Acuse de recibo
Con caligrafía de molde antiguo nos escribe Mauro Sarracén Sánchez, quien lleva más de nueve meses sin trabajar porque no le han entregado sus papeles laborales. Según nos cuenta, Mauro estuvo empleado en el capitalino contingente de la construcción Salvador Allende desde el 4 de noviembre de 2008 hasta el 15 de mayo de 2009.
Después de esa fecha, el lector se mudó para la calle 55 No. 812, apto. 4, entre 8 y 14, reparto Abel Santamaría, Nueva Gerona, en Isla de la Juventud, desde donde nos escribe.
El caso es que este veterano ha venido siete veces a buscar su documentación al Departamento de Recursos Humanos del Contingente, sito en el municipio de Cerro, y no logra que se los entreguen.
«El personal que me hizo el contrato dice que se perdió. Yo pregunto: ¿Cómo es posible que no haya protección (…) de los documentos de los trabajadores?», inquiere el remitente. Tiene 69 años.
Hace algunos días a Lisette García O’ Farril (Calle Romay No. 166 bajos, entre Omoa y San Ramón, Cerro, Ciudad de La Habana) se le rompió un dispositivo de su lavadora marca Vince.
«Llamo al taller que está en 10 de Octubre y Rodríguez, del municipio de 10 de Octubre, y me atiende muy gentilmente una compañera. Le explico mi problema y me dice que sí hay esa pieza, que cuesta 5,60 CUC y 12,00 MN la mano de obra. (…) Le explico que yo solo quiero la pieza y ella me dice que no, que (…) tengo que pagarlo todo aunque no quiera o no lo necesite», refiere Lisette.
«Espero a cobrar la estimulación en divisa en mi centro de trabajo —prosigue la lectora— y le pido de favor a mi papá que se llegue hasta allí y me lo contrate todo, para saber qué día el mecánico puede ir a la casa. ¿Cuál es la sorpresa? La pieza nunca existió, pues de Vince no hay nada. Y la lavadora hay que llevarla al taller, porque el único vehículo que ellos tienen está roto».
¿Por qué el engaño? ¿Qué hacer si los mecánicos no pueden ir hasta la casa y uno no tiene cómo transportar el equipo? ¿Por qué hay que incluir mano de obra aunque no se necesite?, se cuestiona la remitente.
Dos años lleva el frente de la casa de Giselle Calero Hernández (Piñera, No. 237, entre Santa Catalina y Calzada del Cerro, Cerro) convertido en un muladar de aguas albañales. El asunto se ha reportado en varias ocasiones a las oficinas de Aguas de La Habana que atiende estos casos en el área, pero las «curas» han sido demasiado epidérmicas.
«En los primeros meses vino un camión dos veces; destupía y volvía a repetirse la situación. La inspectora Sarita, que muy amablemente atiende esta zona, reportó un entronque caído. Al pasar el tiempo vino una brigada y cambió solo la tubería vertical que está en la acera, pero no cambiaron la horizontal que va del registro de la acera a la línea principal de la calle. A los pocos meses volvió a obstruirse», narra la doliente.
En septiembre del pasado año, Giselle llamó a «un camión de respuesta rápida» y el compañero de este transporte le hizo el favor de destupir. Este le comentó que hasta que no se resolviera el asunto de raíz, seguirían los problemas. Además le comunicó que para colmo de males el registro estaba lleno de piedras, al parecer procedentes de un arreglo reciente de la calle.
La capitalina continuó llamando. Le dijeron que para principio de 2010 entrarían recursos. «En el mes de marzo al parecer entraron los materiales y se arreglaron dos registros en calles cercanas, con la misma situación de la mía, que habían presentado tupición mucho después (…): uno en Falgueras y otro en Piñera y Mariano. Pensé que pronto me tocaría a mí. (…) Pero para sorpresa mía, cuando vuelvo a llamar me dicen de esperar no sé qué tiempo, pues Alcantarillado no daba más materiales para esa zona. Entonces “¿cómo quedo yo!”».
Y aparte del mal olor casi permanente en el sitio, nos informa la lectora que los inspectores del mosquito han encontrado peligrosos focos allí.