Acuse de recibo
Lo que bien comienza bien debe terminar. Lo digo porque ya bastante tiene el país con la gravedad de su fondo habitacional, para que haya fuerzas constructivas que dejen truncas las reparaciones de viviendas, retirándose antes de concluirlas, sin más ni más, con los consiguientes costos económicos y humanos que dejan tras de sí.
Víctimas de esas veleidades son los vecinos del edificio con los números 30615, 30617 y 30619, entre 306 y 308, en Santa Fe, municipio capitalino de Playa. Hace más de diez años que sufren filtraciones en sus techos, las cuales ya son un peligro, pues alcanzan los conductos eléctricos, y han acabado con muebles y bienes de esas familias.
Muchos han optado por contratar particulares para remediar algo el problema. Y a tanta insistencia en asambleas de rendición de cuentas, en mayo de 2007 se presentaron allí funcionarias de la Micro Social de Playa, y acordaron con los vecinos la reparación del inmueble, de su cubierta y la pintura. Aseguraron la calidad de los materiales y se fijó el precio total, a solventar por los inquilinos.
Pero un mal día la brigada que ejecutaba la obra se retiró, dejando truncos los trabajos de pintura, las cubiertas... Y ante los reclamos, fueron allí las funcionarias y les dijeron que se iban a concluir las labores, pero necesitaban antes cobrar lo realizado, a lo cual los vecinos se negaron: trabajos chapuceros y sin terminar, ¿cómo se iban a pagar? Eso no fue lo acordado, y tienen constancia por escrito. Allí siguen esperando que se filtre alguna solución.
Peor están los vecinos del edificio 13, en el Reparto Obrero de la ciudad de Guantánamo, según nos escribe Carina Cayón, residente en el apartamento 63-B de ese inmueble. Un día de 1999, llegó una brigada (no precisa de qué entidad) y levantó la capa impermeabilizadora de la cubierta para situar una nueva. Días después abandonaron la obra alegando que el material no tenía la calidad requerida. Y en tantos años, no ha aparecido el material a pesar de sus alertas y denuncias.
La triste historia apareció reflejada en el periódico local Venceremos. Y ni así hubo respuesta. Ya transitan hacia el desastre: las filtraciones han tocado el sistema eléctrico, constantemente hay desprendimientos de la placa. ¿Adónde van a llegar por la irresponsabilidad de quienes no cumplieron con su palabra?
Eustasia Miriam Padrón me escribe desde calle 48 número 2312, en el municipio capitalino de Playa. Es una ciudadela conocida por El Comején, en lo que fue una caballeriza de 1885. Sus condiciones son muy críticas, pues se han acumulado los desgastes, sin una atención sistemática.
Hace unos dos años fueron allí dos funcionarios de la Micro Social de Playa y les comunicaron a los vecinos que se iniciarían los arreglos. Se trajeron materiales que, según Eustasia, se fueron «perdiendo» poco a poco. La brigada hubo que cambiarla, y aun así, las obras se encuentran paralizadas, sin ninguna esperanza.
Lesney Mosqueda me escribe desde Avenida 11, Edificio 22A23, apartamento 40, en Santa Cruz del Norte, provincia de La Habana: ese inmueble sufre filtraciones, las paredes están reventándose y se desprenden pedazos. Previa coordinación, la entidad El Rastro, de esa localidad, envió una brigada para la reparación.
El trabajo hecho de nada sirvió. Las filtraciones continuaron, porque tenían que haber levantado el «cocó» y fundir una placa de cemento sobre la cubierta, lo cual no hicieron. Sostiene el remitente que fue todo lo contrario: los materiales desaparecían, y al final dieron por concluida la obra.
Lesney y su papá fueron a reclamar por el mal trabajo, y ellos respondieron que coordinaran para recoger el dinero necesario para el papel de techo. «Fue puro cuento para dormirnos en los laureles», sentencia el lector.
Entre tantos dramas de vivienda, al menos las obras comprometidas con sus moradores debieran concluirse integralmente, con la calidad requerida y el control de los inversionistas. Al final, las indisciplinas e inconsecuencias, los desvíos de fuerza de trabajo y de materiales, los pagan los vecinos que siguen sufriendo el incierto techo. Díganme si no es una manera de agravar el problema habitacional y gravar la economía nacional.