Un carnaval de elecciones se llevó a cabo en Estados Unidos el pasado martes. Los votantes de ambos partidos acudieron a las urnas a escoger a sus candidatos en Kansas, Missouri, Michigan, Washington y Ohio, donde se realizaron comicios para escoger quiénes representarán a su Partido en las elecciones de noviembre. Las dos contiendas más importantes se realizaron en Ohio y Kansas.
En el caso de Ohio, se disputaba la vacante de un congresista republicano que se retiró del Congreso para trabajar en el sector privado. Ese distrito ha sido controlado por los republicanos desde 1983, el anterior representante lo ganó con una ventaja del 35 por ciento y Donald Trump triunfó en él con un 11 por ciento sobre su rival en las elecciones presidenciales de 2016. Pues bien, en el momento en que escribo este comentario, la diferencia a favor del republicano es tan pequeña que es hasta posible que tengan que ir a un reconteo manual de los votos. En Ohio, cuando el margen es menos de un 0,5 por ciento, es obligatorio hacerlo.
En Kansas las elecciones fueron para escoger a los candidatos a la gobernación del estado. Por el Partido Republicano aspiraba el actual gobernador, cargo que ocupa desde enero, por sustitución de otro republicano, y al que se le enfrentó un contendiente apoyado por el Presidente, en contra de la voluntad del mismísimo Partido, que considera que es un candidato muy impopular que pondría en riesgo la gobernación en las elecciones de noviembre frente a un candidato demócrata.
Las primarias que se están llevando a cabo hasta finales del verano son sumamente importantes, ya que van dando una idea de cómo serán las elecciones de noviembre, en las cuales, como se sabe, se renovará el pleno de la Cámara de Representantes.
Junto con los comicios electorales que se llevaron a cabo esta semana en el país, hay otros hechos que están ocurriendo y que son de importancia nacional. En Alexandria, Virginia, se está llevando a cabo un juicio en el que es juzgado el exdirector de la campaña electoral de Donald Trump en las pasadas elecciones presidenciales.
Paul Manafort, que durante varios meses fungió como jefe de la campaña de Trump, es acusado de 12 cargos criminales, entre ellos conspiración en contra de los Estados Unidos, conspiración para lavar dinero, mentir a las autoridades, etc. De ser hallado culpable, enfrentará una condena de largos años en la cárcel. La fiscalía que lleva el proceso ha presentado como testigo principal al lugarteniente de Manafort, el cual ha hecho un trato con los fiscales en busca de una rebaja de su propia condena.
Lo curioso es que los fiscales han hecho lo indecible para tratar de no inmiscuir el nombre de Donald Trump con este caso específico, a pesar de que este hombre ocupó el cargo de su jefe de campaña. Parece ser que, como Manafort próximamente enfrenta otro juicio en la ciudad de Washington, están dejando esa vinculación para esa oportunidad. Trump también ha tratado de desvincularse de su antiguo jefe de campaña. Cuando hace un tiempo se le preguntó por él, se alejó tanto de Manafort que casi lo puso de mensajero de oficina.
Hay que darse cuenta de que, como jefe de campaña, Manafort participó en una reunión privada que se realizó en las oficinas del hijo de Donald Trump y en la que una abogada rusa le había prometido a la campaña información sucia sobre Hillary Clinton. El hijo de Trump declaró ante la opinión pública que dicha reunión se había realizado solamente para hablar de futuros planes para la adopción de niños rusos por parte de los norteamericanos, cosa que ya se ha demostrado que fue una excusa incierta.
De Manafort se va a estar oyendo por cierto tiempo en este país, ya que las investigaciones que está llevando a cabo el fiscal especial Robert Mueller sobre las vinculaciones de la Campaña de Trump con los rusos, aún continúan y aún no se les ve el momento de que lleguen a su fin.
Por otro lado, el pasado martes entraron en vigor las anunciadas sanciones del Gobierno de Estados Unidos contra Irán, sanciones que se multiplicarán en noviembre. No hay nadie racional en este país que pueda estar de acuerdo con esas acciones de la administración Trump por absurdas. El Presidente abandonó los acuerdos nucleares que tanto trabajo costó firmar. Barack Obama hizo lo imposible, junto con China, Rusia y la Unión Europea, para que el tratado llegara a un final feliz y, sin embargo, de un plumazo, sin ninguna razón válida y sin consideración hacia los otros firmantes, Trump lo abandonó. El problema no es que simplemente haya abandonado el pacto, sino que ha impuesto una serie de sanciones con las que castiga a los países que mantengan sus relaciones comerciales con Irán. Ha dicho bien claro que el que se relacione comercialmente con el país persa no lo puede hacer con Estados Unidos.
Así es como van las cosas en este país. Eso, sin contar con la guerra comercial que se intensifica con China y otras naciones. La cosa está, como decimos en cubano, de yuca y ñame. Hasta la próxima.