Acuse de recibo
Las cosas, o se hacen bien, o no se hacen. Lo más triste es que en informes y balances aparezca que se ha cumplido con un programa social, y en realidad de manera fraudulenta se haya asumido ese objetivo.
La doctora Elba Velásquez, residente en Calle 2 número 416, entre 4 y 5 Norte, en la ciudad de Guantánamo, tiene más que razones para censurar la manera engañosa en que ciertas entidades «cumplen» con las instancias superiores, incumpliendo con el destinatario de su trabajo.
Cuenta Elba que al culminar su misión profesional en la República Bolivariana de Venezuela, entre otros colegas, se les benefició con la construcción de viviendas o, como fue su caso, la terminación de las mismas.
Elba se acogió a esta última opción, que comprendía la conclusión de dos cuartos, un baño y otros arreglos a su casa. Y la obra le fue encomendada a la Empresa Integral 6, del Ministerio de la Construcción en esa provincia.
Afirma la lectora que durante la ejecución de la obra dicha entidad le causó varios perjuicios a su vivienda, y no le ha dado solución. Para colmo, la empresa constructora dio por terminada oficialmente su casa.
«Montaron el piso sobre el que estaba antes —refiere—, y ello trajo como consecuencia que la puerta principal no se podía cerrar. Tuvieron que cortarla, y hoy es un vaivén. Me colocaron puertas interiores donde correspondían exteriores. Y ahora, cuando llueve, corro el peligro de quedarme sin ellas, porque son de plywood. La placa, que no se filtraba, ahora se filtra».
Elba asegura que lleva cerca de año y medio visitando y escribiéndole al director de la Empresa Integral 6, Jorge Rondón Castro, y a Alex Callicó, quien se desempeña como inversionista de dicha entidad, para que visiten la chapucería de su casa. Y sin resultados.
La afectada solicitó en noviembre de 2011 un despacho en el Gobierno municipal, donde la remitieron al Gobierno Provincial, a ver al compañero Carlos Raúl Martínez, vicedirector provincial de Inversiones, quien prometió hacer llegar la queja al director de la Integral 6.
«Como se deduce —señala—, ya he agotado infructuosamente todas las gestiones aquí en Guantánamo, sin dejar de mencionar que todos los materiales depositados para la remodelación de mi vivienda me serán cobrados en moneda libremente convertible. No he recibido respuesta por ninguna de las partes, y la situación de mi casa continúa empeorando».
¿Cómo es posible el fraude de dar por terminada tal chapucería y supuestamente cumplir? ¿Quién responderá por tal engaño?
Juan Pérez (Avenida 5 No. 5, entre 12 y 14, Bainoa, Jaruco, provincia de Mayabeque) «se iba del aire» literalmente el 11 de diciembre de 2011, debido a una fuerte afectación cerebral.
Lo montaron en una ambulancia de Güines y lo trataron con suma humanidad, hasta que llegó a la sala de terapia del Hospital Leopoldito Martínez, en San José de las Lajas, donde estuvo 48 horas inconsciente. Pero sus hijos y otros familiares fueron testigos de tanta proeza por salvarlo.
Juan comenzó a recuperarse gracias a los extremos cuidados, y hoy puede atestiguar del trato que recibía allí, el afán con que se vuelcan a salvar vidas. «Un día trajeron un infartado —recuerda—, y médicos y enfermeras luchaban con él, y le decían: “Por favor, no te nos mueras…” Eso lo conmovió.
«Agradezco al doctor Héctor, que me recibió en Emergencia y me brindó los primeros auxilios cuando llegué; y después, a los que trabajaron los días 11, 12, 13 y 14 de diciembre en esa sala de terapia, a la enfermera Katy y otras, cuyos nombres no recuerdo».
Juan Pérez puede hoy hacer el cuento porque muchas voluntades se confabularon para salvarlo. Y eso sucede a diario en Cuba, y ya es tan común que pasa inadvertido para muchos. Pero es muy grande: el derecho a vivir y a sanar, sin nada a cambio.