La educación de la sexualidad fortalece la confianza en las familias, y debe tener un componente personalizado en cada niño y niña, para cultivar su unicidad
En los tiempos modernos es innegable la importancia de la etapa infantil en la formación del ser sexuado, porque es en esos años cuando se consolida su personalidad, y tanto en la familia como en el ámbito pedagógico los adultos deben asumir de manera integral cada paso de ese desarrollo.
Esto implica responder inquietudes de forma directa, dentro del marco de valores del hogar o la institución, y percatarse de posibles alteraciones del comportamiento vinculadas con situaciones que atentan contra su propio progreso individual.
La educación de la sexualidad fortalece la confianza en las familias, y debe tener un componente personalizado en cada niño y niña, para cultivar su unicidad.
Personalidad es lo que nos distingue, aunque compartamos el don de la humanidad con millores de otros seres. Es ese conjunto de cualidades físicas, sicológicas, afectivas… el modo particular de reaccionar al entorno, de interpretar el mundo, relacionarnos, actuar y ver la vida.
Tiene bases genéticas, como demuestra el temperamento, pero muchas de sus expresiones se moldean con las experiencias y las emociones asociadas. De ese modo adquirimos una identidad sexuada desde la infancia, pues más allá de ser mujeres u hombres, lo somos en un contexto sociocultural único.
Desde el nacimiento nos apropiamos de habilidades, modos, conocimientos, costumbres y valores presentes en el medio o conservados de otras épocas, y a la vez cultivamos dones únicos, heredados, moldeados en la familia y las instituciones, los recursos materiales, los paseos… vivencias que marcan la personalidad, limitada por prejuicios y expectativas ajenos.
En lo sexual, como en otras dimensiones de vida, la infancia es decisiva en la asimilación de patrones de conducta, no solo por aquello que nos dicen, sino por lo que vimos hacer en casa, en la escuela, pero también en las redes, los medios, la música, la televisión, los grupos de pertenencia y referencia… filtrados por nuestros rasgos de personalidad.
Algo que la familia no siempre tiene en cuenta es cómo fomenta la formación de una jerarquía de motivaciones, a veces inconscientes, como reguladoras constantes de la conducta y la matriz personal: de ello dependen sentimientos morales, cognoscitivos, estéticos, políticos, espirituales… perfilados en el trato con otras personas cercanas.
En esas conexiones se registran y afianzan las más variadas estimulaciones, sobre todo en los primeros seis años de vida, y la afectividad es decisiva para un desarrollo saludable de la sexualidad personal y la personalidad sexuada, asociadas ambas a valores, habilidades y actitudes hacia su conocimiento y ejercicio responsable.
La sexualidad es fuente de placer y bienestar, y nos permite, entre otras cosas, disfrutar de una privilegiada forma de comunicar sentimientos y sensaciones. En su núcleo está la identidad de género, y eso implica aprender a ser hombre, mujer o algo más, pero plenos, felices y responsables.
Esa identidad no se circunscribe a los genitales, y en la infancia hay que tenerlo presente para no descuidar el cuidado pleno del cuerpo y la prevención de situaciones desagradables o traumáticas.
Por cierto, de todo eso sí se habla a los chicos, en casa y en la escuela, para enseñarles los nombres apropiados de cada parte de su cuerpo en el momento y lugar adecuado, sin más relevancia que cuando se nombra sus extremidades o su rostro.
Se pueden emplear ilustraciones sencillas, el espejo, la observación de pares. Solo evite tocar o que le toque ninguna zona con demasiado interés (incluso rostro, espalda, brazos…), y enséñele a no permitir que otros lo hagan, a menos que tengan una razón importante y un adulto responsable esté presente (como en el médico o la peluquería).
Estimular la autonomía en su atención (bañarse, vestirse, peinarse, alimentarse) es una forma de protegerles de conductas viciadas de otros menores o adultos, y también debemos respetar cuando no les nace besar o abrazar a alguien, así sea de la familia, porque en esas edades la intuición es un recurso natural muy desarrollado, y sería magnífico que no la perdieran por imposiciones.
Si aún no tienes claro cómo acercarte al tema, busca los libros seriados Chamaquili, de Alexis Díaz-Pimienta, donde hacen alusión a la sexualidad de forma sencilla y simpática, y a través de poesías.
*Licenciada en Educación Prescolar y maestrante de Género y Educación Sexual.