Acuse de recibo
José Rafael Pérez García (calle Real No. 25-A, entre Santa Lucía y Primera, San Juan, Guáimaro, Camagüey) es el secretario general de la sección sindical del matadero Guáimaro, perteneciente a la Empresa Cárnica Camagüey. Y como tal, denuncia lo que considera un incumplimiento y una falta de respeto con los trabajadores de esa entidad.
Manifiesta José Rafael que el colectivo del matadero Guáimaro discutió el plan de 2012 y, dentro del mismo, todo lo referido a la atención al hombre que produce, incluidos los medios de protección tan necesarios como botas de goma, ropa de trabajo y particularmente los medios de aseo requeridos para laborar manteniendo adecuadas condiciones de higiene.
Han transcurrido ya siete meses, señala, y estas son las horas en que aún no se ha ejecutado el presupuesto correspondiente. Como dirigente sindical, José Rafael lo ha denunciado en el Sindicato Provincial y ante la dirección de la Empresa. Y ambos han manifestado que el problema es que el grupo empresarial no ha situado aún el dinero a los suministradores de esos medios; dinero que está aprobado desde principios de año.
«Nuestros trabajadores se preguntan hasta cuándo pagaremos por la ineficiencia de algunos directivos, ya que en estos momentos se está pidiendo la proyección para el Plan de 2013», concluye.
A las personas no se les puede engañar así como así, en algo tan grave como es el problema de la vivienda. Por eso, me escribe Jorge Luis Barroso González, desde Edificio 340 apartamento 7, en el Reparto Escambray de la ciudad de Santa Clara.
Cuenta él que el 22 de septiembre de 2011 las autoridades municipales conminaron a los habitantes de la ciudadela sita en calle 6ta., entre 3ra. y 5ta., en el Consejo Popular Camacho de esa ciudad, a que abandonaran el pasaje, pues este se iba a reparar, como parte del programa de rehabilitación de cuarterías de esa capital provincial. Y les dijeron que la obra se realizaría en 90 días.
La tía de Jorge Luis, una anciana de 91 años que vive sola, fue de los residentes en la ciudadela que se trasladaron a viviendas prestadas, confiando en el proyecto presentado. «Hoy que le escribo —señala Jorge Luis—, estamos a 24 de julio de 2012, y las viviendas del mencionado pasaje aún no están concluidas. Se han dado varios plazos para su terminación, y a casi un año del inicio de las labores reconstructivas no hay resultados positivos. En estos momentos falta completar el módulo hidrosanitario, y en esas condiciones mi tía no puede retornar a su hogar.
«Otro elemento es que se quitó el pasamanos de la escalera que da acceso al pasaje, el cual había puesto precisamente mi tía, con el objetivo de auxiliarse —dada su avanzada edad— a la hora de subir al pasaje. Para colmo de males la casa que ella está ocupando desde hace casi un año se ha ido deteriorando, al punto de encontrarse actualmente en peligro de derrumbe.
«A su edad, y con los consiguientes problemas de salud, no le resulta posible dirigirse a los funcionarios encargados de ofrecer una respuesta. Y en nuestro caso, las gestiones que hemos realizado han sido infructuosas. Me pregunto: ¿Hasta cuándo tendrá que esperar mi tía si los prometidos tres meses ya se han cuatriplicado?» Y se pregunta Jorge Luis como se puede emprender una acción de tanta envergadura social y luego dejar a los supuestos beneficiados abandonados a su suerte, sin tener en cuenta situaciones como la descrita en su misiva.
A las interrogantes del lector, agrego las mías: ¿Por qué se decidió acometer la rehabilitación sin tener las condiciones requeridas? ¿Por qué no se les explica a los afectados lo que está sucediendo? ¿Cómo se puede jugar tan ligeramente con el tiempo y la situación de vivienda de esas personas?