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¿Hasta cuándo amonestaciones?

El pasado 2 de mayo reflejé la denuncia de Yudismí Castillo, de calle Ignacio Pérez, sin número, en Santa Rita, municipio granmense de Jiguaní: el 7 de noviembre de 2006, un problema de voltaje averió su grabadora Daytron.

Contaba entonces ella que seis días después el equipo fue recogido por el jefe comercial de la Organización Básica Eléctrica (OBE). Pasaron semanas sin respuesta. Llamó y le dijeron que tardaba: hecho el expediente, debía ir a la capital.

Transcurrieron varios meses, y su mamá fue a la OBE: habían cambiado al jefe comercial, y la sustituta no sabía nada del caso. Todo se le explicó, y ella aseguró que cuando dieran el «autorizo» de compra, avisaba. El aviso nunca llegó.

Pasó un año y la respuesta siempre era: hay que esperar que la empresa tenga presupuesto para comprar los equipos. Así, el 29 de enero de 2008, Yudismí entregó a la jefa comercial una demanda. Luego fueron más gestiones, hasta la provincia, que no fructificaban... después de tanto tiempo.

Al respecto, responde Daniel Solís, director general de la OBE en Granma, quien señala que la comisión creada para investigar el caso, visitó a Yudismí y su mamá, y le ofrecieron disculpas «por el maltrato recibido».

Explica que «se presentaron problemas para encontrar ofertas que dieran respuesta a las características del equipo dañado, y con un valor similar. Esta grabadora Daytron, de casetes chiquitos, prácticamente no se comercializa en las tiendas mayoristas».

Precisa que, no obstante, tenían una oferta de un equipo similar que decidieron adquirir para reponérsela en lo que restaba del mes de mayo, cuando me escribió. Aclara que demoró porque el equipo dañado se trató de reparar en un taller, según lo establecido. Reconoce que «se violaron compromisos de la empresa con nuestros clientes; el tratamiento a Yudismí no se corresponde con los esfuerzos por evitar que se sigan dañando equipos, como es el hecho de haber eliminado en la provincia 1 420 zonas de bajo voltaje...».

Refiere que, a consecuencia de ello, aplicaron las siguientes medidas disciplinarias: amonestación ante el consejo de dirección de la empresa al director de la Unidad Empresarial Básica de Jiguaní, y amonestación ante el colectivo laboral al técnico que allí atiende equipos dañados y a la técnica comercial del municipio, a la cual se le analizó su idoneidad para la plaza que ocupa.

Aun cuando se agradece la respuesta de la OBE provincial, uno inevitablemente se identifica con el cliente que, sin beberla ni comerla, ve afectarse un equipo suyo por una irregularidad que no es de su competencia. ¿Hasta cuándo las personas tendrán que vivir en la incertidumbre y la espera por algo que no provocaron, y al final todo queda en amonestaciones?

Lo mismo esgrimo al abordar la tardía respuesta de Marcia Bazán, directora de la Empresa de Servicios Técnicos, Personales y del Hogar en Camagüey, ante la queja de Gabriel Duarte, reseñada aquí el lejano 13 de diciembre de 2007.

Entonces, Gabriel contaba que en julio de 2007 le cambiaron su viejo refrigerador por un Haier, y a las 72 horas se le detectó un salidero de gas. Fue al Puesto de Mando Municipal de los trabajadores sociales y le indicaron que lo llevara al taller correspondiente. Allí lo llevó, y luego de tres días se lo devolvieron con pegotes de soldadura y un ruido sobresaliente.

Volvió al Puesto de Mando, y allí lo remitieron al mecánico del taller. Este aseguró que el equipo no tenía nada, y el ruido era normal. Gabriel se rebeló contra tanta inconsistencia, ante el precio que debe pagar por un equipo que ya adquirió y tiene una garantía.

Ahora responde sucintamente Marcia que el caso fue solucionado, y reconoce que obvió informarle al respecto a esta sección, «sin otro asunto».

Quedan pendientes muchos otros asuntos: ¿Por qué Gabriel tuvo que sufrir tanto y desgastarse ante un problema? ¿Por qué no se explica tanta desatención e incertidumbre? ¿Cómo puede pensarse, a estas alturas, que informando que el caso se solucionó ya se puede estar tranquilo?

Las quejas ciudadanas merecen más devoción y respeto.

Abandonado a su suerte Alberto Martínez, vecino de Rodríguez 712, entre Concha y J. Alonso, en el barrio habanero de Luyanó, Diez de Octubre, nos envía la foto de un local abandonado muy cerca de su domicilio, que está afectando la tranquilidad de los vecinos. Primero perteneció a una recapadora de neumáticos, que lo abandonó al mudarse. Luego fue sede de una empresa constructora, y por último perteneció a la Empresa de Recuperación de Materias Primas, que lo dejó así como se exhibe actualmente: sin techos ni puertas, guarida de transeúntes urgidos de ladrillos y de peligrosos mosquitos.

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