M.S.: Al cabo de 20 años de matrimonio, mi esposo me traicionó. Decidí terminar con la relación. Siempre le dije que era lo único que no podía perdonarle. Él me dice que soy la mujer de su vida, pero no se decide a dejar a la otra. Me siento muy mal.
Ya sabemos sobre lo que él dice. Ahora usted tiene la oportunidad de analizar qué mujer quiere ser para su hombre, para emprender su camino más allá de terminar o continuar con él. Se imponen cambios.
Es posible que su esposo sea honesto cuando le dice que usted es la mujer de su vida. Por otra parte, habría que analizar las razones por las cuales el matrimonio ha tenido que llegar a este punto, como respuesta a lo que ya no andaba bien desde antes.
El amor por una persona no siempre niega que se sienta una atracción intensa por otra u otras, sin experimentar amor. Esto puede suceder en ambos sexos, aunque suele afectarlos más a ellos. A veces el amor de un hombre por una mujer se torna más tierno y maternal, reduciéndose la intensidad del goce sexual. Entonces, se experimenta con otras a quienes reducen a esa función erótica, sin llegar a amarlas. El reto consiste en encontrar puntos que permitan anudar amor y goce en una misma persona. Ello lleva a muchas invenciones ante los límites propios de cualquier lazo.
A veces, ellas se tornan demasiado maternales, sin dar lugar a la sensualidad. Cumpliendo todas las demandas de ellos, es más fácil hacerse amar; pero merma la posibilidad de ser deseadas. Asimismo, podrían perder la oportunidad de ser amadas cuando se empeñan en satisfacer la avidez y caprichos carnales. No todo, no al extremo y sí al encuentro con la manera singular de amar y disfrutar, advertidas de la existencia de límites para todo y todos.
Mariela Rodríguez Méndez, máster en Sicología Clínica