Acuse de recibo
Hoy desentierro la historia de un insólito desentendimiento: el 6 de diciembre de 2003 esta sección reflejó la denuncia de Eguer Leyva, acerca de la ausencia total de servicio de agua, durante diez años, en el poblado Las Marías, del municipio de Limonar, ubicado a seis kilómetros de la ciudad de Matanzas.
Entonces Eguer contaba que esa comunidad recibía el agua gracias a dos turbinas de la granja avícola de la zona. Pero al extinguirse esta última, con ella desapareció el vital líquido. Fue cuando la localidad se conectó a una red de la Empresa Genética, que abastece vaquerías, industrias y otras comunidades. Pero al estar más distantes, no les llegaba.
A ello se sumaba la propia denuncia de Eguer en cuanto a personas indolentes que habían violentado la tubería madre para regar sus cultivos, sin que nadie respondiera o impusiera las leyes. Y mientras tanto, los negociantes de siempre lucrando con la sede de ese centenar de familias, vendiéndoles el agua a precios exorbitantes...
Ahora me vuelve a escribir Eguer para revelar que todo permanece intacto, y nunca se recibió allí una respuesta de las entidades implicadas, como tampoco a esta columna llegó una carta esclarecedora del asunto. Olvido total.
Y uno tiene que preguntarse cómo es posible que en tres años y medio nadie haya dado el rostro a esos pobladores, que son seres humanos, ni a esta publicación. Qué grado de desentendimiento e insensibilidad puede llevar al total silencio y a la inercia. Qué vergüenza.
La segunda carta la envía Norma Reinoso Torres, de calle 55 número 7001, entre 70 y 72, en Consolación del Sur, provincia de Pinar del Río.
Norma refiere que hace 43 años construyó la casa donde vive. Y al lado está la escuela primaria Conrado Benítez, que tradicionalmente tenía una sola sesión. Pero hace unos 7 u 8 años se convirtió en seminternado, y construyeron una cocina de leña en las mismas narices de Norma y de otra vecina, Marilé.
«Desde las seis de la mañana y hasta las dos de la tarde no hay quien viva aquí, pues hay mucho humo en mi vivienda. Somos dos personas mayores y no se nos quita la tos y la gripe. La otra vecina padece una afección respiratoria debido al humo, y ya su salud está bastante resquebrajada, pues allí se cocina con leña verde de pino y eucalipto. Y es insoportable».
Asegura Norma que han tratado el tema con la dirección del centro, con Educación del territorio, con Salud Pública y hasta con el Gobierno municipal. Pero hasta el momento la respuesta es que no hay solución a ese problema.
Norma se resiste a aceptar pasivamente que tal asunto no tenga una salida. Tanto ella como su vecina comprenden que a los niños hay que hacerles almuerzo, pero consideran que algo tan importante no puede basarse en la afectación de la salud de los vecinos. «Siempre se puede hacer algo», sentencia Norma, y tiene mucha razón. Lo más fácil y lo más cómodo es continuar inundando de humo y de hollín las casas de esas familias.
Y en materia de molestias públicas se inscribe la carta de Emelia Rodríguez, vecina de San Gregorio 105, entre Porvenir y Villoldo, en el reparto Víbora Park, del municipio capitalino de Arroyo Naranjo.
El problema es el daño ambiental que genera el mercado agropecuario La Palma entre los residentes de la calle Villoldo, entre San Gregorio y Yara, desde horas tempranas de la madrugada.
Denuncia Emelia que es alarmante el ruido generado por los concurrentes con sus productos del agro en camiones y carretas, lo que perturba el sueño de los vecinos. A ello se suma que «las necesidades fisiológicas de todo ese conglomerado de personas que allí se dan cita, se resuelven en los pasillos, escaleras, parterres y jardines del vecindario».
Con las firmas de los vecinos se han denunciado todas esas indisciplinas ante el Gobierno en el territorio, y los electores las han planteado en las asambleas de rendición de cuentas, pero «nadie ha resuelto este problema que lleva ya varios meses afectando a la población, a pesar de que todo el mundo lo conoce».