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Llantos involuntarios

A algunas personas el orgasmo les da por reír o dormir. Otras abrazan, y un grupo, desbordan esa energía en sollozos

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

¡Todo el que sabe llorar, sabe el camino del cielo!
Oscar Wilde

 

Ella lo mira asombrada. No es la primera vez que hacen el amor, sí la primera en que él llega al clímax… y rompe a llorar. Eso la asusta, pero tiene la madurez de preguntar, con respeto, si hizo algo que le molestara o le vino algún recuerdo triste y prefiere quedarse solo.

Él se recupera, la acaricia y asegura que no pasa nada: sus orgasmos siempre son así, desde la adolescencia. Por eso los evita hasta sentirse en confianza con la pareja.

Sus lágrimas no las desata el miedo, la culpa, la nostalgia o el dolor. Solo el placer. ¡Mucho placer! Y solo con alguien que le importa, así pasen años juntos.

¿Es un trastorno?, pregunta ella con timidez, y él toma su celular para mostrarle un sitio digital que lo explica: es una reacción natural ante esa lluvia de hormonas durante y después del orgasmo (sobre todo oxitocina y prolactina), que funciona como intenso catalizador de emociones. A algunas personas les da por reír o dormir. Otras abrazan, y un grupo, como él, desbordan esa energía en sollozos.  

¿Disforia o disfraz?

A propósito de las páginas anteriores de esta serie, dedicada a los orgasmos involuntarios, un lector de mediana edad pregunta: «¿Y si lo que escapa a la voluntad es la forma de vivenciarlos? ¿Qué diferencia a ese estallido de eufórica “debilidad” del llamado malestar poscoital?».

Amigo lector, vale aclarar que un hombre no es débil porque llore si se emociona intensamente o demuestra ternura ante su pareja, familia, mascotas u otro seres vivos.

Ese prejuicio viene de la cultura machista y atraviesa de forma inconsciente temas considerados tabú durante siglos. Debilidad sería, en todo caso, no manifestar libremente tus emociones cuando estás en un sitio seguro y con una persona que te genera confianza, además de placer.

El llanto es una reacción humana muy ambigua, casi siempre espontánea, más vinculada con la intensidad de las respuestas emocionales que la causa exterior. Por eso lloramos de tristeza, dolor, rabia, alegría, bienestar o placer. 

 Nuestra cultura considera inapropiado o manipulador llorar frente a extraños en la edad adulta, y algunas personas que se saben propensas a sollozar tras el coito se privan del final feliz para no asustar o parecer vulnerables.

Les pasa a hombres y a mujeres, no se sabe en qué proporción porque cuesta trabajo franquearse al respecto, y aunque parezca insólito hay quienes prefieren fingir un clímax «normal» (gritos, gemidos, contorsiones… como en las películas), por miedo al cliché de que peligra la virilidad del hombre que llora o ve llorar a una dama.

En lo que sí tiene mucha razón el lector es en que no debe confundirse ese llanto emocional (nombrado crymaxing, en inglés), con la disforia poscoital o síndrome de malestar sexual, incluido en el 4to. Consenso Internacional de Medicina Sexual, de 2015.

 Este trastorno se caracteriza por irritabilidad, cefalea, fatiga u otras reacciones incómodas involuntarias, para las cuales es mejor buscar la ayuda de profesionales con conocimiento de siquiatría y sexología.

 Según explica la doctora Elvia de Dios Blanco, terapeuta del Centro Nacional de Educación Sexual, Cenesex, hay otros malestares en los que el acto sexual resulta agotador (síndrome neurasténico o agotamiento nervioso y la fatiga que acompaña a la anemia, por ejemplo), pero no deben confundirse con la disforia sexual.

De hecho los reconocidos sexólogos Master y Johnson describieron la cefalea poscoital desde el pasado siglo, y desde entonces varios institutos intencionan estudios para encontrarle causas orgánicas, tal vez traumas cerebrales de nacimiento o secuelas de enfermedades como la meningitis.

 Es preciso estudiar cada caso para llegar a un diagnóstico adecuado y ayudarle a superar sus malestares, asevera la experta del Cenesex, y ofrece su teléfóno para cualquier consulta del tema: 7638-8405, martes y jueves.

Mientras el llanto sea respuesta física espontánea a una conexión intensa con la pareja, frecuente o casual, no hay que preocuparse ni esconderlo, aconseja.

La escritora y periodista peruana Gabriela Wiener describe el asunto de una manera hermosa en una de sus crónicas para el periódico español El País: Lloras en el sexo «cuando has sido capaz de entregar un palmo más de ti y tienes la intuición nítida y emocionante de que sí, de que el otro realmente ha entrado en ti y se ha puesto a caminar descalzo por las habitaciones de tu alma». Dichosas lágrimas entonces, ¿verdad?

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