Charles Darwin aplaudiría la calidad y capacidad de la ciencia humana contemporárena, pero de seguro hubiera sugerido dejar a la naturaleza hacer la parte del trabajo que le corresponde. Autor: Internet Publicado: 21/09/2017 | 05:12 pm
La traída y llevada caricatura que nos presenta a un Charles Darwin con cuerpo simiesco, como mofa u honor a su teoría de la evolución de las especies, pudiera convertirse en realidad.
La Academia de Ciencias Médicas de Gran Bretaña reabrió la semana anterior un peliagudo debate ético: la manipulación genética de animales de laboratorio, incluida la introducción en estos de genes, tejidos o células humanas.
El uso de esas técnicas para estudiar enfermedades, encontrar nuevos medicamentos o terapias, o comprender mejor alguna patología, sobre todo con el empleo de ratones, es una práctica bastante aceptada. Sin embargo, la utilización de animales más complejos, como los simios, pudiera iniciar un camino sin retorno.
Hasta donde se conoce, el primer experimento de este tipo se realizó en 1995, en Estados Unidos, cuando se creó un ratón con una oreja de forma humana a partir de células de un ternero injertadas en el lomo del roedor.
Según recordaba un reportaje del medio británico BBC que ha sido reseñado en las sesiones de ciencia de las más importantes corporaciones periodísticas, de entonces acá instituciones científicas de todo el mundo están en capacidad de desarrollar investigaciones introduciendo material humano en otras especies.
Pero un grupo de trabajo encabezado por el doctor Martin Bobrow, profesor de Genética médica de la Universidad de Cambridge, formuló sus temores ante la posibilidad real de crear simios que tengan la capacidad de pensar y hablar como los humanos.
El informe —que retrotrajo a lectores y articulistas a la película de ciencia ficción El planeta de los simios— no se opone a estudios genéticos en animales ni a la utilización en estos de material humano. Es todo lo contrario.
Afirman que estos «son esenciales» para encontrar tratamientos a enfermedades que nos aquejan. No obstante, argumentan que el avance en las técnicas genéticas y los nuevos descubrimientos están planteando «nuevos asuntos éticos que necesitan urgentemente ser regulados».
Así, la academia británica ha solicitado a su Gobierno regular de forma más estricta este tipo de exploraciones: ¡Establecer un límite ético más preciso! Lo que, de ocurrir, pudiera establecer un precedente internacional muy fuerte.
El lado bueno del laboratorio
La introducción de células humanas en animales, especialmente en ratones, ha arrojado éxitos, como la creación de tratamientos o la comprensión de enfermedades crónicas o transmisibles.
Un caso es, por ejemplo, injertar células humanas de tumores de mama para probar nuevos fármacos de cáncer. Otro, la creación de roedores con lesiones similares a un derrame cerebral a los que se les inyectan células madres humanas.
Otro estudio clásico, que ha abierto grandes esperanzas, son los ratones con síndrome de Down, a los cuales se les ha añadido un cromosoma humano, lo que ha permitido entender mejor este padecimiento. Incluso se han implantando genes nuestros en cabras para producir una proteína que se usa en el tratamiento de trastornos de coagulación.
Todos estos estudios, expresa el profesor Christopher Shaw, del Real Colegio de Londres y uno de los autores del informe, «son extraordinariamente importantes», reseñaba www.semana.com.
Con el doctor Frankestein
La mayoría de estos experimentos, reiteramos, se llevan a cabo con pequeños roedores. Y hasta ahí «todo está bien» (al menos para quienes no se oponen a rajatabla a la experimentación con animales —que evidentemente, querámoslo o no, les ocasiona sufrimiento: ellos también tienen su corazoncito). Pero cuando se trata de simios, ahí sí que los británicos pierden la flema.
En el Reino Unido se puede experimentar con monos, con primates poco desarrollados —según ha dictado la «inteligente» especie humana—, mas no ocurre así con los grandes simios como gorilas, chimpancés y orangutanes. Eso está prohibido —aunque en EE.UU. y otros muchos países sí se permite.
No es descabellado pensar que un día alguno de nuestros primos termine hablando y pensando igual que nosotros. Y eso no está mal, si es que el curso de la evolución lo determinó así. Pero ya cuando es el ser humano el que interviene, entonces hay que llamarse a capítulo.
«Lo que tememos es que si se comienzan a introducir grandes números de células cerebrales humanas en el cerebro de primates se podrá transformar súbitamente al primate en algo que posee algunas de las capacidades que se consideran distintivamente humanas, como el lenguaje», señaló el profesor Thomas Baldwin, otro miembro de la academia que participó en el informe.
Según el reporte del periódico www.publico.es, el descargo académico establece tres áreas particularmente delicadas en la investigación con animales: la cognitiva, la reproductiva y la creación de características visuales singularmente humanas.
La primera es «una cuestión fundamental». Para los autores, al poblar el cerebro de un animal con células humanas puede correrse el riesgo de producir uno con una capacidad cognitiva humana, por ejemplo, la conciencia».
Así, el doctor Bobrow, líder de la pesquisa, sugirió establecer la «prueba del gran simio»; es decir: «si un mono modificado con material humano comienza a adquirir capacidades similares a las de un chimpancé, es momento de frenar los experimentos».
En el área de la reproducción, en tanto, recomiendan impedir que un embrión animal producido con óvulos o esperma humano se desarrolle después de los 14 días.
Y sobre el tercer punto delicado: el crear animales con características «singularmente humanas» —es decir, con forma facial o textura de nuestra piel—, dictaminaron impedirlo a toda costa.
La ciencia está llegando cada día más lejos. Pero nunca podemos olvidar que es la ética las que nos hará siempre estar más alto. Y esta es una verdad más grande que un gorila.
La humanización de otras especies puede dejar de ser ficción y convertirse en una mascota.
Ciencia divertida
La Escuela de Ciencias Económicas de Londres ha descubierto que los hombres con mayor coeficiente intelectual son más fieles a sus parejas amorosas.
El censo, realizado entre un alto número de ejemplares humanos masculinos de diferentes edades, profesiones y nivel económico, afirma también que los hombres más inteligentes valoran más la exclusividad sexual con su pareja…
Un estudio encomendado y financiado por la firma cosmética Vichy entre hombres italianos, afirma que estos solo perdonan las arrugas a sus madres y a sus abuelas.
Las arrugas, reveló la investigación, son signo de ternura, sabiduría, experiencia de vida… Pero si las tienen las mujeres o las novias, resultan un horror, según comenta una articulista en la página www.tendencias.yahoo.com.
Cuando se trata de otra mujer, los hombres (¡vaya, al menos los italianos!) «no muestran ni una pizca de piedad: una novia/esposa con arrugas, está vieja y se descuida», dicen.
Al comentar otro estudio relacionado con la belleza, pero este encargado por la transnacional Gillette, y realizado en España, una periodista señala que el 70 por ciento de las mujeres prefieren a los hombres que se afeitan, y que seis de cada diez hombres lo saben, pero no lo hacen.
Claro, si somos mujeres y hombres inteligentes tampoco debemos tomarnos muy a pecho tales análisis. Vichy, por supuesto quiere vender sus cremas; y Gillette, sus cuchillas…
Humor y responsabilidad
Los estudios sobre los accidentes del tráfico en el mundo ofrecen cifras y conclusiones que llaman a la responsabilidad y la educación vial. Sin embargo, también pueden servir a los profesionales del humor para construir sus chistes. Aquí dos aparecidos en la revista Muy Interesante:
—La probabilidad de tener un accidente de tráfico es mayor cuanto más tiempo se pase en la carretera. Con lo cual, cuanto más veloz se circule, menos probabilidades hay de tener un accidente.
—El alcohol está implicado en el 33 por ciento de los accidentes de tráfico, por tanto el 67 por ciento restante son causados por personas sobrias. Con lo cual, la forma más segura de conducir es borracho.