Acuse de recibo
Roberto H. Guethón Alonso (calle 1ra., Edificio Cassio Mella, apto. 26, entre 219 y 217, Cruz Verde, Cotorro, La Habana) es un diabético insulinodependiente que urge por una información pormenorizada del Ministerio de Salud Pública acerca de qué situación tiene el país con las jeringuillas para ese tipo de pacientes.
Cuando me escribió, el pasado 25 de enero, Roberto manifestaba: «En estos momentos no tenemos jeringuillas para inyectarnos, ya que no han llegado a nuestra farmacia. No sabemos si es por falta de gestión, o si es un problema nacional, que no se ha podido resolver en el exterior».
Primeramente, según él, les vendían diez jeringuillas al mes, que no alcanzaba, pero iban tirando… Después se redujeron a cinco, que mucho menos les alcanza. Y para rematar ahora les venden dos jeringuillas.
«Este mes no ha venido ninguna, sin ninguna explicación, señala. Solo que están en falta. ¿Es que no vamos a tener más jeringuillas y tendremos que comprarlas con divisa o por la vía ilegal?»
Refiere el paciente que a veces le venden una jeringuilla de cristal, con un paquete de agujas tan gordas que cuando se inyecta le hacen huecos. En tal sentido, considera que debían comprarse en el exterior.
Roberto es jubilado y tiene 71 años. Confiesa que con lo que recibe de pensión no puede adquirir jeringuillas en divisa, y mucho menos comprar las que venden «por fuera», «por la izquierda». Tampoco puede ir al policlínico sistemáticamente, porque vive a aproximadamente 15 cuadras de este, y por allí no pasa guagua alguna.
Roberto necesita que a los insulinodependientes se les dé una explicación pormenorizada de qué está generando tanta irregularidad en el abastecimiento de jeringuillas, algo vital para esos pacientes.
La información sincera y franca es el mejor antídoto contra rumores, especulaciones y sensibles estados de opinión de la ciudadanía.
Blanca Rodríguez Guerra (Matadero 11, entre Calvo y Cisneros, Camagüey) cuenta que su hija Rosana Calvo Rodríguez ingresó en el Hospital Materno de esa ciudad con 32 semanas de embarazo, por presentar un aneurisma, algo sumamente peligroso para su salud y la del bebé.
Rosana estuvo internada desde noviembre de 2014 hasta el pasado 15 de enero de 2015, fecha para la cual ya había dado a luz a su hijo. Y esa es la noticia: hoy ambos gozan de perfecta salud.
«Mi hija, mi nieto y toda la familia recibieron una atención de excelencia, manifiesta. No puedo dejar de felicitar a todos los que colaboraron para que hoy haya felicidad plena en un humilde hogar camagüeyano.
«El servicio de salud primario donde fue atendida por Damaris Álvarez, su enfermera, y la ginecóloga Mariuska, del consultorio cinco del Policlínico Integral Rodolfo Ramírez. Esmeradas al igual que el personal del Materno, con su magnífico director, y los doctores Frank Castillo, Gilberto, Carlos, Olimpia, el neuro Carbonell, los residentes Mayenci y Adrián; las enfermeras y personal de apoyo, que estuvieron pendientes de ella en todo momento.
«Hago una mención especial para quienes laboran en la sala de Neonatología, que brindaron a mi nieto una atención muy humana y especializada.
«Gracias una vez más, pues mi hija ya tiene a su bebé, que tanto anheló. Toda la familia agradece el desvelo de tantas personas, hasta de las pantristas y auxiliares de limpieza, que se convirtieron en guardianes de su salud.
«Todos los profesionales de la salud nos dejaron el sabor dulce de la felicidad, del altruismo y de la solidaridad. Todos elevaron los valores que viene cultivando, contra viento y marea, esta Revolución Cubana», concluye Blanca.
Puede parecer un lugar común y una reiteración, pero lo cierto es que esa felicidad de la familia de Rosana no tiene precio, y se disfruta a diario en nuestros centros de salud, cada vez que se salva una vida. Es lo más grande y sublime.