Acuse de recibo
El pasado 3 de noviembre, y con el título Las Vegas de la ira, esta columna reflejó la denuncia de lo que le sucedió en ese centro recreativo a Nancy Quintana, vecina de calle 2 número 724, apartamento 4, entre Zapata y 31, en el municipio capitalino de Plaza de la Revolución.
Nancy relataba que el 26 de octubre de 2006 decidió disfrutar de una agradable tarde con tres amigas en ese famoso cabaret de la capital. En síntesis, arribaron a las 4 y 30 de la tarde y pagaron 25 pesos por cada una, valor que les permitía consumir, al tiempo que presenciaran el espectáculo artístico.
A las 4 y 45 pidieron cuatro pizzas, a 16 pesos cada una, y un pomo grande de cola, a 28 pesos. El refresco se lo situaron en la mesa a las 5 y 15 «totalmente caliente». Y cuando le solicitaron hielo a la empleada, esta les respondió que el mismo era solamente para los que consumen ron.
Las cuatro pizzas llegaron... ¡a las 6 y 45 de la tarde! «Pensamos que fue a esa hora, argumenta Nancy, porque dos de nosotras nos colocamos al lado de la salida de la cocina para velar que finalmente las trajeran».
Pero lo peor vino después: con las cuatro morosas pizzas, llegaron un tenedor y un cuchillo. Al inquirir por los restantes, la respuesta fue: «No tenemos más cubiertos».
Picaron entonces las pizzas en cuatro para comerlas como pizzetas, y cuando las tomaron en las manos, intentando doblarlas, se deshacían. «Estaban muy extrañas, no solamente crudas».
Precisa la denunciante que las cuatro mujeres se molestaron mucho, y decidieron marcharse de Las Vegas antes de que concluyera la presentación artística que, por cierto, contrastaba en calidad y atractivo con aquella cadena de disparates gastronómicos.
Y ahora arriba una carta de respuesta remitida por el Comité Sindical de ese centro, y firmada por 52 trabajadores del mismo. Lo primero que destacan es que «pudimos leer desagradablemente un artículo sobre el cabaret Las Vegas, donde incluso el título ya es agresivo. No obstante, nuestra administración y el Partido consideró justo que cursáramos una disculpa a los usuarios afectados por el incidente involuntario (...), la que hicimos con gran satisfacción, a pesar de que pudo haber quedado resuelto de haberse dirigido al capitán de salón o al jefe de turno, los que con gran profesionalidad pudieron haber resuelto y aliviar la molestia ocasionada a la referida usuaria».
Precisa la misiva que dichos trabajadores emplearon la crítica para continuar perfeccionando su labor y alcanzar una mayor eficiencia en el servicio gastronómico. Y remarca que ese centro es destacado provincial y unidad Moncadista. Acto seguido enumeran: participan activamente en la Batalla de Ideas, aportando personal permanente en los contingentes de apoyo a obras sociales y la campaña contra el mosquito. Aportan donaciones de sangre, han hecho actividades para los pacientes del Hospital Pediátrico de Centro Habana, son destacados en el movimiento innovador y en la superación. Y esa unidad fue el pasado año la más destacada de la Empresa Recreatur, y su gerente el más sobresaliente.
Agradezco la ágil respuesta del colectivo. Pero no puedo obviar que si les pareció agresivo y desagradable el título —solo un recurso expresivo del redactor, una paráfrasis de aquella brillante novela Las viñas de la ira—, más ofensiva y brusca debió haber sido la experiencia de aquellas cuatro consumidoras. Y eso es más importante.
Satisface saber que hubo disculpas para las afectadas. Es encomiable conocer que ese colectivo ha cosechado tantos lauros. Si es así, ¿cómo es posible que una queja de tal gravedad, que revela tanto maltrato, haya sido tan ligeramente respondida?
La respuesta es enfática en los méritos, que ni mucho menos cuestiono. Pero el primer deber de un gastronómico es ser eficiente en su propio trabajo. Y los méritos se demuestran también en el espíritu autocrítico. Hubiera sido más saludable conocer, si son tan profesionales y preocupados por la superación, ¿por qué aquellas mujeres sufrieron tal desentendimiento? ¿Se investigaron los hechos uno por uno? ¿Se tomaron medidas al respecto para que no vuelva a suceder tal muestra de escasa profesionalidad?
Aun así, al final aseguran que ese colectivo está dispuesto a brindar «un servicio de óptima calidad». A pesar de la intempestiva respuesta, confiemos en ello. Creamos en Las Vegas.