Siempre es necesario propiciar el diálogo de emociones y saberes para desmontar las ideas que por siglos han limitado el modo de ver la sexualidad humana
Ser libre no es meramente deshacerse de las cadenas de uno, sino vivir de una forma que respete y mejore la libertad de los demás.
Nelson Mandela
«La campaña contra la homofobia y la transfobia hay que hacerla todo el año, no solo en la jornada de mayo», insistía la semana última Mariela Castro Espín, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), en un encuentro con periodistas adscritos a Comunicarsex, una de las redes que contribuyen a irradiar la labor educativa de esa institución por todo el país y en el ciberespacio.
«Los prejuicios son como jaulas, y esa rigidez de pensamiento daña a quienes colocamos dentro, pero también impacta la dignidad de los sujetos que se colocan fuera», apuntó Castro Espín en la inauguración de Gaviotas del género, exposición de artes plásticas del sicólogo italiano Paolo Valerio, que comparte espacio en la galería del Cenesex con la muestra fotográfica Cuba en 82, del joven cubano Liam Durán.
Para quienes nos sumamos a ese llamado, activismo no es arremeter contra personas o grupos porque esos son justamente los resortes de la discriminación que repudiamos: es propiciar el diálogo de emociones y saberes para desmontar las ideas que por siglos han limitado el modo de ver la sexualidad humana.
Tras cada estigma paralizante hay una herencia cultural no cuestionada, y hay también argumentos científicos, morales o jurídicos que alguna vez respondieron a las interrogantes de su tiempo, aunque hoy resulten inoperantes ante una realidad urgida de otras miradas, más plurales y equitativas.
Muchas personas que se declaran progresistas y lo demuestran trabajando por la sostenibilidad de un proyecto social más desarrollado, incurren a diario en actos discriminatorios inconscientes desde su lenguaje o sus decisiones, muchas veces por hábito o por falta de información veraz sobre esos temas.
Despertar su sensibilidad, apelar a su perspicacia y demostrar que hay otros modos de relacionarse con lo diferente, es la intención del Cenesex y sus redes sociales, integradas por seres con orientaciones e identidades incomprendidas que eligieron responder desde la resiliencia, y también por muchísimas personas situadas, según la visión patriarcal del mundo, en los «escaños correctos» de la sexualidad normativa.
Lo que articula a artistas, deportistas, personal médico y de las ciencias, juristas, cuadros políticos, periodistas, estudiantes y profesionales de otras áreas alrededor de este proyecto inclusivo, no es nuestra manera particular de vivir el erotismo o constituirnos como familias, sino la certeza de quien se sabe a cargo de su vida, con sueños bien encaminados, pero entiende que la felicidad no es completa mientras otros individuos no puedan ejercer los mismos derechos según sus propias necesidades y anhelos.
Las jornadas que convoca el Cenesex han ido ganando crédito, visibilidad, demanda popular, y eso prueba su acierto para revelar los múltiples mecanismos de homofobia y transfobia que aún operan en la vida cotidiana, tanto en la dinámica de las familias o la creación individual como en la organización de los servicios, los esquemas institucionales y académicos, el debate ideológico y la defensa de valores colectivos.
Al decir de Manuel Vázquez Seijido, subdirector del Cenesex, menos de 15 países en todo el orbe han elevado a rango constitucional la voluntad de no admitir discriminación por orientación sexual o identidad de género, equiparándola con el interés de desterrar otros rezagos, como el racismo y el machismo, y con el derecho a la libre expresión de opiniones, creencias y estilos de vida, mientras no se vulneren los derechos del Estado o la ciudadanía.
Todos los humanos somos posibles dianas de gestos o medidas arbitrarias, alimentadas por la ambición o el miedo de unos pocos en su radio de acción. Esa fragilidad que hoy levanta muros debiera convertirse en puentes para la comprensión, en tierra fértil donde cultivar amor y respeto hacia todo lo vivo en el planeta, más allá del espíritu de las leyes.
Que se debata hoy en las calles, en Facebook, Twitter y otras redes sociales sobre la cercana renovación de nuestros Códigos fundamentales, que se hable de pluralidad familiar, del reconocimiento al derecho de las mascotas o la posibilidad de ejercer oficios en función del talento y no de cuotas por género o regiones, es otra muestra del impacto logrado en la última década por las propuestas del Cenesex, de su liderazgo científico para promover cambios en el imaginario social sin pretensión de acaparar el activismo civil o institucional, pues muchas veces acompaña y multiplica iniciativas de otras entidades estatales, organizaciones civiles y proyectos particulares o comunitarios que gestionan prácticas equitativas para todos los seres, sin prejuicios a distinción.