O. M.: Después de 11 años me recibieron con la noticia de que todo acabó. Mi vida eran mi hijo y su mamá. Es muy duro vivir lejos del niño, con quien soy uno solo. Como pareja tuvimos nuestras altas y bajas. Al principio yo no estaba enamorado y luego no sabía vivir sin ella. Disfrutábamos cada momento, pero sin darme cuenta la relación perdió encanto: dejó de verme como hombre para verme casi como hermano. Eso me afectó, al punto de que si ella tenía deseos no podía complacerla. A pocos días de la ruptura ya estaba con su nueva conquista. Sé que fui culpable por tratar solo de buscar comodidades para nuestro hogar. ¿Cómo hago para levantar mi autoestima? ¿Cuándo volveré a recuperar mi confianza? ¿Qué hago con mi niño, que está sufriendo? Tengo 30 años.
Cayó ante la sensación de rechazo de quien entró en su vida por ser la enamorada que le pedía amor; cuando ya no pidieron o valoraron sus caricias se dedicó solo a complacerla con comodidades, que ella también desestimó. ¿Cómo entender esa tendencia a dedicarse a dar lo que cree que le piden más allá de lo que pueda desear? ¿Qué podría significar que su estima y confianza caigan al no ser valorados? ¿Qué desea usted? ¿Qué lo animaría?
Ella actuó en consecuencia con una ruptura que ya había acontecido al abandonar el deseo y la intimidad erótica para devenir solo padres, compañeros de vida. Usted puede seguir ocupándose de su hijo tan bien como hasta ahora, pero además ha de ocuparse de usted como alguien más que «uno» con él, más que ser complaciente y cumplidor de su deber de buen hombre, padre, etcétera. ¿Cómo quién? Vale empezar a indagarlo. Si lo necesita, no dude en consultar personalmente a un psicólogo que pueda ayudarle.
Mariela Rodríguez Méndez, máster en Psicología Clínica, psicoanalista.