Acuse de recibo
«Disgusto e inconformidad». Estas son las palabras que encabezan el mensaje de Erlén García Gómez referentes a su experiencia con Correos de Cuba. A la vecina de Calle 12 No. 11420 entre 11 y 13, reparto Antonio Maceo, del capitalino municipio de Cerro, le enviaron dos paquetes desde España en septiembre de 2008. De estos, según cuenta, arribó solo uno; el otro, extraviado, «contiene medicinas y otros artículos para mi madre que está enferma muy grave, con cáncer».
En noviembre de 2008, Erlén se dirigió al Departamento de Atención al Público de la Empresa de Correos; y aquí una empleada le dijo que tomaría sus datos y «se los pasaría a Reclamaciones; y que si en una semana no me contestaban, llamara al 864 44 18 para verificar la situación de mi queja.
«Pasó el mes de diciembre —narra angustiada la capitalina— sin respuesta; y el 6 de enero de 2009 llamé al teléfono que me habían indicado. Para mi sorpresa me informaron que allí no estaba registrada la reclamación (...).
«Le expliqué a la compañera que me atendió todas las gestiones que había realizado y me dijo que le diera nuevamente mis datos; que ella sí se iba a ocupar de buscar mi paquete y que en una semana me contestaría.
«Esperé dos semanas sin respuesta alguna, nuevamente llamé y la compañera que me atendió me informó entonces que no había aparecido el paquete, pero que yo tuviera en cuenta que “todos aquellos infractores de la ley están siendo detenidos y algunos condenados a prisión; y que yo tenía que saber que en Correos se había hecho ‘una limpieza’; pero que todavía persistían algunos elementos que atentaban contra la moral de la sociedad”».
El paquete, con la serie RR426261684ES, fue reclamado desde España a través del modelo CN08 y allá le confirmaron al remitente que llegó a Cuba. Pero luego de varias visitas de Erlén a su Oficina de Correos correspondiente (CP 13 400 Habana 34), lo único que ha llegado a sus manos es un paquete de angustias.
No es la primera historia de este tipo, y parece, tristemente, que no será la última. Cada vez que una empresa queda así ante el cliente, se desmoronan las paredes de una imagen institucional que sustenta la confianza ciudadana.
Unos días sí hacen diferenciaDesde la calle H no. 63, entre 21 y Morro, en el capitalino Cojímar nos escriben Teresa Martínez y Carlos Taboada. Ellos sacan a la luz una preocupación que puede ser la de muchos adultos mayores en estos momentos. Según cuentan los remitentes, por una disposición del Banco Metropolitano, todos los jubilados que cobran una pensión mayor a los 200 pesos ya no podrán obtener su dinero hasta pasados unos días del mes posterior al correspondiente.
El daño mayor —explican Teresa y Carlos— está en los meses de julio y diciembre. En el primero «se cobraba el 24 para que estos compañeros pudieran tener algún efectivo con qué celebrar los días 25, 26 y 27, que la Revolución ha declarado feriados; pero según el nuevo calendario no cobrarán hasta el 3 de agosto».
Y en el último mes del año «se cobraba el 23 para que pudieran disfrutar la Noche Buena y los días festivos que en ocasiones se extienden hasta el 2 de enero; ahora, en virtud de la nueva disposición se cobrará el ¡6 de enero!».
Cualquiera pudiera pensar que días más o menos son de poca importancia; pero antes de mover de fecha la pensión de un jubilado, esa sagrada y exigua compensación a una vida de trabajo, deberían estudiarse detenidamente todas las alternativas posibles. ¿Qué determinó al Banco a actuar de esa forma? ¿Cuán corregible es la medida?
Almuerzo bancarioTambién relativo al Banco Metropolitano, pero esta vez a nombre de sus trabajadores, nos llega la queja de Dianepsis Espinosa Martínez, vecina de Malecón entre E y F, Edificio Girón s/n, Apto.7, Vedado, Plaza de la Revolución.
Esta trabajadora de la sucursal bancaria 248, refiere que como almuerzo sus colegas y ella reciben diariamente una merienda consistente en «un pan (con jamón y queso) y un refresco. En muchísimas ocasiones esta llega después del horario de almuerzo y el pan ofrece muy mala calidad, lo cual ha sido planteado en las reuniones que se efectúan con el colectivo».
La respuesta de la Dirección del Banco, comenta Dianepsis, ha sido que «no todas las empresas pueden cubrir la demanda de meriendas que necesitamos, que la que nos surte actualmente es la que ha cubierto esta necesidad, que se han realizado encuentros con sus directivos (...) y se ha exigido la mejora». Pero esta mejora, al parecer, solo llega por momentos y vuelve al letargo de la ausencia.
¿Qué proponen para esto los trabajadores? Refiere la remitente que una de las posibles soluciones sugeridas ha sido la posibilidad de que «en lugar de la merienda se nos entregue un importe diario (por los días hábiles del mes) con el cual el trabajador sufrague sus propios gastos de almuerzo».
Larga y fallida espera
Mariolys Escobar Fitó, quien habita con sus padres en calle 231, entre 220 y 224, No. 22005, en Fontanar, Boyeros, Ciudad de La Habana, es madre de un niño Síndrome Down que padece de incontinencia fecal y urinaria. A los casos como estos, comenta Mariolys, el Estado «les asigna al año culeros desechables que son comprados en el exterior».
En 2008 «estos culeros llegaron a Cuba en el mes de mayo. Entonces se le dio la tarea a Asistencia Social en cada provincia de recoger todos los casos que ya tenían expedientes hechos (...), visitarlos, y ver en qué condiciones estaban (...). Pasaron los meses y nosotras, las madres, esperando que acabaran todas estas revisiones».
Pero las trabas continuaron y después, en el caso específico de la capital, los culeros no se podían vender porque no tenían precio, según refiere Mariolys. Luego de constantes llamadas a la Dirección Nacional de Asistencia Social, el nuevo obstáculo fue que «ya estaban en manos de EMSUME y que esta entidad era la encargada de repartirlos en las distintas farmacias».
Finalmente, cuando la angustia y la incertidumbre colmaban a esta mujer, le dijeron que los culeros de marras nunca llegarían «porque los que habían dejado en EMSUME para la capital, eran todos para adultos».
Si no fuera porque hablamos de un asunto tan sensible, cualquiera podría pensar que se trata de un juego macabro. ¿Qué pensarán las madres con situaciones similares después de esta larga y fallida espera donde la dejadez y la ineficiencia condensaron la pesadumbre?