Ejercer la función de padres implica poder decir no; saber separarse del lugar del hijo cuando se considere que las consecuencias de complacerlo pueden ser peores
Y.R.: Cuando era niña tuve mi primera conciencia de la diferencia entre el hombre y la mujer y quise comprobar el sexo de mi papá. Fui al baño detrás de él y cuando estaba intentándolo como un juego él se giró bruscamente. Aquella fue mi primera decepción porque hasta ese momento era mi querido amigo. Después se disculpó como sabía hacerlo. Yo lo perdoné pero no se me olvida esa primera impresión. ¿Por qué no se puso en mi lugar si yo era su niña querida?
Ejercer la función de padres implica poder decir no; saber separarse del lugar del hijo cuando se considere que las consecuencias de complacerlo pueden ser peores, es un deber de los padres.
Si bien no todas las culturas y familias comparten los mismos códigos respecto a mostrar partes de su cuerpo, en todas se prohíbe el incesto. Hay familias que pueden mostrarse desnudas y otras que no lo conciben, pero nunca los hijos deben detenerse a contemplar, manipular o jugar con los genitales de sus progenitores para «comprender» la diferencia entre los sexos o aprender de sexualidad. Los niños hacen preguntas, realizan investigaciones, generan sus explicaciones. Para esto no solo se apropian de los dichos de otros y la educación, sino de experiencias, y no se precisa que los padres se presten a ser objetos de una vivencia erótica que ese menor no podrá comprender y podría dañarle subjetivamente.
Ser la niña querida de un padre no es incompatible con situaciones como la que describes. Más aún si él fue capaz de conversar y explicar las razones de su acto. El primer «no» significativo se ligó a tu investigación sexual.
¿Repercute esto en tus relaciones hoy? ¿Eres capaz de soportar la decepción y el no de los otros?
Mariela Rodríguez Méndez, máster en Sicología clínica