Acuse de recibo
La vecindad con determinadas entidades puede convertirse en un tormento para algunas familias, como la de Erbia Baldoquín Vidal, en calle 8 número 4, entre Línea y A, en Vertientes, provincia de Camagüey.
Refiere la remitente que tiene «la desgracia» de compartir un pasillo con la unidad gastronómica El Siboney, perteneciente a la Empresa Municipal de Comercio. Y como su casa es de madera y está en mal estado, con la leña que tiran allí han dañado considerablemente la pared colindante.
Y como si fuera poco, desde las 4 y 30 de la mañana, comienzan a rajar la leña y a cocinar en sus propias narices. El humo de la cocina, el trasiego y la bulla hacen insoportable la estancia en su hogar, y no le permiten dormir ni descansar, siendo una mujer de 68 años, bastante enferma.
Erbia se ha dirigido a la misma Empresa de Comercio, al Gobierno municipal, Salud Pública, Fiscalía y otras entidades del territorio. Y todo sigue igual. «¿Qué derecho me asiste ante esta situación?», pregunta.
Igual de molesta está Coralia Valenzuela y otros vecinos del edificio sito en O’ Reilly 508, entre Monserrate y Villegas, en La Habana Vieja, en la capital.
Cuenta la lectora que en los bajos de ese inmueble hay una cocina-comedor perteneciente a Educación, que está trayendo muchos disgustos: los ruidos comienzan desde horas tempranas del día, con la «tiradera» de cazuelas, y cajas de productos que deslizan por la escalera; así como los impactos de la descongelación a golpes de ciertos alimentos. También es insoportable el motor de la nevera, que está funcionando las 24 horas: algo así como un tractor encendido.
Agrega Coralia que la cisterna del edificio se encuentra, lógicamente, en la planta baja. Pero con la ampliación del almacén de esa entidad, dejaron la misma dentro de un cuarto que frecuentemente permanece cerrado.
Y como en la cocina-comedor instalaron un motor, que encienden varias veces al día, y ampliaron su capacidad de almacenamiento de agua, afectan el abastecimiento del líquido a los vecinos. Incluso, en ocasiones les han desconectado su motor del agua y les han cortado los cables.
Sostiene además Coralia que sufren las emanaciones de los vegetales y viandas cuando están podridos, así como el vapor producido por la cocción de los alimentos.
Han denunciado estas molestias ante la administración de la cocina-comedor, el delegado de la circunscripción, la Dirección Municipal de Educación y otras autoridades del territorio, sin que hasta el momento se haya puesto orden y respeto.
La tercera misiva la envía Enrique Hernández Rivero, de calle B número 512, entre 15 y 16, en Lawton, en el municipio capitalino de 10 de Octubre.
Refiere el lector que a finales de los años 60 y principios de los 70, se construyó el círculo infantil Retoño Internacionalista, en calle 15, entre A y B, colindante con un costado de su vivienda. Y los ejecutores decidieron construir la cisterna del mismo aprovechando la cerca perimetral de su patio, la cual está levantada para no permitir el paso de personas ajenas y no para resistir presiones de agua.
¿Qué sucedió? Al realizar la prueba de agua, se rajó el muro. Y desde entonces, comenzaron las reclamaciones de Enrique, por medio del Gobierno, Salud Pública y Educación en 10 de Octubre. Y hasta la fecha no ha habido solución.
En aquellos años denunció que la cisterna del círculo botaba el agua para su patio, y al bajar el nivel, retornaba nuevamente a su interior, con el consiguiente peligro para el consumo de los niños. Entonces se hizo una reparación que duró muy poco. En los 80 se hizo otra, pero tuvo el mismo efímero resultado.
En 2003, ante nuevas quejas, le comunicaron de la Brigada de Mantenimiento de Educación que no había solución. Ahora en 2007, lo vuelven a visitar, pero aún no ha tenido respuesta efectiva.
Enrique teme que «explote el muro, y venga el agua con fuerza de tsunami hacia mi vivienda».