Pocas veces las parejas coinciden totalmente en sus gustos y no por eso la vida en común resulta un infierno. Pero si la discrepancia alcanza las relaciones sexuales la situación se torna compleja y puede generar displacer
Los deseos se tienen, no se piden. Lo que se pide es el objeto del deseo.
Francisco Umbral
Luis ha escrito a Sexo sentido porque por las noches está tan agotado tras su quehacer diario que no siente deseos de hacer el amor; en cambio se despierta bien dispuesto antes del amanecer, loco por un «ejercicio» que lo estimule para empezar la jornada, pero entonces su novia Juliet está apurada, molesta o no tiene apetito sexual.
«Es que veo tan excitante el sexo nocturno… —dice ella—. Todo el día me lo paso ideando el plan perfecto: bañarnos antes de acostarnos, acariciarnos tiernamente bajo el agua y al salir continuar el juego amoroso en la cama… Eso es lo que yo ansío, pero Luis siempre está cansado y me deja con ganas hasta el amanecer».
Pocas veces las parejas coinciden totalmente en sus gustos en cuanto a cocina, pasatiempos o vestimenta y no por eso la vida en común resulta un infierno. Pero si la discrepancia alcanza las relaciones sexuales —en especial la frecuencia y el horario para dedicarse a estas— la situación se torna compleja y puede, como en este caso, generar displacer.
El deseo es el detonante natural de la respuesta sexual humana y es lógico que no aparezca al mismo tiempo en ambos integrantes de una pareja… Pero eso no quita que el interés de un lado despierte el entusiasmo del otro, siempre que no existan factores biológicos, psicológicos o culturales que frenen esa capacidad.
Puede que un miembro de la pareja considere agradable dormirse después de una sesión erótica intensa y al otro le apetezca más amanecer amando, pero si no llegan a un acuerdo sobre el tema no ocurrirá ni lo uno ni lo otro.
En ciertos casos la queja viene porque a ella o a él le basta con una vez a la semana —o menos—, lo cual desespera a su pareja, quien lo cataloga de falta de amor o consideración, si es que no surgen sospechas de otro tipo.
Estas diferencias de tiempo llevadas al extremo son un trastorno de la respuesta sexual asociado a la frecuencia, uno de los tres componentes del proceso de estimulación. No siempre tiene que ver con el interés o el amor mutuo (asociado al sujeto que provoca el estímulo) y sí un poco con el tercer elemento de la ecuación, que es el método, según explica el Doctor Fernando Bianco, presidente de la sociedad mundial de Sexología Clínica.
Muchas personas se preocupan acerca de la normalidad de su deseo comparada con otros, dice el sitio utilísima.com. Las personas tienen su propio ritmo, y deben ajustarse para satisfacer las necesidades mutuas.
Cuando se trata de parejas heterosexuales también pesan las diferencias de género: por lo general las mujeres queremos sentirnos deseadas, pero también percibimos la intimidad a través de besos, abrazos, de ser escuchadas… En cambio los hombres casi siempre prefieren la proximidad física que da el sexo coital. Para ellos el impulso arranca aquí y ahora. Para nosotras empieza con el saludo del café matutino y luego «se alimenta» a lo largo del día.
No hay conclusiones definitivas en cuanto a horarios «ideales» para hacer el amor. Una investigación encargada por la revista Mujer y salud, en Reino Unido, dice que la noche sabatina es el mejor momento (alrededor de las 11) porque tiene lugar un pico del nivel natural de cortisol, sustancia encargada de estimular las hormonas sexuales.
Sin embargo, en septiembre de 2011 se publicó otro estudio de la London School Economics que apuntaba las mañanas (especialmente la del jueves) como el mejor horario, porque aumenta hasta cinco veces la segregación de testosterona en los hombres y de estrógeno en las mujeres.
En cuanto a la frecuencia, una encuesta española arrojó que ocho de cada diez personas dice tener sexo al menos una vez a la semana (la tasa más alta en Europa). De esa muestra, el diez por ciento mantiene relaciones a diario, el 28 por ciento cada dos días y el 42 cada siete días.
También hay estudios criollos como el presentado por la doctora santiaguera Alina Gorguet en el congreso cubano de Terapia y Educación Sexual, en enero pasado. El 53 por ciento de las parejas vistas por ella en consulta en los últimos cinco años decían mantener relaciones en el horario nocturno; el 22 por ciento prefería la madrugada; un 20 por ciento se entendía a cualquier hora; otro tres por ciento en la tarde y el dos por ciento solo en la mañana.
Según insiste esta terapeuta no hay fórmulas perfectas. Es preciso adaptar oportunidades y gustos, y aprender a ser flexibles: si uno de los integrantes de la pareja tiene impulsos a deshora y el otro nunca lo complace eso influirá en cómo vivencian su satisfacción sexual. De hecho la mitad de las parejas atendidas en su consulta reconocían sentirse menos satisfechas y achacaban a la rutina o la rigidez de horarios ese malestar.
Según postulados de la Ley de Fisher, mientras más relaciones sexuales mantenga una pareja más pedirán sus cuerpos. Pero también funciona al revés: a menor número de topes eróticos el deseo se ajusta y puede desaparecer, contrario a lo que ocurre con otras necesidades humanas.
Por eso no es justo reclamar que la persona más activa se adecue siempre a los deseos de la menos necesitada: el reto está en provocar su libido cuanto sea posible usando la imaginación y los estímulos adecuados.
Cuando hay amor y compromiso, el cambio de rutina aumenta más las ganas que el cambio de pareja. Las sugerencias terapéuticas contemplan hacer ejercicios regularmente para promover el flujo de endorfinas en el organismo (excelente coadyuvante para recuperar el deseo sexual, dice el sitio Utilísima); cambiar roles durante la seducción (que no siempre empiece la misma persona) y dialogar para evitar decepciones.
También es preciso abrir el espectro de caricias (no todo es penetración), variando su intensidad o combinaciones de acuerdo a las potencialidades de ambos en cada momento, y una muy buena idea es planificar las sesiones eróticas, lo cual implica adecuar la demanda a la carga laboral y hogareña de ambos, y sobre todo colaborar en las tareas más agotadoras para acabar rápido y de mejor ánimo, detalle que agradecen por igual cuerpo y espíritu.