Acuse de recibo
El 6 de noviembre de 2010, el bayamés Israel García contaba aquí que su equipo de aire acondicionado LG, adquirido por sustitución en la Revolución Energética en 2008, aún en garantía dejó de funcionar.
Él lo reportó a Servi Hogar y, el 23 de marzo de ese año, el técnico dictaminó que la máquina estaba quemada. Le orientó que DIVEP era la responsable de la garantía. Y ahí comenzó su odisea: que si DIVEP, que si una entidad de nueva creación, subordinada a ella. En eso estuvo desde marzo hasta julio de 2010, sin una solución. Y seguía pagando el equipo al Banco.
Luego pasó la responsabilidad a la Empresa Provincial de Servicios, la cual le respondió que podría resolverle cuando DIVEP le vendiera la máquina. A fines de septiembre reiniciaron la reposición de equipos de aire acondicionado, pero el director de la Empresa Provincial de Servicios le manifestó que, en casos como el suyo, lo orientado no es cambiar el equipo, sino la pieza rota, de la cual no tenía en existencia.
Israel cuestionaba que llevaba siete meses con el aire acondicionado roto, y pagándolo por crédito. Y no entendía por qué no admiten el recambio del aire cuando se trata de una rotura mayor, y no hay posibilidad de reparación, en plena garantía.
Al respecto, responde Luis Ángel González, subdirector del Programa Energético de la Empresa Provincial de Servicios Técnicos, Personales y del Hogar de Granma: Reconoce que hubo demora en la solución del problema. Se comenzó a tramitar con DIVEP la compra de motocompresores, y luego con la empresa ECEPAE.
Recibieron los motocompresores el 1ro. de noviembre, fecha a partir de la cual se comenzó a trabajar en la solución del caso de Israel. Finalmente, su equipo fue reparado y recomenzó a funcionar el 20 de noviembre.
Precisa el funcionario que una comisión analizó «las condiciones subjetivas» que incidieron en la demora para solucionar el problema. Israel fue visitado por el administrador del taller y los miembros de la comisión, y se le explicó todo el proceso. «Consideramos, precisa, que tenemos un alto grado de responsabilidad en la demora, en ocasiones innecesaria, de casos como este. Y trabajamos para evitarlo».
Agradezco la respuesta y solución, pero, situándome en el parecer del cliente, no puedo entender que la autocrítica libere a esa entidad de la responsabilidad por la molestia y dilación ocasionada a Israel. El problema es que no sucede nada, y al final, el ciudadano resuelve su situación, después que carena en esta columna. ¿Por qué no hubo antes tanta determinación para atenderle? Nada, que no sucede nada…
Cuenta Dalia González (Oquendo 657, entre Carlos III y Estrella, Centro Habana) que hace unos tres años, al lado de su casa se instaló un taller automotor. Y desde entonces, los vecinos se quejan de las molestias: los autos los arreglan en plena calle, ante las puertas de sus viviendas.
El ruido de los carros al encender y apagar, y el humo que desprenden los tubos de escape, arremete contra los vecinos. «Ya no tenemos vida, señala, porque no se puede respirar, y el ruido es insoportable a cualquier hora del día y de la noche».
Manifiesta Dalia que no se puede oír la televisión, ni conversar en tu propia casa. «Cuando les llamas la atención, apunta, te responden que a nosotros todo nos molesta. Si tienen un local, por qué arreglan los carros aquí en la calle, sabiendo que están afectando la salud y tranquilidad de las personas que vivimos en esta cuadra».
Dice Dalia que se han quejado en las asambleas de rendición de cuentas y en el Consejo Popular. Han llamado a las oficinas del CITMA, y a pesar de todas esas gestiones nada han solucionado.
Los vecinos se preguntan hasta cuándo en nuestra sociedad cualquiera puede agredir la paz y la tranquilidad de las personas, sin que a las autoridades responsables de impedirlo les importe.