A la feria de Monterrey llegan compradores y vendedores de todo el país. Autor: Laura Borges Publicado: 31/01/2018 | 10:12 pm
El camino hacia el Área Comercializadora Monterrey (feria de Monterrey) es un chocar constante.
—No, gracias; no, gracias.
—Sábanas, toallas, zapatos de niño, gafas… aquí la tienda completa la tengo yo.
—No, gracias. ¿Puede indicarnos dónde está la feria?
—¿Pa’ qué? Dime qué buscas, que lo tengo más barato.
Y siguen las voces a lo largo y ancho de la calle. «Útiles del hogar». «Camisas de hombre y blusas de mujer». «Las mejores gafas de La Habana a cinco pesos». «Dale, que me quedan dos licras de las buenas». «Maquinitas de afeitar». «Acero, a dos las finas y a tres las gordas».
—Hermana, ¿qué andas buscando? —pregunta un jovencito en la puerta de una casa—. Mira, tengo pasta Colgate, desodorantes en crema, colonias Victoria’s Secret.
Justo en la esquina del Cupet, a unos metros de esa casa, dos hombres se detienen, se secan la frente sin dejar de mirar a los caminantes que vienen y van, como si Monterrey fuese un campo de batalla, como si hiciese más calor del soportable. Caminan en la dirección contraria, hacia la feria.
Castillo acechado por piratas
«La cuevita de La Habana», como popularmente se conoce al reparto Monterrey, es un lugar visitado, tanto por capitalinos como por compradores y vendedores del interior de la Isla.
Variedad de productos, compra-venta al por mayor, precios asequibles y flexibles, así como algunas facilidades de pago, son cualidades que han convertido al consejo popular Luyanó Moderno, perteneciente al municipio de San Miguel del Padrón, en la «meca» del cuentapropismo y en la solución de necesidades básicas para miles de cubanos.
Sus actividades comerciales, sin embargo, no siempre ocurren dentro del marco legal. Aquí se pueden encontrar artículos que «desaparecen» con frecuencia o exhiben precios más altos en establecimientos estatales. Los productos que se comercializan van desde útiles del hogar, confecciones textiles o bisutería, hasta otros altamente penados por la ley.
Tales manifestaciones ilícitas de compra-venta tienen al Área Comercializadora Monterrey en la mira de las autoridades, por lo que muchos de sus trabajadores se quejan de no ser bien tratados, incluso cuando pagan lo establecido a la ONAT, mantienen en regla el contrato con la empresa de Comercio y la licencia de trabajador por cuenta propia en una o varias de sus modalidades.
Según cuenta la leyenda...
«La cuevita» es el nombre popular que se le da a partir de 1940 al reparto San Juan de los Pinos, fundamentalmente por las precarias condiciones de vida, la presencia de aguas albañales y de área boscosa. En 1956 toma como nombre Monterrey.
Unos 40 años más tarde, en los años 90, surge de forma paulatina la «candonga» de la calle Segunda. El mercado negro tuvo entonces en la capital un espacio reconocido, donde las autoridades encontraron retos difíciles de sortear.
El 9 de octubre de 2013, cuando se decretó el cierre de las llamadas candongas en todo el país, más de 50 kioscos de ventas fueron cerrados por las autoridades en la calle Segunda. Desde entonces, se necesitaría un riguroso control y sistematicidad para que los productos estancados y otros de nueva adquisición no pulularan una vez más en las calles.
Como alternativa para ofrecer trabajo a los vendedores que laboraban en la calle Segunda, surge oficialmente y con la legalidad requerida, en enero de 2014, el Área Comercializadora Monterrey, explica Rosa María Vázquez Hernández, especialista principal de Gestión por Cuenta Propia en la Unidad Básica de Comercio en San Miguel del Padrón.
En la feria laboran unas 500 personas, 252 trabajadores por cuenta propia y alrededor de 248 como fuerza contratada. Según la directiva, se lleva a cabo un proyecto que incorporará a nuevos titulares a la feria y mejorará el entorno de todos los trabajadores, que están en condiciones de hacinamiento.
«Lo que es la feria hoy quedaría como parqueo, mientras que a unas cuadras de aquí tendríamos una zona más amplia y puestos de venta homogéneos con una estética mejorada, lo que se traduce en un ambiente más acogedor para trabajadores y visitantes».
Sin embargo, no es la infraestructura o el ambiente lo que más preocupa a los cuentapropistas que allí trabajan.
Poner orden al castillo y expulsar a los piratas
Yaisel Martínez Ramos, quien administra la feria desde hace dos meses, explica a JR que una de las preocupaciones y quejas constantes es la entrada de vendedores sin licencia a la feria, lo que disminuye el ingreso de los cuentapropistas que pagan por el espacio.
«Para enfrentar las ilegalidades se trabaja en conjunto con la Policía Nacional Revolucionaria, con la dirección de Trabajo y con el cuerpo de supervisión integral del territorio», refiere.
Pese a todos los esfuerzos, no se logra poner freno a estas violaciones, las que parecen multiplicarse y continúan incomodando a los titulares del área.
El cuentapropista Juan Antonio Pelayo, de 63 años, considera que la feria de Monterrey no solo ofreció a muchas personas la oportunidad de legalizar sus negocios y vivir dignamente, sino que también dio a la comunidad una nueva vida; sin embargo, cree que se necesita erradicar definitivamente a quienes evaden las leyes y ponen en peligro la imagen del lugar, e incluso, la seguridad de quienes lo visitan.
«En ocasiones, cuando los ilegales intentan huir de la policía arrastran a las personas, y hasta han provocado daños a niños y ancianos. Eso, sin mencionar que vienen padres con sus hijos pequeños y hasta mujeres embarazadas a vender ilegalmente por los pasillos de la feria», ejemplifica.
La ausencia de materias primas para la producción resulta otro de los problemas a los que se enfrenta Juan Antonio, con licencia para comercializar bisutería y confecciones textiles.
«Los inspectores nos exigen la legalidad de las materias primas, pero ¿dónde están? En las tiendas solo encontramos algunas y en la mayoría de los casos son intermitentes. No tenemos aseguramiento de ningún tipo», destaca.
Según explica Yanet Bulgar, especialista de la Dirección Integral de Supervisión y Control, cada semana una pareja de supervisores actúa en el área. «La agresividad de los ilegales en esta feria es superior al resto. Los detectamos, se les notifica, se multan, y al otro día vuelven a entrar; aunque se les multe una vez más, siempre regresan».
Muchos de los vendedores ilegales que entran a la feria de Monterrey no poseen identificación o se niegan a mostrar el carné a las autoridades, lo que dificulta el trabajo de control de los supervisores.
En cuanto a las mesas del área, la especialista reconoce haber detectado varias irregularidades, fundamentalmente la venta de productos no contemplados en las licencias.
«Existen inconformidades de los cuentapropistas con respecto a los productos que recogen las licencias y a la imposibilidad de importación; a estas demandas y reclamaciones respondemos que nuestra responsabilidad no es cuestionar las normas, sino velar por que se cumplan correctamente», señala Bulgar.
Revisar las fisuras en los muros
Pese a tantos contratiempos, los dirigentes sindicales de la feria de Monterrey advierten logros importantes, y resaltan la actitud solidaria de sus afiliados, que tras el paso del huracán Irma hicieron una donación voluntaria de insumos para los damnificados.
Sin embargo, como explica Marisel Díaz, fundadora del área y secretaria de la sección sindical número cuatro, aún falta mucho por hacer y por lograr. «Aquí salen a relucir las preocupaciones del sector cuentapropista de todo el país, debido a que muchos trabajadores del interior la visitan diariamente, por lo que la relación entre la Central de Trabajadores de Cuba y nosotros debe ser más cercana y eficiente» precisa.
Resulta importante que los mecanismos creados para responder a los trabajadores funcionen como está establecido y desde el sindicato, organización creada para representarlos y tramitar sus quejas, señala la dirigente.
El cambio constante de administración —más de 20 entre provisionales y permanentes—, hace que los cuentapropistas no se sientan protegidos dentro del área.
Esta inseguridad se incrementa, alega Marisel Díaz, por los casos que se han dado, en los que individuos investidos de autoridad «exigen determinada “cuota” a cambio de no sancionar o suspender las licencias».
«Lo que exigimos es que las sanciones se correspondan con lo legislado y que el mecanismo de reclamación funcione en caso de supuestos errores, y así, sentirnos protegidos al denunciar y no caer en estos chantajes», puntualizó.
Aunque las complejidades de Monterrey han propiciado diversas actividades ilícitas, no puede condenarse una zona que tanto ha resuelto. Debemos, más bien, respaldar a quienes allí desarrollan sus labores bajo el marco legal establecido y emprender una nueva cruzada contra quienes aún persisten en torcer los caminos lícitos que se han habilitado.
De igual manera, las preocupaciones de los cuentapropistas, tanto en esta como en otras áreas, deben ser atendidas en pos de perfeccionar un sector que ya se muestra imprescindible para la sociedad cubana. Solo así podremos tener castillos libres de tan obstinados y fraudulentos piratas.