Acuse de recibo
Nunca será excesiva la información que se le brinde al consumidor acerca de modificaciones en cualquier producto, máxime si es un alimento que regularmente adquiere. De no cumplirse con este precepto, puede cundir la alarma y desatarse el rumor y la conjetura.
José Néstor Estrada (Avenida 25 número 7203, entre 72 y 74, Buenavista, Playa, Ciudad de La Habana) cuenta que el 18 de septiembre pasado adquirió en su bodega, la 342, la leche en polvo descremada que consume como diabético. Y se extrañó al observar partículas amarillas, como si estuviera mezclada con maíz molido.
El administrador le dijo que había venido así, y le sugirió que averiguara en la Zona de Comercio. Pero Estrada llamó a la Subdirección Técnica de la Unión Láctea. Al reclamar, le orientaron que mantuviera la muestra, le solicitaron sus datos y le aseguraron que un especialista lo visitaría.
El lunes 21 Estrada llamó de nuevo a la Unión Láctea, y le dijeron que debía hacerlo a la fábrica Fernardo Chenard Piña, en 60 y 11, Playa, con Damiana, de Calidad.
Antes, Estrada se personó en la Zona de Comercio con el producto, y allí corroboraron lo planteado, pero no supieron decirle el porqué. Lo remitieron a la Empresa de Comercio, en 7ma. y 82 A, y que viera allí a Ailín.
Estrada se comunicó al fin con Damiana, de la Chenard Piña, quien le manifestó que era una fórmula láctea enriquecida con vitaminas. Él le dijo que en ningún momento se le había informado el cambio a la población, especialmente a los consumidores de ese producto.
El 22 de septiembre Estrada visitó la Empresa de Comercio y allí lo atendió amablemente Ailín, quien observó el «hallazgo» del consumidor. Ella le comunicó a Santiago, el distribuidor de la Chenard Piña, que en ningún momento se había informado de esa variación, ni por la prensa, ni se le había dicho a ella, quien da la cara a los clientes. Y le solicitó que le hiciera llegar mediante un documento la explicación del cambio, para fundamentar las respuestas a los quejosos.
Según Ailín comunicó a Estrada, Santiago respondió que «esa leche estaba apta para el consumo, y la había aprobado el Ministerio de Salud Pública».
Pero lo que el lector reivindica en su inquietud, trasladada por todas esas oficinas, es la necesidad de que se informe previamente acerca de las propiedades organolépticas de un producto que incorpora un elemento desconocido hasta ahora para esos consumidores. «En realidad, pregunta, ¿con qué está mezclado el lácteo? ¿Los enfermos no tenemos derecho a la respuesta que convenza y aclare? Espero que quienes tienen la obligación de responder por esta situación, reflexionen y den una respuesta lógica y convincente, máxime cuando los implicados son los enfermos».
El 8 de noviembre pasado Máximo Cuello Zaldívar (Calle 236 No. 25A04, San Agustín, La Lisa, Ciudad de La Habana) abasteció de combustible su moto, y después que había dejado atrás el servicentro, se percató de que había extraviado su cartera, con documentos personales, tarjeta magnética del salario y cerca de 300 pesos.
Retornó al servicentro, y allí no apareció. Retornó a su casa apesadumbrado. Y a las pocas horas, tocó a su puerta una pareja: Lázaro Luque y Ania Villar. Venían a entregarle la cartera con toda la documentación y el dinero íntegro.
«Sé que no es un caso aislado, precisa Luque, pero dentro de todos los problemas de nuestra sociedad, cuando se habla de pérdida de valores éticos y morales, gestos como estos deben ser difundidos».
Concuerdo con Luque: por ahí andan no pocos pillos y ventajistas; pero también muchas personas decentes y honestas, como Ania y Luque. Quién sabe si ese día ellos andaban con los bolsillos vacíos, y cuatro necesidades a cuestas. Pero no cedieron a la tentación, porque prefirieron el placer de hacer el bien y ejercer la solidaridad. Nuestros respetos para ellos. Que se enteren sus vecinos, allá en Avenida 35, entre 132 y 140, en Cocosolo, Marianao.