaron medidas para mitigar la emisión de polvo: se diseñó un sistema para adicionar humedad a la piedra que se tritura, el cual será instalado en el próximo mes de abril.
También se implantará una cortina natural para reducir la incidencia del viento sobre el polvo, y su dispersión en el entorno, y se establecerán las coordinaciones necesarias en el territorio para acordar la cooperación que se requiera y dar seguimiento a las soluciones planteadas.
Finalmente Reynaldo agradece a Fe del Carmen «su justa queja sobre la situación creada y las afectaciones que representa».
Este redactor agradece la respuesta y las medidas que se adoptarán para mitigar los impactos. Pero, inevitablemente, me hago algunas preguntas:
¿Por qué ahora se soluciona este problema, luego de publicada la denuncia, y no durante tanto tiempo, cuando se tornaban «polvo en el viento» las gestiones de la ciudadana? ¿Por qué las demás instancias aludidas por ella no han dicho «ni esta boca es mía», principalmente el Gobierno municipal?
¿Por qué si el molino estaba antes se permitió la edificación de un asentamiento poblacional cercano a él? ¿Por qué ese tipo de molinos instalados en el país no cuenta con colectores o sistemas de evacuación del polvo?