Acuse de recibo
Luis Enrique Borrego (Lucena 411, entre Zanja y San José, Centro Habana) denuncia, en nombre de los vecinos de esa cuadra, que hace un año instalaron allí la oficina donde los dueños de autos particulares sacan la licencia para brindar el servicio de transportación de pasajeros. Este menester podría ser algo natural, si no fuera porque parquean a lo largo de la cuadra.
Y esto hace difícil respirar, por el polvo y el olor a gasolina y petróleo, el monóxido de carbono, el ruido de los motores, la dificultad de las personas para caminar por las aceras y la calle. Parquean pegado a las puertas de las casas, forman algarabía e irritan a los vecinos con la bulla. A ello hay que agregarle las malas condiciones en que se encuentra la cuadra, llena de huecos y baches.
Mario Rodríguez (Edificio 52-A, apto. 24, Reparto Guiteras, Ciudad de La Habana) relata que lleva varios días frecuentando la cafetería Expreso de la Terminal de Ómnibus de la capital, y por lo regular siempre, o casi siempre, hay inconvenientes para saborear el preciado néctar.
«En varias ocasiones, la cafetera está rota; en otras no hay agua. Y cuando esto sucede te la sirven “del tiempo”. En otras ocasiones, quien tiene la llave del local no aparece. No obstante, el trato de las dependientas es amable; el café tiene buena calidad y el servicio es relativamente rápido», manifiesta el lector.
Andy Alien Rodríguez (Calle Félix León, No. 14, Fomento, Sancti Spíritus) cuenta que a fines de octubre de 2009 un equipo de la Empresa Eléctrica realizaba operaciones en su cuadra, y se produjo un alto voltaje. El mismo provocó severos daños en equipos electrodomésticos de las familias del barrio.
Los de la Empresa Eléctrica hicieron el levantamiento e indicaron los pasos para realizar la reclamación oficial. El equipo de Andy Alien afectado fue un «huevito», con reproductor de disco compacto, radio y reloj. Los técnicos comprobaron la veracidad de la afectación y les dijeron que les avisarían cuándo se podría producir el cambio.
En marzo de 2010, a cinco meses del incidente, el grueso de las familias afectadas en el barrio adquirieron los equipos que fueron afectados. Y a las dos restantes, incluida la de Andy, se les informó que la Empresa no podía reponerles el equipo similar —no contaban con presupuesto para adquirir esos equipos de radio— y que les era más factible entregarles un DVD, más fácil de adquirir en el mercado.
Entonces, le informaron que para finales de abril se resolvería el problema. Y en abril le anunciaron que para mayo. En mayo que para junio. Y en junio, ante la incomodidad de Andy, no explicaron que ese procedimiento implicaba que la Empresa aprobara una resolución, autorizando el cambio de un equipo por otro diferente, luego que tuviera dinero disponible para realizar la compra; y, por último, que estuviese todavía el equipo en el mercado. Le prometieron que el cambio se iba a efectuar, lo que no había una fecha determinada.
«Nos duele —manifiesta— que a ocho meses del incidente y a tres de que las otras familias ya disfrutan de sus equipos, nosotros todavía naveguemos en la inseguridad de un trámite que, más que otra cosa, parece burocrático».
Andy señala con fuerza:
«¿Dónde queda la calidad en la atención a la población? ¿Quién defiende al usuario? ¿Tendremos, por trabas burocráticas, que seguir enfrentándonos a entidades estatales, como si fuéramos entes opuestos?»
Por otra parte, debo especificar que no pocas cartas que nos envían, tanto de quejas como de respuestas institucionales, no reflejan claridad en la exposición de las historias, y dejan muchas nebulosas y ambigüedades. No podemos esgrimirlas en esta sección.
Una vez más, debo aclarar que las misivas, aunque relaten diáfanas relatorías, si no están firmadas por alguien con sus señas y dirección, no podemos hacernos eco de ellas. Entiéndannos como nosotros siempre tratamos de comprenderlos.