Acuse de recibo
Hoy traigo el ajiaco de cartas. La cada vez más copiosa correspondencia me obliga al alarde de síntesis en amalgama de asuntos. Pero no por breves, los ingredientes de este cocido son menos sustanciosos. Diría más: concentran mejor el picante.
Néstor Morales aporta la primera vianda, desde su hogar en calle Pinares 78, entre Orrian y Cuarta, en el reparto El Paraíso de la ciudad de Camagüey. Y fustiga una amnesia común: cuando tenemos, olvidamos lo que tanto nos faltó.
Denuncia Néstor que en el reparto Julio Antonio Mella de esa ciudad, parece que ya nadie se acuerda de la extrema sequía que afectó a aquella región, cuando estuvieron más de un año sin verla pasar y apenas cargándola de camiones pipas. Ya el agua llega diariamente, y ahora el problema es que la mayoría de las cisternas de los edificios no tienen herrajes ni llaves de paso. «Todas las mañanas cuando voy para el trabajo se me parte el alma al ver los ríos de agua. Las calles son canales».
Jorge Sanjuán Álvarez aporta a la olla la especie de la nostalgia. El es un gibareño ausente, pues reside hoy en el edificio SP-12, apartamento 32, en Micro X de Alamar; algo nada parecido al espíritu romántico y la belleza de su ciudad natal. Pero gibareño al fin, vive prendado de aquella joya oriental.
Cuando visitó recientemente la villa, no pudo menos que admirar la emisora radial y el canal de TV local, el campo eólico y la reparación del antiguo edificio de la Colonia Española. Pero queda mucho por hacer, considera, para tratar a Gibara como lo que es: un sitio muy especial de Cuba, que ahora atrae la vista del mundo por su Festival de Cine Pobre.
Transporte es el primer problema, la comunicación con la ciudad de Holguín. Algún día habrá que retomar la vieja tradición del tren que enlazaba a los gibareños, y a cuanto campesino hay a lo largo de la vía, con la capital provincial. Lo otro es el dragado de esa espléndida bahía, y la construcción de un espigón que permitiría el atraque de buques y el cabotaje. También la villa está necesitada de un buen hotel, porque el Plaza, en pleno centro de la ciudad, fue deteriorándose, y su restauración ha quedado inconclusa. Y así otras edificaciones tradicionales que hoy languidecen: la antigua Escuela Superior, que hoy llaman popularmente la Bestia, porque contrasta con la Bella (una flamante tienda en divisas), la conocida casa del señor Ordoño, la edificación más altiva de la ciudad.
Sanjuán sabe que son tantas las carencias materiales acumuladas durante estos años de Período Especial como los problemas. Pero vale su alerta por el renacer de Gibara.
Y para el ajiaco, Herminia García trajo un buen trozo de proteína, que va a hacer lenta la digestión a fuerza de sugerencias: ella vive en San Miguel 570 esquina a Belascoaín, en Centro Habana. El centro del bullicio.
Y mujer observadora al fin, detecta cierta tendencia en las calles de La Habana —sobre todo en Centro Habana y La Habana Vieja— a arrebatarles las aceras, y hasta las calles, a los transeúntes. Ya se hace difícil avanzar por la cantidad de niños y hombres adultos jugando pelota o fútbol, vociferando en franca competencia con los equipos de música a todo volumen. A este tinglado se suman ahora las mesas de dominó plantadas en medio de las aceras, y las rociaduras indolentes de basura y desechos desde balcones superiores.
Indisciplina social que cundió en aquellos años 90 y se resiste a desaparecer. Escasa coerción de multas, señalamientos y alertas por parte de las autoridades pertinentes. Todo eso y más: cierto espíritu de potrero adueñándose de la bella ciudad.
Aquí termino, porque ya el ajiaco tiene demasiada sazón...