En febrero, muchas personas se sienten «raras» por no estar en pareja y son más flexibles al proponer o aceptar invitaciones de alguien que le ha mostrado interés romántico, aunque tal vez en otras condiciones no motivaría su interés
El verdadero amor no se conoce por lo que exige, sino por lo que ofrece.
Algunas de esas citas terminan en una relación enriquecedora. Otras no sobreviven un par de horas de conversación o se diluyen en un encuentro sexual más o menos favorable, sin chispa para prender otros lazos.
A nuestra sección escriben jóvenes contándonos esa experiencia y preguntando de qué manera pueden «maximizar» las primeras citas para aprender más de la otra persona en un ambiente agradable, sin que parezca una entrevista laboral.
Hay muchas recomendaciones en internet: decálogos de preguntas que ayudan a saber qué terreno pisas. Acá nos basamos en los consejos del Doctor Danien G. Amen, neurólogo norteamericano con numerosos libros publicados sobre el amor y el sexo en relación con el cerebro y la conducta humana; un convencido de que en ese primer intercambio puedes vislumbrar señales de esperanza o toxicidad.
Lo primero es tener claro los tópicos: si te quedas solo en su deporte o grupo musical favorito estarás caminando sobre la hojarasca, lo que puede cambiar en pocos meses o años. Necesitas indagar (con sutileza al principio) por sus traumas y mejores recuerdos infantiles, la relación con sus padres, sus dones artísticos y laborales, sueños profesionales y filosofía de vida, paradigmas sociales, políticos, religiosos…
Facilita tu análisis que te comparta anécdotas de momentos en los que su salud o su vida estuvo en riesgo y si tiene tratamiento médico (o debería tenerlo, pero lo rechaza). Fíjate si abusa de la comida o el alcohol, si fuma, si habla de drogas, si mira de frente o te evade con mirada ansiosa…
Es importante saber su historia amorosa previa: con qué tipo de personas se ilusionó antes y por qué terminaron esas relaciones. Si tiene hijos o hijas y qué tal se autodefine en ese rol, cuándo les dedica tiempo y si pretende que formen parte de la relación que supuestamente están fomentando.
No menos importante es hablar de las fantasías eróticas, el consumo de pornografía, la experiencia que considere más placentera y aquella en la que cree hizo algún papelazo (y qué aprendió de ambas como amante).
En estos tiempos es inteligente saber cuál es su posición respecto a la dependencia económica o afectiva de la pareja y su modelo ideal de vínculo en cuanto a convivencia, exclusividad sexual, relaciones de amistad con cualquier ex y frecuencia de
encuentros sexuales. Con responsabilidad debe promoverse el asunto de las ITS y la protección ante ellas, así como la conducta a seguir ante un embarazo, si es que le interesa llegar hasta ese punto.
Tampoco es ocioso observar su nivel de obsesión con el celular y cuáles son sus redes sociales favoritas; para qué y con qué nivel de agresividad o divertimento actúa como internauta, y si necesita postear todo y pierde la noción de privacidad. Incluso el ángulo y realismo de las selfies da señales de su autoestima y aceptación de la realidad.
Por cierto: si en una primera cita no es capaz de estar 15 minutos sin mirar la pantalla para enfocarse en ti, tal vez su concentración en el acto sexual dure ese tiempo… o menos.
Pero recuerda que no vas solo en plan de comisión evaluadora: para disfrutar la velada debes esmerarte en ser una buena compañía y escuchar sin enjuiciar. Cada quien llegó a este momento por el camino que pudo, y si sus perspectivas no te entusiasman, es mejor dejarle ir sin poner etiquetas.
Eso sí: piensa que también la otra parte tiene interés en conocerte y espera le respondas con sinceridad. Si toca algún punto con el que no te sientes a gusto hazlo saber y toma nota para ti: ¿por qué ese asunto te incomoda?
Puede que un diálogo genuino propicie una «primera cita» con tu propio inconsciente y descubras qué temes o qué amas de la vida, y por qué no te animas a vivirla como te gustaría.
El quid de estas exploraciones, afirma Amen, es usar el cerebro para proteger al corazón. Un consejo útil para seguir cualquier mes del año, tanto con personas que te deslumbran como con aquellas a las que solo estás dando una oportunidad con la esperanza de que te sorprendan… preferiblemente para bien.