Acuse de recibo
Abel Sosa (Edificio E-14-12, apto. 18, Micro 10, Alamar, Ciudad de La Habana) descubrió otras «diversiones» en el Parque de diversiones José Martí, de ese reparto, cuando llevó a su hijo de tres años el pasado 21 de noviembre.
Estaban allí a las 9:00 a.m., justo cuando abren el recinto. Y la primera contrariedad fue observar una cola de 20 adultos, de ambos sexos, sin niños: marcaban para la cafetería, a todas luces revendedores de golosinas infantiles.
Una empleada alertó a Abel que si quería comprar se apurara, pues enseguida se acaban. Efectivamente: ese día vendían galletas dulces, a granel: seis pesos no por libra, sino por jarra, una nueva «unidad de medida». Antes de llevar a su hijo a los aparatos, Abel marcó detrás de los coleros, cada uno con grandes jabas y bolsos. Y por las conversaciones que mantenían, son asiduos al parque.
Lo que vio era indescriptible: personas que compraban hasta 20 jarras de galletas. A Abel se le ocurrió protestar, y prácticamente fue rodeado por varios de ellos, quienes le increpaban con frases retadoras.
Se dispuso entonces a complacer a su hijo. Y para sorpresa suya, de los tantos aparatos que funcionaban cuando el Parque se inauguró, apenas cuatro estaban activos ese día. Los demás, según pudo averiguar, están rotos. Las trabajadoras de allí, amables y cordiales, le informaron que el Parque ha estado subordinado a varias entidades, y que no existen presupuesto ni recursos para garantizar el mantenimiento y reparación de los equipos.
En cuanto al control de los revendedores sobre las golosinas, que a fin de cuentas se venden allí para los niños, Abel considera que la administración de ese centro debía mirar lo que se hace en tal sentido en el Parque de la Maestranza de la Oficina del Historiador de la Ciudad: es requisito para acceder a él ir acompañado de niños, y cada pequeño recibe un ticket con el derecho a comprar un módulo de golosinas. Así evitan el acaparamiento.
Sobre la rotura de los equipos, este redactor sugiere que podría convocarse a los innovadores y racionalizadores, para que desplieguen en el Parque esa inventiva que tantas veces ha salvado al país. En Cuba hay verdaderas leyendas en eso de recuperar lo que parecía perdido ya.
El desborde de aguas albañales en distintos puntos de Guanabo, y el vertimiento en la playa de aguas sucias mediante el río homónimo, procedentes de Peñas Altas; fueron denunciados aquí el pasado 21 de agosto por la residente en esa localidad capitalina, Aida Teresa Rosabal.
Y responde Antonio R. Lago, director general de la Empresa Acueducto y Alcantarillado del Este, quien refiere que, tal como se le explicó a Aida Teresa, Guanabo carece de sistema de alcantarillado. Para la solución de este acumulado problema, se encuentran en ejecución dos obras de rehabilitación de redes de evacuación de residuales.
Una de ellas es en calle Tercera y 478, y está pendiente por la terminación de la caseta y la colocación de la bomba, además de la conexión intradomiciliaria, que debe realizarse por parte de Micro Social. La segunda obra es la de la Villa Azucarera, que está detenida por falta de financiamiento: solo se ha ejecutado la colocación de las tuberías de impulsión hasta el tanque séptico.
Asegura Lago que ambas obras, a cargo de la Empresa Constructora del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos de conjunto con Acueducto y Alcantarillado del Este, tienen prevista su culminación en el presente 2009.
Agradezco la respuesta, aun cuando deja confusiones. La misma, fechada el 20 de octubre pasado, refería que una de las dos obras estaba paralizada por falta de financiamiento. Y luego plantea que ambas tienen prevista su terminación en este 2009. ¿Será posible realmente?