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La tortuosa ruta de los Culeros

«Hasta el 2010». Así titulábamos el 14 de mayo de este año la respuesta que el Doctor Ismael Castillo García, director de la Empresa Nacional de Suministros Médicos (ENSUME) daba a Mariolys Escobar Fitó, una angustiada madre que buscaba ansiosa culeros desechables para su hijo. El muchacho, síndrome Down, también padece de incontinencia fecal y urinaria.

Informaba entonces el Directivo que hasta el momento, según los datos de Asistencia Social, el universo de pacientes necesitados de estas higiénicas prendas en la nación era de unos 100 000; y que para abastecerlos harían falta alrededor de 25 millones de pesos convertibles. La solución definitiva estaría el año próximo, con la culminación de la planta cubana productora de culeros desechables.

Motivada por aquellas letras, toca a las puertas de Acuse la escritora Nancy Alonso (Calle I, esquina a 26, Edificio 321, apto 1, Cojímar, La Habana del Este, Ciudad de la Habana). Ella tiene a su madre encamada, con doble incontinencia y pérdida del lenguaje desde hace casi siete años. Conoce de estos «pesares profundos».

«En la Farmacia de Efectos Médicos, en Infanta y San Lázaro, se hicieron las inscripciones de los casos necesitados en el año 2005: primera gestión para adquirir los culeros… Sin embargo, la comunicación no la recibimos por la vía institucional, es decir, por los médicos de familia o por el policlínico, sino por los avisos de otras personas con familiares en las mismas circunstancias. Esto provocó que a veces se distorsionara la información y que, al llegar a la mencionada farmacia, el solicitante no tuviera todos los documentos exigidos», relata la remitente.

Y pasa a explicar una sarta de peripecias que pueden amargar al más optimista. Con un papel entregado por la farmacia, constancia de la inscripción, había que dirigirse hasta ENSUME, la segunda gestión, para oficializar el registro. Allí les informaban que un empleado de la empresa los llamaría para la compra.

«A finales de ese año, 2005, cerraron las inscripciones porque, según dijeron las compañeras de la farmacia, “ya eran demasiado los casos y no había culeros para todos”… Por suerte, yo pude inscribir a mi madre».

«Muchos nos preguntamos por qué el MINSAP no utilizaba los mecanismos de “dispensarización”, como denominan los profesionales del sector al hecho de tener ubicados y contabilizados desde medicamentos hasta embarazadas o pacientes aquejados de enfermedades crónicas, para registrar a los niños y adultos con problemas de incontinencia. Cada médico de familia, conoce los casos en su área de salud; en cada policlínico hay un defectólogo que puede supervisarlos. Por tanto, ¿no era más fácil recoger esos datos desde la base y por la vía institucional?», se cuestiona la capitalina.

A inicios del 2006 recibió Nancy la esperada señal telefónica. Tercer trámite: ir a ENSUME para obtener un papel que autorizara pasar a la cuarta fase: pagar, en la farmacia de Infanta y San Lázaro, los culeros asignados, y, con el comprobante, retornar a ENSUME para, finalmente, recogerlos. Eran un total de cien culeros, a un precio de 50 pesos cubanos.

En los años 2006 y 2007, no se le asignó derecho a comprar alguno de estos benéficos dispositivos. Y solo a fines del 2008 pudo acceder nuevamente a un paquete de 120 unidades, al costo de 74 pesos.

Sumando tiempos y gestiones, fueron tres años y medio de agónicas idas y venidas para obtener un total de 220 de estos implementos. En condiciones ideales, la mamá de la remitente habría necesitado unos 3 800 en ese lapso, a razón de tres diarios.

Repito en las últimas líneas lo que decíamos en mayo, después de leer el caso de Mariolys. En problemáticas como esta, mientras llegan las soluciones terminantes —que con la crisis mundial pueden alejarse en el horizonte— bien valdría la pena buscar, con ingenio colectivo, las alternativas salvadoras. Hay tantos ahogos sin alivio…

 

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