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«Gramajes» de engaños

¿Hasta cuándo los responsables de la gastronomía popular, esa que frecuenta el cubano promedio, van a «desayunarse» con las agresiones al bolsillo y a la dignidad de los consumidores, precisamente cuando esta columna reseñe las inconformidades y quejas de los ciudadanos?

El pasado 16 de septiembre reflejé aquí la denuncia de Jorge Luis Rodríguez, residente en el barrio La Campana, del municipio villaclareño de Manicaragua.

Señalaba entonces que en ese territorio «nombran hamburguesa a una mezcla de harina con algún que otro vegetal, y la venden como de carne a dos pesos (con pan). El pan con frita lo cobran a 1,50 y lo que lleva es la misma croqueta de 50 centavos, aplastada. El refresco de sirope en algunas unidades lo comercializan a 20 centavos, pero en el merendero de Mataguá, el 20 de agosto, se vendía a 50 centavos, con el pomposo nombre de refresco mejorado.

«Eso, por no nombrar la cerveza, que también es una odisea, dispensada o a granel. Los mililitros se miden lo mismo con un pomo plástico picado que a ojo de buen cubero. Uno se pregunta adónde llegaremos si seguimos usurpando nombres de productos comerciales y asignándolos a supercherías comerciales. ¿Hasta cuándo aguantarán el idioma y el bolsillo del cubano trabajador? ¿Y qué hacen los responsables de evaluar los productos antes de comercializarlos?», concluía Jorge Luis.

Ahora responde Yosvany Medina, subdirector de Fiscalización y Control de la Empresa Municipal de Comercio y Gastronomía de Manicaragua, que a raíz de lo publicado «se crearon tres comisiones de trabajo… para localizar y entrevistar a Jorge Luis con el objetivo de esclarecer y dar respuesta a su queja…».

Se enviaron las tres comisiones a la Unidad Empresarial de Base de Mataguá, y se comprobó en la cafetería Brisas del Mar que, ciertamente, «el Departamento de servicio de nuestra Empresa no realizó una revisión profunda de las normas técnicas aplicadas y listado oficial de precios actualizado con respecto al refresco de sirope, el cual no tiene otro calificativo…».

Reconoce que la frita con pan y la croqueta con pan son dos platos diferentes. La primera debe elaborarse con carne de cerdo al precio de 1,50 pesos, y ello se violó, con un «gramaje» de carne menor, cuestión que debe rectificarse.

También aclara que la hamburguesa de carne de cerdo, cuyo precio oficial es de dos pesos, no tenía el «gramaje» indicado, lo cual es una violación de las normas técnicas.

En cuanto a la cerveza, «comprobamos que ese día se vendía a granel, y la medida utilizada no era la jarra de 700 mililitros, sino una que no es la establecida legalmente».

Precisa que, dada la responsabilidad del Departamento de Servicios en ello, se le impuso la medida de traslado temporal a otra plaza de menor remuneración o calificación, por el término de un año, al especialista de Normas Técnicas de la Empresa Municipal. Y se le aplicó una amonestación al jefe de dicho Departamento, «dada su responsabilidad colateral, por la falta de exigencia y no aplicación de los controles establecidos, lo cual facilitó las acciones violatorias».

En cuanto a la cerveza, se separó definitivamente al dependiente gastronómico de la unidad, y se le hizo una amonestación al administrador.

Agradezco la respuesta, pero imagino las preguntas que ahora mismo se harían los lectores: ¿Cómo la empresa tiene que crear tres comisiones para comprobar lo que no veía antes de la revelación aquí y era «el pan con frita de cada día»? ¿Se resolverán los problemas con sanciones y amonestaciones, si antes no se controlaban? ¿Hasta cuándo va a estar amonestándose a jefes a quienes se les paga porque hagan valer el respeto al consumidor todos los días?

He reiterado aquí que la gastronomía popular pide a gritos transformaciones sistémicas, que le quiten al Estado la carga del timbiriche que lo enreda y ensombrece. Pero mientras exista así, al menos quienes la dirigen tienen que velar porque no se humille al consumidor. No podemos rasgarnos las vestiduras cada vez que aflora un engaño.

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