El gran sentido del mundo tiene lugar en el cerebro
Oscar Wilde
Desde hace algún tiempo varios laboratorios coquetean con esta molécula para recrear sus efectos a gran escala, tal vez atraídos por la sabrosura de su nombrecientífico, además de sus propiedades envidiables.
La kisspeptina fue descrita en 1996 por el doctor Danny Welch como una hormona clave en el desarrollo puberal, los fenómenos reproductivos y el control de la ansiedad. Al bautizarla como Kiss1 (beso 1), este biólogo norteamericano rendía honores a los bombones producidos en su localidad de Pensylvannia, los Hershey’skisses, pero el primer nombre formal del péptido fue metastina, por su capacidad para suprimir la metástasis en tumores de pecho y melanomas.
Casi a las puertas del nuevo siglo, el estudio de Welch erigió a esta hormona como protagonista de la vida sexual por su papel desencadenante en el desarrollo de la pubertad al estimular la secreción de gonadotropinas, sustancias responsables de la maduración de los genitales, la capacidad reproductiva y la aparición de los caracteres sexuales secundarios.
Más adelante se confirmó la expresión abundante de kisspeptina durante el embarazo y la ovulación en mujeres adultas, lo cual llevó a preguntarse qué rol desempeñaría en el caso de los hombres, tema sobre el que un equipo del King’sCollege de Londres publicó resultados a finales de 2017: la traviesa hormona es una celestina habilidosa y persistente a la hora de juntar parejas potenciales.
La amígdala es la región del cerebro que regula varios comportamientos naturales implicados en la supervivencia de la especie, como la reproducción, la lucha o la huida, y además influye en la respuesta a la ansiedad social.
En esa estructura abundan las neuronas receptoras de la kisspeptina, y coincidentemente es la misma zona que regula nuestra respuesta a las feromonas, otro ingrediente natural básico para el cortejo y la atracción sexual.
Al estimular esos receptores específicos en ratones machos en un entorno controlado, el equipo londinense liderado por el doctor Daniel Adekunbi comprobó que estos se interesaban más por las hembras, y a la par bajaron sus niveles de ansiedad ante las relaciones grupales.
De ahí concluyeron que la kisspeptina despierta el apetito sexual masculino y facilita la interacción, resultado que pretenden extrapolar a sujetos humanos, teniendo en cuenta que en los hombres la ansiedad y la disfunción eréctil van muchas veces de la mano, y como esta molécula influye en ambos fenómenos, pudiera ayudar a controlarlos si se logran activar las neuronas sensibles por vía artificial.
En cuanto a su efecto en las mujeres, hasta ahora se ha comprobado que estas producen kisspeptina cuando ovulan para atraer de manera inconsciente a parejas potenciales, hallazgo que pretenden aprovechar en el Imperial College de Londres para diseñar un tratamiento que disminuya la infertilidad por causas sicosexuales, pero aún no puede asegurarse que actúe como afrodisiaco utilizable en ellas.
Su experimento consistió en inyectar la hormona a varias decenas de estudiantes y luego mostrarles las imágenes de parejas en actitud romántica o explícitamente sexual para observar si aumentaba la actividad en sus amígdalas, lo cual ciertamente ocurrió.
De igual modo sometieron a esos sujetos a escenas emocionalmente negativas y comprobaron que el efecto estresante fue menor en ellos que en el grupo de control (sin dosis extra de kisspeptina), lo cual confirma el efecto protector de esa sustancia y abre atrayentes caminos para su uso terapéutico en el futuro cercano.
Por ahora solo puede darse fe del papel catalizador de esta hormona en la conducta reproductiva, pues la naturaleza la diseñó para compulsar la preferencia sexual y manejar la ansiedad hacia la cópula, pero a la hora de analizar sus efectos en seres humanos habrá que tener en cuenta otros factores sociales y sicológicos ineludibles.