Acuse de recibo
Antonio Padilla (Calle 6ta. No. 11, entre Guttemberg y E, reparto Capri, Arroyo Naranjo, Ciudad de La Habana) alerta de un fenómeno anómalo, sencillamente inaceptable en un país donde los niños son la prioridad.
Relata él las irregularidades que se registran allí en cuanto al suministro de la leche evaporada para los lactantes que la tienen prescripta. Es tal la situación, que la propia administradora del mercado 1160 del Capri, se ve precisada a solicitar medios de transporte de los padres o familiares de los bebés para que el alimento llegue a la unidad.
Enfatiza Antonio que cuando el traslado se realiza por Comercio, «es en pequeños y parciales suministros, con la consiguiente zozobra de los padres y el malgasto de combustible». Veintinueve núcleos familiares de ese mercado tienen lactantes que requieren de la leche evaporada, y sufren la impredecible situación. Es planteamiento continuado en las asambleas de rendición de cuentas y no se resuelve definitivamente.
Con toda razón, Antonio apunta hacia «la irresponsabilidad, negligencia y falta de exigencia» en los directivos que deben garantizar que esa leche llegue a su destino a tiempo. Este redactor agregaría: también falta de sensibilidad. Y sin justificación: hasta en carretones habría que llevarla, de no existir el transporte.
Sin embargo, sostiene el lector, la leche que consumen los niños mayores de un año «se suministra regularmente cada diez días, y la Empresa la distribuye directamente en el mercado». Son muy inocentes esos bebés para estar pagando tan temprano las consecuencias de la irresponsabilidad.
El pasado 1ro. de septiembre reflejé aquí la queja del doctor Armando Hartmann, desde Baracoa, por las irregularidades que se registran en el cobro del servicio de agua por la Unidad de Acueducto y Alcantarillado de esa ciudad guantanamera: dejan acumular meses, y luego recargan al consumidor de una sola vez
También censuraba el doctor la inestabilidad del personal que efectúa el cobro (uno diferente siempre), y la escasa facilidad que dan para el pago: únicamente siete días de plazo, y no puede hacerse en bancos ni correos, solo en la Unidad de Acueducto, cuyo horario de servicio, según Hartmann, no es adecuado.
Al respecto, responde Dasniellis Díaz, directora comercial de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado en la provincia de Guantánamo, con una copia de la carta enviada al cliente. Y precisa que la Unidad de Acueducto Baracoa tiene el horario de 7:30 a.m. a 4:30 p.m. de lunes a sábado, «horario eventual, sujeto a modificaciones, y que responde a las condiciones en que hoy se encuentra la oficina, a la cual se le está acometiendo una reparación total».
La funcionaria se disculpa con el cliente por las molestias ocasionadas, y acto seguido explica que en la zona mencionada han presentado dificultades con la estabilidad de los lectores-cobradores. «Y a pesar de estar plagado su municipio de personas sin empleo —señala—, debe creer que está propiciado quizá por la idiosincrasia del baracoense, porque las ofertas de trabajo existen y la Unidad Empresarial de Base de Acueducto es un ejemplo, con lo cual usted, como parte de nuestra sociedad, podría ayudar sugiriendo a los desempleados que conoce y ve vagar en su radio de acción, para que se presenten y opten por nuestras ofertas…».
No me complace objetar respuestas vagas, pero no tengo otra opción: la inestabilidad con los lectores-cobradores no es asunto del cliente, como tampoco que, por reparaciones en la unidad, se modifique el horario de atención al público. No es serio caracterizar tan ligeramente de holgazana la idiosincrasia de una comunidad; y mucho menos sugerirle al reclamante que contribuya a resolver lo que la propia entidad no ha sido capaz de lograr, vaya a saber por cuáles razones.