Acuse de recibo
El licenciado Jorge Luis Calas escribe en nombre de los profesores de la escuela de oficios Combate de la Estrella, de la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, en Bartolomé Masó, provincia de Granma. Calas, quien reside en la Casa 18, de la Unidad 4, en la propia Ciudad Escolar, manifiesta que ellos son un claustro entusiasta, que cumple con sus deberes pedagógicos en ese centro interno.
Y por esas características, tienen en su contenido de trabajo la realización de la guardia educativa, responsabilidad por la cual, en los centros internos, el Ministerio de Educación (MINED) paga a los docentes un plus de 60 pesos sobre su salario básico. Pero allí, en Combate de la Estrella, solo les entregan 20 pesos.
«Cuando nos hemos quejado y tratado de elevar nuestras inquietudes —señala—, nos plantean que en el país no existen escuelas de oficios internas; y por tal motivo no se pagan los 60 pesos. Sin embargo, la nuestra sí lo es, y el rigor de las evaluaciones de guardias es un tanto extremo, hecho por el cual se ha logrado mejorar las condiciones de vida de nuestros estudiantes montañeses.
«Todo no queda ahí. También a los docentes que han tenido evaluación de B en el curso, y con una asistencia que cumple los parámetros establecidos, se les da un estímulo de 250 pesos. Pero en nuestro caso solo es de cien. Teniendo en cuenta todo lo antes expuesto, fuimos afectados en el curso con $ 630,00. Les reitero que esto ha sido una lucha de hace 20 años y la respuesta última que nos dio la Directora fue que quien no estuviese de acuerdo, podía decidir no continuar en la escuela; orientación que según ella dio el Director Municipal de Educación y que ella nos transmitió. Consideramos que esta no es muestra ni de respeto y mucho menos de análisis a nuestras inquietudes», concluye Cala.
Los métodos autoritarios y excluyentes, de «así porque sí», andan probando fuerza y buscando el mínimo resquicio, en una sociedad que cada vez más busca el debate, la atención a los criterios y los argumentos y razones como estilos de dirección. Habría que recordarles a quienes aún esgrimen la imposición, aquello que predicara nuestro José Martí: Un país no se dirige como un campamento militar.
Beatriz Paz Cuba es gerente de la Oficina de Atención a la Población del Banco Central de Cuba. Pero los funcionarios, cuando salen a la calle y hacen trámites personales, están entonces del mismo lado que el resto de los ciudadanos.
Cuenta ella que se personó en la sucursal 2552 del Banco Metropolitano, en Diez de Octubre, en la capital, para realizar un pago a la Oficina Nacional de la Administración Tributaria (ONAT) como apoderada del titular de una vivienda.
Al siguiente día, le solicitaron a Beatriz que se personara de nuevo en la Sucursal 2552. Y ella se encaminó hasta allí, pensando que había problemas con la planilla que llenó para pagar, u otra dificultad.
«El asunto —refiere— era en realidad que la cajera no me había dado el vuelto (38 pesos) con la confusión de la planilla, y yo no me había percatado. Porque pensé había pagado con exactitud. Desde el cuadre de ese día, la cajera Máxima se percató de que el dinero sobrante era de la operación que yo realizara. Consultó con su jefa y procedieron a localizarme. Me fue devuelto el dinero, con las disculpas por la omisión.
«Creo que actitudes como estas son las que nos revelan que los valores aún existen. Y publicarlo es un buen ejemplo para el resto de los trabajadores del Banco Metropolitano».
El 23 de julio de 2004 reflejé aquí la queja del septuagenario Rolando Velásquez acerca del desmedido volumen de la música en las bocinas que saca al portal la Casa de la Cultura de la localidad villaclareña de Cifuentes, a solo unos metros de la casa del lector. «Es como para volverse loco», manifestaba este.
Y el 4 de agosto de ese año aquí mismo reflejé la respuesta de la Dirección Municipal de Cultura de Cifuentes, en la cual se enumeraban los éxitos del trabajo en esa institución, el acercamiento a Rolando y el compromiso de la Casa de evitar en lo adelante molestias en los vecinos.
Pero siete años después, y ya con 82 años, Rolando vuelve a la carga para revelarnos que «ellos han seguido en su infierno sonoro, con su musiquita sin respeto».
Lo que se promete, se cumple. Eso es cultura.