Acuse de recibo
Me escribe indignado Álvaro Miari de Casas, vecino de calle Arencibia Final, edificio 5G, apto. 4, en Managua, municipio capitalino de Arroyo Naranjo. Y la historia puede dar fe de lo que digo.
Cuenta Álvaro que en junio y julio de 2006, en el Consejo Popular de Managua asignaron capacidades telefónicas, de las cuales siete eran para su edificio. Y los seis apartamentos del inmueble solicitaban, por lo cual supuestamente sobraba un teléfono.
Después que la comisión territorial hizo los análisis para el otorgamiento, se exhibió la lista oficial en la Casa de Cultura de ese barrio. Y allí aparecía el nombre de Álvaro.
A los tres meses, ETECSA realizó los contratos. Y al dar lectura al listado, plantearon «que si había alguien que no aparecía en el mismo, no les preguntaran, que ellos no sabían nada, que eso era un problema del Gobierno».
El nombre de Álvaro había sido sustituido por el de otro vecino. El 22 de noviembre se dirigió al Gobierno municipal, y la funcionaria de Atención a la Población le planteó que ella «de los teléfonos no sabía nada; que eso lo atendía el vicepresidente o su asesor».
«La barrera estaba puesta difícil», significa Álvaro. Ese mismo día llamó al compañero y le dijeron que no estaba, pero pudo hablar con su asesor y este le planteó que debía localizar en la Casa de Cultura de Managua a una funcionaria, a la cual debía entregar su carta de reclamación. Esta compañera, sin embargo, le planteó a Álvaro «que ella no tenía nada que ver con el otorgamiento de teléfonos en Managua, y por tanto no me podía aceptar la reclamación y mucho menos darnos respuesta».
Álvaro se molestó y fue a la sede del Gobierno municipal. Después de no pocas «barreras», pudo ver al asesor del vicepresidente, y este le dijo «que él no tenía nada que ver con eso, y tampoco dijo a quién tenía que ver».
Otra compañera que estaba a su lado trabajando en una computadora le dijo a Álvaro que el tiempo de las reclamaciones para teléfonos otorgados en Managua había pasado, y que se había sancionado a los responsables de varias dificultades detectadas.
Álvaro argumentó que no era su caso y nada tenía que reclamar en ese momento, pues se le había otorgado el teléfono por el listado oficial. Entonces otra compañera le dijo que había sido un error, que para ese edificio se habían asignado cinco teléfonos, y había que quitar uno, porque al final eran cuatro. Y por eso se lo retiraron a él.
Álvaro respondió que no era cierto, pues según ETECSA, la disponibilidad técnica del inmueble era de siete, uno más que el número de apartamentos del edificio. Y que cuando bajaron los asignados eran cuatro, entre los cuales estaba el suyo.
La funcionaria le planteó que había un error en el listado, pero todo quedó en cierta confusión y ambigüedad.
Álvaro considera que nada ha sido transparente entre tantas dificultades. «Si deseaban resolver el problema, por qué no emplearon otra solución, como, por ejemplo, emplear el fondo del 20 por ciento de los teléfonos (asignados centralmente por el Estado a organismos), sin tener que alterar el documento ya hecho público.
«Me parece que es un delito previsto en la Ley 62 Código Penal, artículo 250, la alteración de documentos públicos para beneficio de otra persona. Si me iban a quitar el teléfono que me habían otorgado, lo ético era haber venido a mi casa y explicar esta situación.
«Transcurrieron casi cuatro meses de la publicación del listado de otorgamiento y la firma de los contratos. Todo eso está dudoso, ya que no sabemos qué hay en concreto. Por si se perdieron los listados de otorgamiento que publicaron en la Casa de Cultura, tengo testigos de que me fue otorgado el teléfono».
Sin pretender decir la última palabra, es evidente que hay demasiados cabos sueltos en esta historia. El reclamante se basa en el derecho que le dio una lista oficial, y todo lo demás ha sido una modificación sin transparencias. Al menos, Álvaro lo ha percibido así, porque nadie le ha rendido cuenta de por qué ha sido vulnerado su derecho. La falta de una información transparente provoca todas esas suspicacias. Hay que ponerse en el lugar de ese cubano.