Acuse de recibo
Veintidós años. Este tiempo lleva la villaclareña Elsa Martín Hernández padeciendo una insuficiencia renal crónica. En ese lapso nunca le ha faltado la asistencia. Hasta un trasplante de riñón se le practicó, aunque los resultados no fueron satisfactorios.
La historia nos llega de manos de su esposo Orestes Rodríguez Fernández (Barrio Las Colmenas, Cifuentes, Villa Clara), quien agradece cuanto se ha hecho por Elsa, pero se angustia por la situación de vivienda que afrontan desde hace mucho.
Estos veteranos villaclareños comenzaron a reparar su hogar años atrás. El camino de la edificación no les ha sido fácil. «Me concedieron un crédito para la compra de materiales y empezamos a hacerla casi nueva, explica Orestes. Uno de mis dos hijos lo pagaba poco a poco. Yo tuve que dejar el trabajo; porque tengo que trasladarme con ella cada tercer día hasta Sagua la Grande, a darle el tratamiento».
«Desde el 2007 —continúa— pedí un despacho con el Poder Popular y con Vivienda de mi lugar de residencia y no me lo concedieron. Entonces me faltaban los elementos más importantes: el cemento y la arena. Ahora, en el 2009, me dicen que para darme esos materiales tenía que buscarme un camión y petróleo».
Refiere el remitente que, sin poder conseguir medio para trasladar los recursos, y luego de varios trámites con sus correspondientes dilaciones, autoridades locales prometieron visitarlos. Aún esperan. Lo último que les hicieron saber es que su caso estaba «fuera del plan del 2009».
En algún plan, en alguna agenda, en algún lugar de la sensibilidad deben anotarse los nombres de Elsa y Orestes. Confiemos.
La preocupación de Ricardo Figueroa Cantallops no es solo suya, sino de muchos, que reclaman soluciones.
Este vecino de calle 3, No. 91, en Maniabón, Puerto Padre, Las Tunas, sufre hasta lo indecible cada vez que tiene que transportarse a la cabecera municipal o provincial. No desconoce los esfuerzos del país para mejorar el transporte público; pero sabe que, lamentablemente, no llenan las carencias de movilidad pública.
En las TRD hay bicicletas a 120 CUC, lo cual representa el salario íntegro de un trabajador durante varios meses sin tocar un centavo, reflexiona Ricardo.
«¿No sería posible para la Industria Ligera, o la entidad que le corresponda, fabricar bicicletas sencillas, sin torres, piñones, etc., para ofertar a los trabajadores que las necesitamos en moneda nacional y a un precio módico, o a plazos?», cuestiona el remitente.
Cuán oportuno resultaría que consideraran su propuesta. A fin de cuentas, en los años más duros del período especial la alternativa de los ciclos prestó un servicio invaluable.
Y la última misiva vuelve sobre un tema muchas veces abordado aquí: la racionalidad en las inversiones que la nación realiza. Lo trae a colación la capitalina Yaima Arias Urra (Calle 41, No. 10206, entre 102 y 104, Marianao).
«Desde principios de julio —cuenta Yaima— mi tarea fundamental además del trabajo y las labores de la casa ha sido la compra del uniforme de mi hijo, que comienza en preescolar».
En muchas ocasiones esta mamá ha pedido permiso en la sucursal del Banco Metropolitano donde trabaja para llegarse a la tienda a comprar la ropa. Nunca existía la talla de su pequeño. Y le decían que fuera la semana siguiente a ver si entraban números menores.
Finalmente, con el curso escolar a las puertas, se decidió a comprar la que había y arreglarla. El único inconveniente es que se trata de una 18 y su hijo necesita una 6.
«No comprendo cómo se pueden gastar tantos recursos en confeccionar una pieza que es imposible pueda servir a los niños de grados pequeños. No hay que ser estadista para darse cuenta de que nuestros infantes no son gigantes ni obesos…», reflexiona la capitalina.