La estimulación sensorial puede ser cualquier sonido que aporte exitación o seguridad según las circunstancias del acto
¿Qué es erótico? El juego acrobático de la imaginación.
Diane Akertman
Cuando se habla de estimulación sensorial, por regla general asumimos que los hombres son más visuales y las mujeres prefieren oler, pero muchas personas aseguran que su detonante principal es una frase, una melodía, un tono de voz… cualquier sonido que les aporte excitación o seguridad, según las circunstancias del acto.
El lenguaje puede enriquecer nuestro mundo erótico, incluso con vocablos que en otras condiciones no admitiríamos decir o escuchar. Pero puede también ser fuente de displacer si rebasa los límites culturales o desconcentra a quienes necesitan el silencio o una música discreta para disfrutar.
Palabras tiernas, suspiros, gemidos, llantos, promesas, imprecaciones, súplicas, órdenes… todo vale en ese instante. Gritados al viento o susurrados al oído, tienen un efecto de sublimación del acto sexual que genera complicidad y resulta a la vez liberador.
Pero ¡cuidado con el contenido! Algunas personas se ponen demasiado creativas y apelan a poemas, frases en otros idiomas o fragmentos de series que en lugar de excitar a la pareja la ponen a pensar demasiado, lo cual rompe la conexión e «intelectualiza» el intercambio.
El éxito depende de las circunstancias. Los estímulos verbales transmiten emociones que deseamos oír, al menos en esos minutos de entrega. Incluso si la mente sabe que no responden a sentimientos duraderos ayudan a incrementar el placer, como una puesta en escena en la que somos protagonistas y espectadores a la vez.
También la música ha sido cómplice del erotismo desde etapas primitivas, por su capacidad de imitar sonidos de la naturaleza asociados al sexo, como el repiqueteo del corazón, el viento que penetra los árboles o el llamado de los animales en su etapa reproductiva.
Cada instrumento induce emociones según la cadencia y el ritmo elegidos: sensualidad, misterio, cordialidad, clímax, desafío, pasión… El cuerpo asimila el seductor concierto e incrementa la producción de adrenalina, que revierte en oxitocina, vasopresina, dopamina…
Algunos individuos hacen tal fijación con un estímulo auditivo, que sin escucharlo no logra la máxima excitación, menos aún el orgasmo. En esos casos hablamos de una parafilia asociada a la escucha: la audiofilia, también llamada melolagnia cuando el estímulo es la música o una voz que canta; narratofilia, si lo que excita son las historias sensuales, y escatofilia, cuando le es imprescindible escuchar y proferir palabras soeces.
Si esta peculiaridad no afecta la vida social o familiar, no necesita terapia. Se puede funcionar en pareja mientras haya un acuerdo satisfactorio para ambos. Igualmente se recomienda tomar precauciones para que otras personas no se vean obligadas a escuchar tanto entusiasmo desbordado, en especial los menores de casa o del vecindario, porque esa experiencia puede generarles un trastorno sexual.
La dependencia sonora socialmente reprochable es la que no cuenta con el consentimiento de quienes proporcionan el estímulo. Se conoce como ecouterismo, oyerismo o escucha de tercero, y su peligrosidad social no viene por el modo de excitarse en sí mismo, sino porque el individuo está dispuesto a perturbar la privacidad de otras personas, violar domicilios, masturbarse en los exteriores a riesgo de ser visto o grabar actos sexuales ajenos para solazarse luego en la comodidad de su propio hogar.
El origen de esta necesidad se remonta muchas veces a la adolescencia o la infancia, cuando los adultos con los que convivían no tuvieron el cuidado de moderar sus expresiones sexuales o el volumen de los materiales pornográficos que consumían, explicó a JR la doctora Elvia de Dios, especialista del Cenesex.
La sicología cognitivo-conductual ofrece herramientas que ayudan a controlar esa compulsión (que puede tipificar como delito), y además sugiere otras fuentes de estímulo, como películas o grabaciones de sus propios actos sexuales, para escuchar en la intimidad, cuidando no molestar a los demás.