Acuse de recibo
La fosa de la casa de Plácido Almaguer, en Los Cocos 16, reparto Jiménez, de la ciudad de Santiago de Cuba, lleva muchos meses desbordada. En el verano de 2007, Salud Pública hizo un censo de las fosas que necesitaban limpiarse, y allí quedó registrada la suya. Pero pasaron dos meses y nadie apareció. Plácido fue al área correspondiente de su distrito, y le informaron que no había transporte. Esperó plácidamente otro mes, y al volver, le dijeron que no tenían combustible. Entonces fue a la instancia provincial, y le aseguraron que pronto iría el camión. Transcurrió otro mes, y el 5 de febrero, cuando me escribió, no había aparecido el susodicho. Ya Plácido no está nada plácido, y se pregunta si, así como continúa desbordándose la fosa, se colmará su paciencia ante tantas promesas incumplidas.
Le piden paciencia: Un problema de voltaje provocó que el 23 de abril de 2007, a Débora Elia Oliveros se le dañaran una lavadora, un televisor y un reloj-radio en su hogar, apartamento 20 del edificio 8, reparto Rolo Monterrey de la ciudad de Moa, en Holguín. El 30 de ese mes le hicieron un expediente, y aún ella sigue aguardando por la reposición. La Unidad Eléctrica Básica de Moa le respondió con mucha amabilidad, pero solicitándole paciencia, pues hay clientes que llevan años aguardando por la indemnización. Débora Elia no entiende por qué tanta demora para algo que esa entidad provocó, y trastorna la vida de ciudadanos. La demandante se hace muchas preguntas: ¿No hay un financiamiento presupuestado para ello? ¿O es que no hay en el mercado los equipos? ¿Será por lentitud en la gestión? ¿Depende centralizadamente del Ministerio de la Industria Básica?
Descúbralos usted: Miguel Ortega, de San Ignacio 316, en La Habana Vieja, escribe ahora desde Venezuela, donde cumple misión. Coincide con otros lectores en las quejas acerca del maltrato en ciertas unidades que operan en divisas. Y por contraste, destaca a un joven y una muchacha que laboran en el área de embutidos y quesos de la tienda Isla de Cuba: amables, educados, y siempre agradeciendo a los clientes con una sonrisa. Como Miguel no conoce sus nombres, animo a quienes visiten esa unidad, a que los descubran por su propia observación. Ellos necesitan que se lo agradezcan.
Contraste: Irma Castro me escribe desde el Edificio 66-A, apartamento 19, en el reparto Bahía, del municipio capitalino de La Habana del Este: en el pabellón Muñoz, del hospital Salvador Allende, destaca positivamente el trato y la atención de médicos, enfermeros y personal de servicio; así como la limpieza. Paradójicamente, allí solo existe un servicio sanitario, en el baño de mujeres, para todos: mujeres y hombres, hospitalizados y acompañantes. El baño de los hombres está clausurado, y estos tienen también que bañarse en aquel de las damas: «Es lamentable que no cuidemos las instalaciones a nuestra disposición, ya que desde el año pasado, cuando también tuve que ingresar a mi mamá, los herrajes del baño de mujeres ya habían desaparecido». Irma también señala que no hay bebedero con agua fría. Se rompió, por lo cual hay que beberla del lavamanos. En el cuerpo de guardia no funciona el baño de las mujeres hace un año, y hay que utilizar solo el de los hombres, del cual los herrajes también desaparecieron. Irma reitera la responsabilidad de todos, pero principalmente la de la administración del hospital.
Garantía, ¿y calidad?: Esa duda la sugiere la queja de María Magdalena Marrero, vecina del 3 Este número 1057, entre Mármol y Varona, en la ciudad de Guantánamo: hace cuatro meses adquirió una lámpara de emergencia recargable marca Jimiag, por un precio de 17,05 CUC, en el establecimiento La Sucursal, de la corporación CIMEX, con un tiempo de garantía de tres meses. El equipo apenas lo utilizó en momentos muy específicos, que durante todo ese tiempo no excedió las dos horas. Y ahora dejó de funcionar por problemas en la batería. Claro que ya venció la garantía, pero el problema es otro: ¿Y la calidad? ¿Es que ya todo va a ser desechable, como si viviéramos en la sociedad de la opulencia?