Acuse de recibo
Manuel Ruiz González reside en la calle Barcelona No. 106, apto. 5, en Centro Habana, y es un fiel testimoniante de las chapucerías que se han cometido en el tramo de esa calle, entre Águila y Galiano, como parte del serio esfuerzo financiero y constructivo del país para mejorar los servicios de agua, gas manufacturado e iluminación en esa zona de la capital.
Cuenta Manuel que desde hace más de un mes se ha hecho un trabajo profundo de excavación y sustitución de tuberías y accesorios tanto de agua como de gas, así como el montaje de nuevas torres para el alumbrado público.
Pero luego de supuestamente terminar la obra y rellenar con hormigón las zanjas abiertas por la Empresa de Gas Manufacturado y Aguas de La Habana, de nuevo hubo que romper y zanjear, producto del mal trabajo realizado: comenzó a entrar agua en la tubería de gas, lo cual era evidencia de que había salidero de agua en la tubería instalada, y entrada de aquella en la de gas, la cual debe ser hermética.
En este volver a romper el hormigón, precisa, por personal de la Empresa de Gas Manufacturado, con equipos mecanizados modernos y sin duda muy costosos, se rompieron no solo las tuberías principales, sino también las acometidas de agua y de albañales de los edificios adyacentes.
Ahí, apunta, empezó la disputa de si el problema es de la Empresa de Gas Manufacturado o de Aguas de La Habana. Y el asunto va ya para la tercera semana sin solución, con las grandes zanjas abiertas y llenas de agua por los salideros que se mantienen, y los escombros interrumpiendo la calle.
Por si fuera poco, asevera Manuel, la indisciplina social ha convertido la calle en un gran basurero, que cada día se ve agigantado, no se sabe hasta dónde.
«A pesar de las denuncias de los vecinos a las autoridades del Gobierno en el municipio, que está a dos cuadras de este lugar, no se ve solución. El problema sigue y se incrementa el basurero.
«¿Qué hacer ante tanta indolencia y mal trabajo», pregunta Manuel, para quien resulta inconcebible que no se haya planificado correctamente el inicio y el final de una inversión de esta magnitud con todos los recursos y participantes, así como con la disciplina y rigor ante la negligencia a los que ha exhortado el compañero Raúl.
«A los revolucionarios que sentimos y sufrimos por tanta indolencia y deficiencias, no nos queda otra alternativa que denunciarlas», concluye Manuel.
El cliente siempre tiene la razón, pretendía un viejo lema que, dicho sea de paso, apenas se plasmó en el giro de la gastronomía, el comercio y los servicios estatales. Pero al menos, ese cliente debe ser centro y propósito supremo de las entidades.
Eddy Quintana (Calle Guáimaro Norte, Edificio 2ª, apto. 20, Fomento, Sancti Spíritus) cuenta que su hijo, nuera y nieto debían viajar a La Habana, y reservaron pasajes para el 20 de marzo, por valor de 172,50 pesos. Y, lamentablemente, los boletines fueron a parar a la lavadora, dentro de una muda de ropa.
El hijo de Eddy planteó el caso en la Terminal de Fomento. Y le explicaron que no procedía darles nuevos boletines por los averiados, sino que debían reservar de nuevo y pagar. Eddy fue a ver al técnico en Gestión Comercial, quien le ratificó lo anterior, pues «es cierto que el cobro queda registrado en la caja, pero eso no tiene vuelta; hay que pagar el pasaje de nuevo».
No obstante, el técnico llamó a la Empresa provincial, y allí reafirmaron que hay que pagar de nuevo el pasaje.
«Ante mi interrogante de quién orienta eso —afirma—, se me dijo que estaba legislado por el Departamento Comercial a nivel nacional. Y dije que es injusto, pues debe existir cualquier otra variante donde se contemplen estos casos. Ese pago se hizo y está registrado como tal».
Eddy considera que debe revisarse medida tan drástica de sacar el pasaje de nuevo. «Mi hijo sacó de nuevo los pasajes, lo cual, sumado a lo anterior, ascendió a 355 pesos», añade.
El lector piensa que las cosas «establecidas» no siempre son justas ni lógicas; mucho más si, como ocurre en este caso, hay constancia documental de la reservación hecha y del pago. Quizá podría aplicársele una penalización monetaria, pero no desconocer el importe anterior.
«Tengo fe absoluta en que eso se revise —dice—, y se me dé una respuesta convincente, digna de estos tiempos. No quiero devolución de dinero, sino que lo legislado se revise como es debido».