En acto en el Museo Histórico Militar de Caracas, se homenajeó a los entonces jóvenes soldados y oficiales que se levantaron contra el orden establecido. Autor: José M. Correa Publicado: 21/09/2017 | 05:30 pm
CARACAS.— Como otro hito en la consolidación de la Revolución y en el surgimiento de una nueva etapa del proceso bolivariano, deben ser interpretados los acontecimientos de la víspera en Venezuela, cuando se conmemoró el aniversario 21 de la rebelión cívico-militar liderada por el comandante Hugo Chávez el 4 de febrero de 1992.
La fecha puede ser vista por los cubanos —en rápida comparación— como el asalto al cuartel Moncada de Santiago de Cuba y al Carlos Manuel de Céspedes de Bayamo, en 1953, bajo el mando de Fidel, líder histórico de la Revolución Cubana.
Tal como ocurrió el 10 de enero último, luego el 23 de ese mismo mes, y ahora este 4 de febrero, miles y miles de venezolanos volvieron a las calles para respaldar a su Presidente, hacer votos por su salud, y reafirmar la vocación patriótica de las mayorías populares de este país. ¿Ocurrirá lo mismo el 27 de febrero, cuando se rinda homenaje a la rebelión popular más conocida como el Caracazo? Espero que sí. Es necesario.
Venezuela está viviendo un momento crucial en su historia. Otro más. Estos últimos meses han sido un privilegio profesional. Pocas veces se tiene la oportunidad de vivir la sismicidad de una revolución que cada día se articula y refuerza más.
Es una epopeya que al parecer habrá de concluir —y empezar— el próximo 14 de julio, cuando se celebren las elecciones municipales de alcaldes y concejalías.
Para la fecha es pronosticable un nuevo triunfo avasallador del chavismo, como mismo ocurrió en las elecciones presidenciales del 7 de octubre y luego en los comicios estaduales del 16 de diciembre. En uno y otro día, el imperialismo quedó en ascuas. A mediados de año, es posible que pase igual.
Ya casi van a ser 16 meses continuos de mi estancia aquí. Los he disfrutado a mil. He hecho un gran descubrimiento: seguro han oído hablar del vaticinio de aquel pulpo sobre la pasada copa de fútbol; o el de una marmota sobre el rumbo de la Bolsa; o del no sé qué aquel sobre no sé qué de aquello.
No hagan caso a los pobres animalitos. Al menos en política, la prensa reaccionaria mundial es el mejor termómetro para medir el curso de los acontecimientos: cuando empiezan a pronosticar, apuesten, pero a la contra.
Cada vez que dicen algo, el planeta no se vuelve al revés, se coloca en su verdadero eje: a la izquierda.
El chavismo ya no es un nombre. O un líder. Se trata de una visión de país. De una construcción ideológica, cultural, económica, social —idiosincrática.
El 14 de julio será la nueva contienda. Espero tener la oportunidad de transcurrir por ese proceso. Y contarlo.
Hoy Venezuela —la Revolución Bolivariana— es el fiel de la balanza. El curso del siglo XXI. Y no hablo de Nuestra América. De esas tierras firmes que bajan desde el río Bravo hasta la Patagonia. Bañadas, siempre, por el Caribe. Y sus islas. Sobre todo por sus islas: por su gente.
El hecho de que millares de venezolanos salgan continuamente a las calles para respaldar un proyecto —cuyo signo se autodefine, sin medias tintas, como socialista— no solo ratifica la construcción democrática de un proyecto participativo y protagónico de las masas (recogida como tal —por cierto— en la Constitución Bolivariana de 1999), sino que estamos asistiendo a la más hermosa de las revoluciones del siglo XXI.
No ha sido la única. Es la que es. Una revolución. El eterno continuum. La rusa de 1917. La cubana de 1959. La sandinista de 1979. Cada una con sus íconos. Sus rostros. Sus virtudes. Sus insuficiencias. Cada cual cargando sobre sí, su historia.
Durante las ceremonias de este lunes por el aniversario 21 de la rebelión cívico-militar del 4 de febrero de 1992, comandada por Hugo Chávez, el vicepresidente ejecutivo de la República, Nicolás Maduro, fue claro: las causas de aquel hecho —dijo— tuvieron su origen en las duras y «aguerridas luchas de resistencia de nuestro pueblo».
Fue la sumatoria —agregó— de las largas batallas contra «la dominación de la oligarquía terrateniente durante el siglo XIX; y luego, contra la burguesía parasitaria, mercachifle y proimperialista».
Y hoy, reflexionó el Vicepresidente Ejecutivo, de lo que se trata es de lo mismo que aconteció el 4 de febrero de 1992 y antes, durante la sublevación civil iniciada el 27 de febrero de 1989 contra el paquete neoliberal de Carlos Andrés Pérez, más conocida como el Caracazo.
Aquella fue —apuntó Maduro— el grito, con sangre, ante toda «la ignominia vivida por nuestro pueblo, el saqueo, el sufrimiento y el dolor». Los pueblos no olvidan.
Vea el texto íntegro del mensaje enviado por Chávez