Acuse de recibo
Uno cree que el extremismo contumaz ya es una referencia jurásica en nuestra sociedad, y se sorprende hoy cuando irrumpe aquí una historia como pieza arqueológica; como un espectro del pasado que se cuela por las rendijas de nuestra vida cotidiana.
Ignacio Machado (calle Nuevitas No. 7, Guáimaro) cuenta que tiene 61 años, es operario A de una brigada antivectorial y fundador de la campaña contra el mosquito Aedes aegypti. Él está dispuesto, como el reglamento de ese cuerpo lo estipula, a cumplir cualquier misión que la Revolución le sitúe. Pero siente que se ha sido injusto con él por una interpretación dogmática y unilateral de la disciplina.
Señala el remitente que la administradora del policlínico Victoria de Girón, de esa localidad, le planteó que debía ir a la ciudad de Camagüey a laborar en la campaña y ayudar en la erradicación de los problemas que subsisten allí. Y él le manifestó la situación que enfrenta actualmente: es diabético y lleva una dieta rigurosa, que en esas misiones súbitas no se puede garantizar. Además, presenta problemas con su mamá, de 90 años, y él es único hijo. La hija de Ignacio le ayuda a darle el almuerzo y la comida a la anciana, pero cuidarla, bañarla y dormir en su casa es responsabilidad de Ignacio, pues en la noche hay que llevarla al baño dos y tres veces.
Al plantearlo a la administradora, ella le dijo que eso no le impedía ir a Camagüey. Se dirigió a la sección sindical y no recibió apoyo. Fue a la Dirección de Trabajo municipal, y allí le dijeron que eso se debía solucionar internamente, sin llegar a medidas drásticas, pues se evidenciaba que él tenía problemas y no era que estuviera eludiendo la misión injustificadamente.
El 24 de noviembre, cuando me escribió, Ignacio recibió la notificación de una medida disciplinaria que le afecta el 25 por ciento de su salario. «No me han valorado mis años de trabajo, mi edad ni los problemas que presento con mi madre. ¿Es justo?», concluye el trabajador.
«Me abandonaste en las tinieblas de la noche, y me dejaste sin ninguna orientación…». Jorge González podría reorientar el amoroso requiebro de ese bolero hacia la frustración que sufre con desatenciones de la Empresa Eléctrica en la ciudad de Camagüey.
Jorge, quien reside en Calle E No. 17-B, entre 2da. y Francisco García, Juruquey, relata en su carta, fechada el 20 de noviembre, que desde el 15 de ese mes, cuatro familias —entre ellas la suya— permanecen sin servicio eléctrico.
Todo comenzó el 15, cuando se produjo un cortocircuito en un tomacorriente de su vivienda, el cual quemó la cablería de la casa. Y acto seguido, se cayó la acometida que prestaba servicio a otros tres hogares, la cual ya estaba en malas condiciones.
Jorge llamó inmediatamente al 108 (Despacho provincial). Tenía el número de reporte 60108 y le aseguraron que irían enseguida. Al siguiente día, 16, llamó a las diez de la mañana y le dijeron que habían ido a las 2:30 a.m. (después, que a las 3:33 a.m.). Y Jorge asegura que no es cierto, pues estuvo de guardia ininterrumpida por 36 horas en el portal de su casa y no vió ningún carro de la empresa.
Hicieron un nuevo reporte entonces, el número 60251, y le aseguraron una vez más que irían. No lo hicieron en todo ese día. Al siguiente, el 17, Jorge llamó a las 2:00 a.m. Al fin fueron, pero no tenían cables para cambiar la acometida, que estaba inservible.
Refiere el lector que también le mintieron al decirle: «Estaremos aquí a las 7:00 a.m. con los cables que se necesitan. ¡Todavía los estamos esperando! Y he hecho más de 20 llamadas al Despacho y solo oigo justificaciones. Incluso, en una ocasión en que llamé el día 16, a las 3:25 p.m., la operadora me colgó el teléfono. Estamos a 20 y todavía nada».