Acuse de recibo
Es triste que algo tan esencial como la sustitución de equipos eléctricos por otros de mayor eficiencia energética, esté marcada en ciertos sitios por rasgos de imprevisión, burocratismo, falta de información y tratamiento inadecuado a los ciudadanos. Veamos:
Frank Alberto Ocampo ha sentido «frialdad» acerca del «frío» que le tocó en el cambio de equipos, a mediados de 2006. El afectado, quien reside en Maceo 8, en la localidad villaclareña de Santo Domingo, cuenta que su flamante LG presentó dificultades para enfriar, al punto de que se echaban a perder los alimentos.
Fue al taller. Allí le cambiaron la puerta del congelador, la gaveta por otra con mayor ventilación y otro dispositivo que, según el mecánico, posibilitaría que la unidad se disparara con menor frecuencia. Pero el LG siguió en las mismas, al igual que el de sus padres. Volvió al taller, y las mediciones de congelación y mantenimiento, arrojaron -2 grados y 12 grados, respectivamente, parámetros inadecuados para nuestro clima, según los expertos.
El director de la Unidad Empresarial de Base de Apoyo a los Servicios en Villa Clara le informó que los fabricantes del LG estuvieron en el territorio, luego de radicarse una demanda por casos como este. Y al comprobar las temperaturas, dijeron que esos eran los parámetros pactados a la hora de firmar el contrato.
Frank fue al Puesto de Mando de los Trabajadores Sociales en el municipio, y no obtuvo respuesta convincente. Escribió al Consejo de la Administración Provincial, y nada resolvió. A raíz de una visita a Santo Domingo de funcionarios del Puesto de Dirección provincial de los Trabajadores Sociales, le dijeron que en casos como ese no se autoriza el cambio por otra marca, tiene que ser por otro LG. «Si todos los LG que están en Cuba fueron contratados con esos parámetros, ¿para qué voy a cargar con otro problema similar al que tengo?», cuestiona.
Algo similar sufre Adolfo Bernardo Corrías, allá en calle 3, número 97, en el reparto Caimary, de la ciudad de Manzanillo: en enero le cambiaron su viejo refrigerador por un Haier, equipo que está pagando disciplinadamente sin un provecho. En mayo comenzó a descongelarse. Fue al Puesto de Mando municipal de los Trabajadores Sociales, y quien fungía como «oficial de guardia» le comunicó que eso no entraba en sus responsabilidades: lo suyo solo era responder por la entrega, y reponer los que estuvieran dañados al momento del cambio.
Le indicó que se dirigiera al Servi Hogar correspondiente, y allí lo registraron en una lista. Al tercer día lo visitó el técnico y diagnosticó que era un posible salidero de gas. Fue el hombre al taller y le dijeron que para esos casos había un determinado número de equipos, que facilitan a los propietarios mientras se reparan los suyos, pero en ese momento todos estaban prestados y el taller no tenía recursos para reparar los que ya tenía allí en espera. Debía esperar, sencillamente.
Adolfo visitó varias veces el taller y siempre era la misma respuesta. El 20 de agosto le prestaron un refrigerador y le recogieron el suyo para repararlo: era falta de gas. El 1ro. de septiembre se lo devolvieron reparado, pero ya el 26 de ese mes no congelaba. Lo reportó de nuevo, y ya el equipo estaba propuesto en el DIVEP para cambiárselo. Pero tenía que esperar... Tiene que seguir esperando.
Gabriel Duarte me escribió el pasado 12 de octubre desde Pobre 764, apartamento 8, entre San José y Francisquito, en la ciudad de Camagüey, para narrar sus tribulaciones:
En julio de 2007 estrenó su Haier. Y a las 72 horas se desató un salidero de gas. Fue al Puesto de Mando municipal de los Trabajadores Sociales y le indicaron que lo llevara al taller correspondiente. Estuvo tres días allí el equipo, y se lo devolvieron con pegotes de soldadura y un ruido sobresaliente.
Volvió al Puesto de Mando, «y allí empieza el juego del gato y el ratón: buscar un certificado del mecánico que lo atendió, para que me sea cambiado. Vuelvo al Puesto de Mando, llamando al taller para que el mecánico me visite, y este asegura que el equipo no tiene nada, que ese ruido es normal».
Gabriel se rebela contra tanta inconsistencia: «Yo pregunto por qué tengo que pagar 5 517 pesos por un equipo que presenta ese problema, sabiendo que voy a tener que abonar más, pues llegará el momento en que tendré que arreglarlo. Soy un simple obrero, y mi salario no me alcanza para pagar una cosa en mal estado», sentencia finalmente.