Acuse de recibo
NO se puede estar toda la vida de ingenuo, consumiendo maltratos, engaños y humillaciones. Esa es la lección que nos deja la carta de Roxana Fernández, residente en calle F número 24, entre Segunda y Tercera, reparto California, en el municipio capitalino de San Miguel del Padrón.
Cuenta Roxana que el pasado 3 de febrero, a las 3:30 p.m., adquirió dos pomos de refresco Tu Kola en un quiosco perteneciente al complejo El Recreo, ubicado en calle B, entre Calzada de Güines y Primera, en ese reparto, a 25 pesos cada uno.
Al llegar a la casa abrió uno de ellos y se percató de que el contenido del mismo no era el auténtico: no tenía gas y su sabor era el típico del refresco instantáneo para diluir en agua. Aunque estaba sellado, el envase se veía algo maltratado. Y la tapa no tenía el sello que revela la fecha de elaboración y caducidad del mismo.
Tal situación nunca le había ocurrido a ella, compradora habitual de ese quiosco. Por ello, el esposo de Roxana retornó a esa unidad de venta para devolver los refrescos, y la dependiente le dijo que ella le podía devolver el dinero del que estaba sellado, pero no el correspondiente al que estaba abierto; y que viera al administrador del centro, quien debía pasar por allí a las 5:30 p.m.
El esposo de Roxana volvió a esa hora, esperó 20 minutos por el administrador y este nunca apareció. La dependiente le dijo entonces, que había pasado por allí más temprano, pero que había ido a su casa a resolver un problema.
Con todo el derecho del consumidor, el esposo de Roxana «se plantó en sus trece» y le hizo probar el refresco a la empleada. Esta corroboró lo denunciado, pero se mantuvo en la postura de no devolverle el dinero, ante la ausencia del administrador.
Al siguiente día, Roxana pasó por el quiosco y vio que aún tenían en el suelo, debajo del mostrador, más de 30 pomos de refresco como el que le habían vendido el día anterior. Sí le llamó la atención que los mismos no tenían el nailon retráctil con el cual vienen esos envases de la fábrica.
Y ella, que es una consumidora inflexible en materia de sus derechos, llamó por teléfono a la empresa Los Portales, fabricante de esos productos, para informarse de las características que validan la autenticidad de ese producto, bajo la marca Ciego Montero. Y allí le confirmaron que la ausencia de sello en las tapas, los envases arañados, el mal sabor del refresco y la carencia de nailon retráctil protector, eran muestra fehaciente de adulteración y fraude.
La consumidora llamó a la empresa a la cual está adscrito el Complejo Recreo, de San Miguel del Padrón. Y el jefe de almacén le dijo que le quedaban unas pocas botellas de ese refresco en existencia. Y más: que de ese quiosco no habían ido a buscar refresco hacía rato; todo lo cual le confirma sus sospechas sobre el refresco que vendieron el 3 de febrero.
«¿Hasta cuándo el abuso con las personas honestas y trabajadoras?, cuestiona la demandante. ¿Acaso ninguno de los implicados, la vendedora y el administrador, conocen de la calidad de los productos que se ofertan en ese establecimiento, o no se hacen responsables por los mismos? ¿Hasta cuándo el poder de personas inescrupulosas, que se valen de quién sabe qué medios para lucrar y enriquecerse vendiendo “copias” de lo que entidades oficiales ofrecen, que además son alimentos? ¿Qué nos tomamos ayer mi esposo y yo?»
Roxana es enfática cuando concluye: «No es ya una cuestión monetaria. Es un problema de abuso con la población, que puede afectar desde la salud de los consumidores hasta la credibilidad de una entidad, inclusive, de la misma empresa Los Portales».