C. R.: Tengo una novia que es virgen y ya se decidió a tener sexo conmigo, pero cuando estuvimos juntos no pude quitarle la virginidad. Quiero que me oriente cómo hacerlo, porque me dice que le duele mucho y no sé cómo debería evitar que le doliera o que sea lo menos posible.
La virginidad es mucho más que un himen por traspasar. Es también una posición ante lo erótico con la cual una muchacha se puede identificar. Tal vez salga de su posición virginal cuando sea mayor el placer sin penetración. Ya decidió entrar en el terreno de la búsqueda, pero sin violentarse.
El hecho de que no deje de dolerle luego de haber confesado su determinación de iniciar su vida sexual nos invita a intentar comprender que la declaración voluntaria no es suficiente, no dice toda su posición. Al mismo tiempo su dolor dice que no está preparada para la penetración. Tendrás que esperar la aparición de otras claves de entrada diferentes a este «dolor», otros indicadores del placer experimentado cuando ya sea su cuerpo el que hable y no se trate solo de un decir voluntario de lo que quisiera hacer.
Sugiero que no tomes literalmente su consentimiento al inicio sexual como el comienzo inmediato de la penetración. Lo sexual suele ir más allá del coito. Su aceptación podría interpretarse como invitación a la búsqueda erótica, la complicidad, la creatividad, el placer, hasta que el dolor ceda paso al deseo de más. Para ello es conveniente dar valor a los juegos y fantasías, sin definición de objetivos concretos, límites de tiempo o prácticas precisas, siempre teniendo en cuenta su ser único de mujer.
Mariela Rodríguez Méndez, máster en Psicología Clínica y psicoanalista