Acuse de recibo
Ciertos indolentes, entidades y ciudadanos, se dan el lujo de permitir el derroche hidráulico, mientras el país enfrenta una grave sequía y ya hay sitios donde la gente está obstinada de «pedir el agua por señas».
Manuel Herrera escribe indignado desde Carretera a Puerto Esperanza, en Viñales, provincia de Pinar del Río. No es para menos. Precisamente en el kilómetro y medio de esa vía, en el sitio conocido por Las Maravillas, y específicamente en un tramo de 500 a 600 metros, hay cinco salideros de agua… ¡hace más de diez años, por no decir 15!
«Tanto que se habla de la situación del agua en el país, y el ahorro que conlleva; y los que tienen que ver con eso pasan a diario por esta vía».
La segunda denuncia de derroche del líquido la hace Magda García, desde Edificio 690, apto. 1, en la Zona 20 del reparto capitalino de Alamar:
«Cuánta agua potable corre un día sí y otro no por el patio de mi casa y áreas aledañas entre las siete y las diez de la noche, manifiesta. Es producto de que se bota la cisterna del edificio al fondo, el 689. Los vecinos de allí no tienen la preocupación de que mientras esté entrando el agua, pueden poner el motor para ayudar en el consumo y evitar el salidero, el cual ocasiona charcos grandes, favoreciendo la proliferación del mosquito Aedes aegypti.
«En realidad creo que aquí a nadie le interesa esto», concluye Magda.
«¿Podré tener confianza en los servicios de Ferrocarriles de Cuba?», se pregunta Jorge Luis Figueredo, allá en Bodega El Broche, finca Collazo, carretera Tumbadero, en el municipio habanero de San Antonio de los Baños.
Relata el remitente que el 21 de octubre pasado, su tío Miguel Jordán envió paquetes por carga ferroviaria desde la terminal de Ferrocarriles de Florida, provincia de Camagüey, con destino a Alquízar, en la propia provincia de La Habana.
Dichos bultos contenían víveres, y según el modelo que le entregaron en Florida al tío, es Serie C No. 0321862 y en una esquina del documento están la firma autorizada y el No. 75976.
Jorge Luis ha hecho varias visitas y llamadas telefónicas a Ferrocarriles en Alquízar, y los paquetes siguen sin arribar. El tío Miguel ha visitado en dos ocasiones la estación Central de Ferrocarriles, y nada.
Los víveres se les enviaban a los abuelos de Jorge Luis, que recién comenzaron a residir en Alquízar y aún no han podido hacer el traslado de la OFICODA.
Este redactor se pregunta: ¿Por dónde andarán esos paquetes?
También desde Alamar, en el Edificio E-75, apto. 28, Zona 9, Rafaela Ayala vive muy agradecida de la doctora María del Carmen Pino, neumóloga, y del doctor Pável, radiólogo; ambos del hospital Comandante Manuel Piti Fajardo, de la capital.
Cuenta Rafaela que su hermano llegó muy delicado de salud, procedente de la Isla de la Juventud. Y era necesario hacerle un TAC y una broncoscopía, pues en Nueva Gerona los equipos tenían problemas y debían repararse.
Se aparecieron en el Fajardo buscando un diagnóstico certero, y para suerte de la enferma le atendieron los doctores María del Carmen y Pável:
«Fue tanto el interés, la profesionalidad y el amor con que estas dos personas nos devolvieron la tranquilidad a la familia, que quisiéramos resaltar ese ejemplo a imitar; que se conozca en nuestra sociedad.
«Para los doctores nuestro infinito agradecimiento. Estoy segura de que, como nosotros, hay muchas familias que opinan igual. Solo hay que estar presentes cuando esas dos personas llegan al hospital, y los colman de saludos y frases de agradecimiento».
Al final, reitero a nuestros lectores que, en la medida de lo posible, estampen en sus cartas un número telefónico donde se les pueda localizar, en caso de que nos queden dudas o lagunas acerca de lo que plantean en sus cartas. Gracias.