Instalados de forma masiva como parte de la estrategia de informatización de la sociedad cubana, los clientes ligeros o computadoras carentes de disco duro han sido una solución en muchos lugares, aunque no está exenta de polémica
Por fuera poco se diferencian de una máquina convencional, salvo que algunos carecen de lectores de CD-ROM o DVD-ROM e incluso de la conocida disquetera de 1,44, aunque ya pocos les echan de menos ante la supremacía de las memorias flash.
Por dentro, en cambio, son como máquinas a las cuales se les ha operado para extirparles órganos vitales, aunque no por ello dejan de funcionar, pues siguen trabajando gracias a su conexión a una arquitectura de red cliente-servidor.
Para algunos ha sido una solución milagrosa, que les ayudó a paliar la escasez de máquinas computadoras. Para otros, en cambio, ha significado un problema, pues sus prestaciones están por debajo de las necesidades reales.
Lo cierto es que de uno u otro lado nadie duda de que los clientes ligeros constituyen una alternativa muy importante para seguir el proceso de informatización de la sociedad cubana, desde que hace unos cinco años comenzara a pensarse en su extensión a nivel de país, estrategia que se diseñó teniendo en cuenta las experiencias internacionales en este campo, si bien no se ha aplicado con igual éxito en todos los lugares.
El dilema de decenas, cientos y hasta miles de computadoras que comienzan a fallar, principalmente cuando colapsan elementos vitales de estas como los discos duros o las torres de entrada y salida de datos, no es fácil de solucionar.
A muchas se les rompen piezas claves que, con el pasar del tiempo, han desaparecido del mercado, pues los cambios vertiginosos que se registran en las tecnologías implican que a la vuelta de unos pocos años ya no se encuentren disponibles.
Así sucede, por ejemplo, con los componentes de las series de máquinas comprendidas en las Pentium III y hasta las primeras Pentium IV, para muchas de las cuales ya no hay repuestos y por ende quedan invalidadas en muchas ocasiones.
A esto hay que agregarle que, paradójicamente, existen sitios donde se encuentran ubicadas computadoras ultramodernas, de grandes prestaciones, cuyas capacidades están totalmente subutilizadas, lo que implica un sobredimensionamiento del software que contienen, y por ende también del gasto en estas.
A ambas caras de la moneda apuntan los clientes ligeros como una forma de extender o introducir la informática en muchas entidades que no precisan de máquinas con grandes prestaciones, sino mayor cantidad de puestos de trabajo, y que además pueden aprovechar y reutilizar, si no a nivel de entidad, sí de país, algunas de las computadoras o sus componentes útiles que de otra forma caerían en desuso.
De esta forma los clientes ligeros, en la mayoría de los casos carentes de disco duro, e incluso de lectores de CD y DVD y hasta de disquetera, se enlazan mediante un sistema operativo configurando previamente una computadora como servidor, del cual toman las aplicaciones para operar a través de red.
La carencia de disco duro y por ende de almacenaje puede resolverse creando para ello espacios en el disco duro del servidor central o habilitando torres virtuales en la misma máquina.
A su vez, mientras mejor sea configurada la red de trabajo de estos clientes, más alta será su operatividad y por ende rapidez de funcionamiento, así como la estabilidad y confiabilidad del sistema como un todo, pues el servidor actuará como una especie de matriz adonde, de estar bien «armado» y poseer dos discos duros, uno operativo y otro de respaldo, siempre se podrá recurrir para recuperar lo que hemos guardado aun cuando falle alguno.
A estas ventajas se agrega mayor protección contra virus informáticos, la cual está centralizada desde el servidor, así como la posibilidad de crear entornos de trabajo colaborativos entre diversas personas enlazadas por los clientes ligeros y mediante el servidor común.
Súmele además un consumo más bajo de energía, la posibilidad de que se adapten mejor a ambientes con polvo, suciedad o poco ventilados, ya que a menor cantidad de piezas se recalientan menos; así como la posibilidad de una más rápida y fácil reparación.
Solo en 2008, según datos facilitados por Copextel, se previó la instalación de unas 140 000 estaciones de trabajo de ese tipo, respaldadas por unos 10 000 servidores, número que se ha ido incrementando durante 2009 y 2010.
Aunque es difícil cuantificar o al menos no tenemos el dato preciso de cuánto se ha economizado por este cambio tecnológico, es fácil prever que los montos deben ser altos, solamente por el ahorro que supuso dejar de adquirir máquinas con software total, y en la reutilización de muchos componentes.
En un país donde a la crisis económica mundial se suman los efectos todavía no superados del período especial, así como al torpedeo constante de las administraciones norteamericanas, especialmente en el campo de la adquisición de software y hardware destinados al desarrollo informático, los clientes ligeros se han convertido en una solución socorrida para seguir extendiendo la informática.
Su uso, por supuesto, no es nuevo. De hecho, desde el mismo surgimiento de las redes de computadoras fueron ampliamente aplicados, y hoy son de uso común en bibliotecas, escuelas, centros de salud, salas de navegación por Internet y otros lugares donde se precisan máquinas con pocas prestaciones, pero sí numerosos puntos de conexión.
Tampoco son la solución para todos los problemas, y diferenciar adecuadamente las necesidades y objetivos de cada entidad es un elemento imprescindible para evitar que los clientes ligeros, lejos de constituir un alivio, se conviertan en un dolor de cabeza.
Un elemento que se debe tener en cuenta, por ejemplo, es calcular adecuadamente las prestaciones de la máquina que vaya a actuar como servidor, pues si bien una computadora convencional puede hacer funcionar cinco clientes ligeros, aumentándole las prestaciones podría llegar a asimilar decenas e incluso cientos de estos.
Lo mismo sucede con las terminales, que precisan de determinada cantidad de memoria RAM; o con el cableado de las redes, tanto en su configuración como en el tipo de cable utilizado, para mejorar el transporte de los datos desde la terminal al servidor y viceversa.
Muchas redes son montadas con sistemas operativos que a veces no son los más óptimos, o se ponen a correr sobre estos aplicaciones «pesadas» que ralentizan la red y hacen que la gente vea en estos clientes ligeros cuando menos un obstáculo.
Redes configuradas sobre sistemas operativos basados en GNU-Linux, así como aplicaciones del mismo formato, pueden contribuir mucho a aligerar la carga que reciben los cables sobre los que se sustenta la red cliente-servidor, y por ende acelerar el trabajo.
Los clientes ligeros abaratan costos en hardware, electricidad, instalación, mantenimiento y otros tópicos, pero si no están adecuadamente configurados, resultan lentos y poco confiables… Así lo que ahorraron por un lado se pierde en tiempo o datos extraviados.
Nada hay más erróneo que diseñar soluciones totalitarias a problemas concretos de cada lugar, y ese precepto es importante tenerlo en cuenta para evitar que un cliente ligero se convierta en una solución liviana.