El primer principio para fortalecer un vínculo es el compromiso de compartir todo en la vida, incluso nostalgias de ayer y sueños para el mañana. Sin embargo, esto a veces resulta un arma de doble filo
Al amor lo pintan ciego y con alas.
Ciego para no ver los obstáculos
y con alas para salvarlos.
Jacinto Benavente
«Creí que teníamos una relación sólida, pero todo acabó en un pestañazo. Ella es una mujer inteligente y yo le había dado suficientes pruebas de amor, así que un día decidí contarle una historia de mi adolescencia y ¡para qué fue aquello!
«La otra muchacha fue mi novia apenas un par de meses. Sus padres la llevaron a vivir a otro país y nunca más nos comunicamos. Fue todo una locura... Tal vez porque sabía que la perdería, me encapriché en marcar su espíritu y eso marcó el mío.
«Su fantasma se convirtió en mi paradigma de amor. Aunque no quiera, tiendo a comparar las otras relaciones con su recuerdo, pero no lo digo para no dañar los sentimientos de nadie. ¡Ni sé por qué se me ocurrió hablarlo con esta mujer! Tal vez porque es lo más parecido a aquel sueño que he encontrado hasta ahora. ¿Cómo iba a imaginarme que reaccionaría de un modo tan infantil?»
Según la Doctora María Elena Real, psicóloga y máster en Pedagogía de la Sexualidad, el primer principio para fortalecer un vínculo es el compromiso de compartir todo en la vida: éxitos, alegrías, problemas y soluciones.
En esa fusión pueden incluirse nostalgias del ayer y sueños para el mañana, pero esto a veces resulta un arma de doble filo: si la otra persona es insegura o se siente vulnerable puede caer en la tentación de anclar su sufrimiento actual en tu pasado y reprochártelo con amargura.
Cada día miles de parejas deciden romper luego de intentarlo todo para salvar la relación: conversar, pelear, ignorarse, ganar tiempo...
En su libro Inteligencia emocional y relación de pareja la Doctora Real explica cómo el malestar que sigue a esas rupturas casi siempre es mayor del que ambos esperaban, sobre todo cuando comparten familia, amistades o propiedades, y más aun si el nivel de intimidad era muy alto.
A veces las personas no son conscientes de la dependencia emocional que han creado, y cuando esta sale a la luz pueden venir las dudas y arrepentimientos, alerta ella.
Si el duelo no se elabora con madurez y realismo, se puede idealizar la relación perdida al punto de convertirla en el fantasma que no te permite emprender nuevos proyectos plenamente.
A veces se generan contactos esporádicos tempestuosos, con gran peso en lo carnal, que pueden derivar en lo que la Doctora Real llama la eterna ruptura: aquella que no acaba nunca por la terca resistencia de una de las partes y la ausencia de acciones definitorias de la otra. Ambas, pero sobre todo la primera, se aferran al limbo de los amores imposibles, incluso durante décadas, haciendo más dificil la llegada de un nuevo amor.
La decisión de revelar o no ese estado a las nuevas parejas depende de muchos factores, pero siempre es un riesgo: es muy difícil competir con una entelequia, y si hay razones para creer que esa persona va a retornar la convivencia se enrarece al extremo.
Si no lo cuentas, pero igual lo vives y revives en tu mundo interior, tu pareja sabrá que algo concreto se interpone en el camino hacia tu corazón, y aunque creas hacer bien negándolo, puede que ese mistero socave más la relación.
¿Decir o no decir? Ese era el dilema en la vida del joven cuya anécdota comienza este artículo. Al menos así lo creía él, pero una prueba de inteligencia emocional es dejar ir de verdad a esos fantasmas, no idealizarlos ni convertirlos en patrón de prueba para amores futuros.
El cantautor cubano Silvio Rodríguez escribió el siglo pasado esta canción, a la que nombró Tu fantasma.
Me decido a tararearte / todo lo que se te extraña, / desde el siglo en que partiste / hasta el largo día de hoy. / Me acompaño de guitarra, / porque yo no sé de cartas, / y además ya tú conoces / que ella va donde yo voy.
Lo único que me consuela / es que uso dos almohadas, / y que ya no me torturo / cuando te hago trasnochar. / Otro alivio es que en su árbol / los pajaritos del alba, / siguen ensayando el coro / con que te bienvenirán.
El teléfono persiste / en coleccionar absurdos, / embromarme sigue siendo / un deporte universal. / Y la puerta está comida / donde la ha golpeado el mundo / cuando menos una buena parte / de la humanidad.
El cine de enamorados / tuvo un par de buenas pistas, / nuestro cabaret privado / sigue activo por su bar. / Se nos sigue desangrando / la llave de la cocina, / y yo sigo sin canciones / habiendo necesidad. / Pueden ser casualidades / u otras rarezas que pasan, / pero donde quiera que ando / todo me conduce a tí. / Especialmente la casa / me resulta insoportable, / cuando desde sus rincones / te abalanzas sobre mí.
No exagero si te cuento / que le hablo a tu fantasma, / que le solicito agua / y hasta el buche de café. / En días graves le he pedido / masajes para mi espalda, / los peores ni te cuento / porque no vas a creer. // Hay días que en tu sacrificio / acaricio tu fantasma, / pero donde iba el delirio / no oigo tu respiración. / Siempre termino en lo mismo: / asesino tu fantasma, / y la diana me sorprende / recostado en el balcón.
Ya no sé si lo que digo / realmente nos hace falta, / hoy no es día inteligente / y no sé ir más allá. / Pero cuando puedas, vuelve, / porque acecha tu fantasma, / jugando a las escondidas / y yo estoy muy viejo ya.