El envejecimiento acelera la atrofia del tejido vaginal, que al volverse frágil pierde elasticidad y se reseca más rápidamente. En esas condiciones, un coito mal preparado puede generar dolor, dificultad para penetrar y anorgasmia
Un amante, cuando está excitado por el amor verdadero, puede recorrer la gama de siglos de ciencia amorosa.
Isabel Allende
La vagina es una cavidad virtual. Aunque tiene obvios límites físicos, no es certero hablar de mujeres «anchas» o «estrechas» como característica inamovible, pues una de sus virtudes es la capacidad de adaptarse a lo que la penetra.
Tal flexibilidad depende de la intensidad de los estímulos, pero también del estado de salud y la edad de la mujer, tanto como de su percepción subjetiva sobre el acto sexual, su estilo de vida y maneras de relacionarse como pareja.
Con entrenamiento se puede dominar los músculos alrededor de la vagina y lograr que esta ejerza presión a diferentes ritmos sobre el pene o juguete sexual. Tales técnicas se enseñan desde hace milenios en las culturas orientales y en el mundo occidental se conocen desde el pasado siglo.
Al hablar metafóricamente de una «vagina feliz», todo el mundo piensa en la lubricación, fluido que aparece al aumentar la irrigación sanguínea de la zona durante la fase de excitación.
Aunque no se nota a simple vista (por adaptación evolutiva de algunas hembras primates), muchas mujeres se avergüenzan de que un estímulo auditivo, visual u olfativo active su memoria emocional y un turbión de hormonas propicie esa inquietante humedad espontánea. Ese temor es el resultado de equiparar el goce femenino con inmoralidad, inhibición que a nivel subconsciente puede frenar la respuesta natural del organismo cuando más se la necesita.
Pensar la lubricación como un chorro de sustancia oleosa que proviene del útero es otro error popular, más bien son gotas que se «sudan» a través de las paredes vaginales para cubrirlas en cuestión de segundos. Su olor, cantidad y densidad dependen de factores a veces ajenos al estímulo.
La Doctora Blanca Manzano, eminente ginecóloga cubana, explica que los cambios físicos durante el climaterio (u otros eventos adversos) no afectan necesariamente el deseo erótico, pero dificultan el desempeño porque interfieren en la seguridad emocional de la mujer o de su pareja.
El envejecimiento acelera la atrofia del tejido vaginal, que al volverse frágil pierde elasticidad y se reseca más rápidamente. En esas condiciones, un coito mal preparado puede generar dolor, dificultad para penetrar y anorgasmia.
Sin embargo, la experta desaconseja hacer el juego a los prejuicios porque espaciar la actividad sexual afecta aún más las paredes vaginales. Es un error escudarse en los años para evadir el encuentro íntimo cuando probablemente el displacer tenga su origen en la historia vital de esa mujer: baja autoestima, sobrecarga de tareas domésticas o laborales, poco descanso físico y mental, una pareja poco solidaria y una relación poco gratificante en afectos.
Además influyen los patrones culturales. En la juventud, pocas mujeres se interesan por su propia vagina, excepto como dadora de placer a otras personas o como canal del parto, y en la etapa madura la evalúan desde la falla o el dolor.
Investigaciones multidisciplinarias demuestran el peso de los estereotipos en la respuesta sexual femenina, pues más allá de la edad o lugar de residencia, la resequedad vaginal, la dispareunia (dolor) y la disminución del deseo son más significativos cuando la menopausia se adelantó por razones médicas y el imaginario social las tilda de «menos mujeres» al faltar el útero, un ovario o un seno.
Otros factores comunes que abundan en estas mujeres son el cansancio extremo o astenia (por trabajo intelectual y físico), la hipertensión, los trastornos del sueño y los episodios de ansiedad, irritabilidad y depresión.
Si no se abusa de fármacos y además de los ejercicios de Kegel se practica Yoga, Tai Shi, aeróbicos u otra actividad física integral, la vagina conserva flexibilidad y lubrica aceptablemente aun después de la menopausia.
No se trata de luchar contra la edad, sino de aceptar etapas y ajustarse a ellas. Es bueno aprender a variar las posturas, extender los juegos eróticos y si es preciso usar elementos artificiales, como lubricantes a base de agua, terapias hormonales y los modernos tratamientos de ozono o con rayos ultravioletas.
Cada mujer debe explorar qué funciona mejor con ayuda de su pareja y adecuado asesoramiento profesional. Improvisar con sustancias destinadas a otros fines, como aceite comestible o cremas para la piel, trae más daño que beneficios.
Para retrasar el lógico deterioro del tejido vaginal es preciso comprometerse con la salud sexual desde jóvenes, lo cual implica evitar las ITS, controlar enfermedades crónicas como la hipertensión o la diabetes, regular la masa corporal para que el suelo pélvico no se sobrecargue, entrenar el músculo pubocoxígeo (PC) y reflexionar sobre los tabúes paralizantes.