El II Coloquio Internacional José Martí por una cultura de la naturaleza, evento que recién concluyó, nos dio la oportunidad —dicha grande— de establecer un diálogo sobre José Martí y la cultura de la naturaleza. El mismo formó parte de la trilogía de encuentros encaminados a dar a conocer y promover la inmensa sabiduría del Apóstol cubano, como parte del Proyecto José Martí de Solidaridad Mundial auspiciado por la UNESCO. Lo apreciamos como una necesidad imperiosa en el mundo actual.
«El equilibrio del mundo», «la cultura de la naturaleza» y el propósito de trabajar «con todos y para el bien de todos» están entrelazados en el ideario martiano y constituyen exigencias inaplazables a resolver en el mundo del siglo XXI. Son tres temas claves que están estrechamente vinculados al futuro de la humanidad.
Hemos tenido la oportunidad de estudiar la importancia del equilibrio del mundo y de abordar la necesidad de unir a los hombres y las mujeres de la Tierra para enfrentar el drama humano de los tiempos que vivimos; debemos concentrarnos en la gran tragedia que significa la sistemática y continuada destrucción del medio ambiente y la naturaleza en general, que ha sido fuente de la vida, y que está mortalmente amenazada por las acciones insensatas y criminales de los hombres en medio de una sociedad voraz y deshumanizada.
Como se recordó en este Coloquio más de una vez, frente a esta inmensa tragedia, en la Cumbre de Río de Janeiro en 1992 el presidente Fidel Castro señaló: «Hay una especie en peligro de extinción: el hombre».
Con posterioridad Fidel afirmó: «O cambia el curso de los acontecimientos o no podría sobrevivir nuestra especie».
Es decir, que debemos redoblar nuestros esfuerzos para revertir la situación antes de que sea demasiado tarde. La ciencia, junto a la movilización más amplia posible de las conciencias, puede jugar un papel muy importante para encontrar las posibles soluciones a los colosales problemas que enfrenta la humanidad.
Este Coloquio, además, fue dedicado a plantear la necesidad de estudiar, con el rigor de la ciencia, la enorme riqueza que encierra la naturaleza humana y ello solo se puede lograr a partir de relacionar inteligencia, amor y solidaridad.
Estas potencialidades se expresan en la identidad del hombre con el conjunto de la naturaleza de la que es parte sustancial. En tal relación se haya precisamente la marca de la identidad humana. No olvidemos que la articulación hombre-madre naturaleza alcanzó su más alta expresión en José Martí.
Si se me pidiese un mensaje al respecto, diría: no es exigible que todos los seres humanos sepan hacer política como tampoco lo es que sean médicos, ingenieros, abogados o de cualquier otra profesión, pero sí es indispensable que quienes se dediquen a hacer política profesionalmente posean la cultura necesaria para ello y la capacidad imprescindible.
Siguiendo las ideas de Martí, podemos subrayar que a la vocación de hacer política deben añadirse dos cualidades a los revolucionarios: ser radical y ser armonioso y, además, desde luego, poseer una cultura general integral como postuló José Martí.
En ese sentido, la situación dramática que vive nuestro planeta debido al deterioro creciente del medio ambiente, el calentamiento global, la explotación irracional de los recursos naturales, el envenenamiento de la atmósfera, del agua y de los océanos, que amenaza con provocar un proceso irreversible de liquidar la vida humana en la Tierra, implica que las vanguardias políticas, sindicales, estudiantiles, docentes, los intelectuales, los movimientos sociales y ambientalistas y las personas de buena voluntad tomen conciencia de ese peligro mayor y transformen su fuerza en un poderoso movimiento internacional que detenga el curso actual de los acontecimientos.
No es posible dejar en manos de los dueños de las multinacionales y del gran capital la solución a tamaño problema generado, precisamente, por la esencia del capitalismo, por el egoísmo irracional y la sed insaciable de ganancias. Esos grupos no ven otra cosa que el signo del dinero y son incapaces, por su propia naturaleza, de generar los cambios imprescindibles para detener la catástrofe que ya tenemos encima.
Y es precisamente José Martí, uno de los más grandes pensadores y revolucionarios de este hemisferio, el que nos convoca y nos da luz. No hay que olvidar que uno de los pilares de sus ideas lo constituyó el concepto del equilibrio en las relaciones internacionales y también entre el hombre y la naturaleza. De ella nos dijo «… los que sienten la naturaleza tienen el deber de amarla».1
Anunció los peligros que encierra la explotación irracional e inmisericorde de los recursos naturales. Como alertándonos, expresó: «¡Qué enojo, el de la naturaleza perseguida! Se vuelve hacia el hombre, y como el tigre al cazador, de un golpe de grifo lo desfibra y aplasta. Gruñe y tiende».2
La justicia para toda la humanidad, es decir, con alcance universal, solo es posible lograrla a través de objetivos que sirvan a todos sin excepción. La justicia plena a nivel universal resulta siempre mucho más compleja que cuando se invoca en favor de intereses parciales. Por eso, el socialismo, con la aspiración a la justicia universal es más complejo que cualquier otro régimen social precedente.
Es necesario estudiar, por tanto, lo expresado por los grandes pensadores y próceres. He ahí la fuerza que tiene la cultura cubana y su tradición, formulada en el pensamiento de Luz y Caballero cuando afirmó: «todas las escuelas y ninguna escuela, he ahí la escuela». Para mí, esta es la escuela de Marx, Engels, Lenin, Martí y la mejor tradición cubana. Ahí están los fundamentos de las raíces de la tradición cubana del siglo XVIII.
También contamos con las reflexiones de Fidel Castro que desde hace más de dos décadas —cuando muy pocos estadistas estudiaban y alertaban acerca de estos peligros— no ha cesado de hacer conciencia sobre la urgencia de encontrar caminos prácticos para salvar a la Humanidad y a la Naturaleza de una debacle de proporciones incalculables.
Trabajemos, pues, para elevar a lo más alto el mensaje martiano. Salvemos la Naturaleza. Salvemos la vida.
Luchemos por los cambios profundos que en las sociedades diversas y en todo el planeta se requieren ya con la urgencia de la inmediatez.
1 Carta a Manuel Mercado, Veracruz, 1ro. de enero de 1877, t. 28, p. 127.
2 “La vuelta de los héroes de la Jeannette”. La Nación, Buenos Aires, 17 de abril de 1884, t. 10, p. 24.