Acuse de recibo
Un lamento de lo hondo del alma emite en su carta Garis Antonio Añuez, quien reside en calle 28, No. 3906, Nueva Gerona, Isla de la Juventud.
Garis tiene 65 años, y hace más de diez ve impunemente perturbada la paz y la tranquilidad de su existencia por la instalación de potentes equipos de música a pocos metros de su casa, sita en una de las esquinas aledañas al parque central de Nueva Gerona, en el mismo centro de la ciudad.
En estos años ha recurrido a múltiples instancias de gobierno y a otras instituciones, sin que el problema se resuelva. A lo más, se aplaca por un tiempo y luego resurge con mayor énfasis.
Al ensordecedor impacto en el vecindario, se suman otras molestias: los alrededores, señala Garis, son lo mismo un baño público que un ring de boxeo, parqueo de bici-taxis «musicales» y de carretones.
Tanto él como otros vecinos se han desgastado en reclamos a sucesivas direcciones de Cultura en estos años; en el departamento de Atención a la Población del Gobierno municipal. Y hasta una carta, con las firmas de 24 vecinos, se envió a la Fiscalía Municipal. Esta pasó el asunto a la delegación del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente en el territorio. Y esta última, en su respuesta a Fiscalía, señalaba: «En conversación sostenida con el Director de la Unidad de Apoyo a las Actividades Culturales, este le manifestó (…) a quien suscribe que se había acordado por parte de las autoridades competentes en el territorio no continuar utilizando esa área (…) y que solo quedaría para actividades ocasionales».
Ese documento, sostiene Garis, debe estar también en el archivo del Director de Cultura. «¿O acaso fue pasado al archivo pasivo, ignorado o no leído?», cuestiona el remitente.
El pasado 23 de junio reflejé aquí la denuncia de Eduardo René Hernández, un padre defraudado con la desorganización, chabacanería e indisciplina que caracterizaron el acto de graduación de los egresados del Instituto Politécnico (IP) Sierra Cojímar, de la capital.
El acto comenzó hora y media después de lo convenido. La larga intervención de la directora no estuvo exenta de amenazas y tonos impositivos. Los diplomas no fueron entregados solemnemente ante el colectivo de la escuela, sino apenas dados en oficinas. Eduardo René, quien guarda un dulce recuerdo de muchas de sus graduaciones a lo largo de la vida, se preguntaba si mañana podrán decir lo mismo los egresados de Sierra Cojímar.
Al respecto, responde Carmen Diana Casamayor, directora de Educación en el municipio de La Habana del Este, quien concede la razón a Eduardo René. Y explica:
«El colectivo pedagógico y la directora del IP Sierra Cojímar reconocen que la graduación no se organizó ni preparó atendiendo a lo establecido por nuestro Ministerio para estos casos. La falta de previsión y control de esta actividad derivó en indisciplinas y actitudes negativas.
«Teniendo en cuenta que un acto de graduación debe significar un nuevo compromiso, y es el resultado de un proceso de formación, donde interactúan diversos factores dentro de los cuales se destaca la familia, consideramos que es un hecho grave; por lo que se determinó aplicar medida disciplinaria de amonestación pública ante el Consejo de Dirección, a la subdirectora de Enseñanza Técnica y a la directora del IP Sierra Cojímar».
Precisa que, como medida organizativa, se determinó supervisar por parte del municipio el acto de fin de curso. Y se conversó con el padre, al tiempo que se le ofrecieron disculpas.
Agradezco la respuesta. Es de suponer que tal desaguisado no vuelva a ocurrir. Al menos, en el alma de los verdaderos educadores no hace falta recibir una orientación superior para hacer de un acto de graduación un acto de amor, que nunca olviden los egresados. Eso se lleva en la sangre.