Y.S.: Llevo una vida tranquila, casi sedentaria y me alimento bien sin estar gordo. Mi problema es que a veces pierdo el apetito sexual hasta por un mes, durante el cual no disfruto aunque me exponga al coito con mi pareja, a quien amo en verdad. Sin embargo, puedo masturbarme de dos a tres veces diarias cuando estoy excitado. ¿Qué puede estar sucediendo? Tengo 31 años.
Es formidable que te hagas esa pregunta, porque al buscar su repuesta, preferentemente acompañado por un especialista, podrás descubrir cómo te relacionas con tu deseo: qué te lo provoca, qué lo inhibe... Esa inapetencia no ha de ser casual y algo quiere decir de otras cosas que deben estar aconteciéndote.
Desear requiere más de la falta que de la presencia de lo deseado. Falta de algo que, por otra parte, imaginamos como complemento de nuestro ser, lo que vendrá a dar el goce que no tenemos. Sin embargo, la satisfacción languidece y reaparece el deseo de repetirla o superarla. Así se vuelve a la búsqueda. Cada encuentro suele ser el inicio de otro recorrido y la circulación del deseo humano.
La presencia excesiva, constante e incondicional de lo que creemos deseable puede saturar e incluso generar más angustia que placer. El deseo es caprichoso e inconstante y, como bien planteas, no siempre depende del amor.
Vale destacar que para cada uno de nosotros hay maneras muy peculiares de buscar, encontrar, acercar y alejar el placer. Reconocerlas y asumirlas siempre que no dañemos a terceros también ayuda a desear, tanto como ignorarlas contribuye al agobio. No olvidemos que el estado de salud (físico y mental), la estructura psíquica, la implicación en otras actividades y determinadas ideas o fantasías también aumentan o quitan el apetito.
Mariela Rodríguez Méndez. Máster en Psicología Clínica y psicoanalista.
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