La red al día
La conclusión de otra remodelación al observatorio espacial Hubble, el mayor fuera de nuestro planeta, alargará su vida útil hasta 2014 y permitirá seguir escudriñando los misterios del Universo
La idea de que tenemos compañía en el espacio ha obsesionado al hombre desde tiempos inmemoriales, y se ha reflejado prácticamente en todas las culturas. Sin embargo, no fue hasta el descubrimiento de los primeros telescopios, cuyo padre reconocido fue Galileo Galilei, que se comenzó a escudriñar palmo a palmo el inmenso cielo estrellado.
Miles de personas cada noche, en múltiples puntos del planeta, observan el espacio exterior ya sea por afición o profesión, gracias a lo cual se han descubierto planetas y estrellas desconocidas, galaxias ubicadas a miles de años luz y cometas o asteroides gigantes que rondan la Tierra, amenazando con una visita tan inesperada como la que se cree sufrieron los dinosaurios, quienes no pudieron soportar los daños ocasionados por esos visitantes indeseados.
Sin embargo, silencioso en su abandono, sufriendo el choque de pequeños objetos que lo dañan constantemente, muchos de los cuales son fragmentos dejados por el hombre mientras navegaba en sus viajes por el espacio, a unos 600 kilómetros por encima del nivel del mar, orbita alrededor de nuestro planeta un gigantesco telescopio del tamaño de un edificio de cuatro pisos, responsable de los más espectaculares descubrimientos en el campo astronómico.
El Telescopio Espacial Hubble (HST por sus siglas en inglés) fue nombrado así en honor al astrónomo norteamericano Edwin Hubble y desde su lanzamiento al espacio el 24 de abril de 1990 ha proporcionado más de medio millón de fotografías y videos del espacio exterior, aunque para ello el costoso equipo haya precisado múltiples reparaciones e incluso la instalación de nuevos dispositivos.
Una de ellas acaba de concluir gracias a los astronautas del transbordador espacial Atlantis, quienes han alargado su vida útil hasta al menos el año 2014.
No obstante, ya el Hubble no estará solo allá afuera. Desde hace unos días se le unirá en la investigación el también telescopio Herschel, lanzado por la Agencia Espacial Europea junto al satélite Planck, que busca encontrar vestigios de los primeros rayos de luz emitidos tras el Big Bang, la gran explosión que supuestamente dio origen al Universo actual.
Caminata estelarPocas personas en el mundo pueden preciarse de haber caminado literalmente por el espacio. Y muchas menos de haberlo hecho tantas veces en tan pocos días como los astronautas norteamericanos John Grunsfeld y Andrew Feustel, quienes ayudados por el brazo robótico del transbordador Atlantis lograron reparar recientemente el telescopio Hubble.
En cinco caminatas espaciales, Grunsfeld y Feustel lograron reemplazar tres baterías que estaban agotadas y sustituyeron algunos de los sensores que permiten al telescopio apuntar con precisión a sus lejanos objetivos. También constataron y trataron de reparar los daños causados por los golpes que le han causado objetos espaciales que rondan la atmósfera.
Estos diminutos fragmentos de asteroides, e incluso de pedazos de naves espaciales desintegradas, se han convertido en uno de los mayores dolores de cabeza para las misiones de todo tipo al espacio, ya que causan innumerables colisiones, algunas fatales, a satélites y otros equipos que orbitan la Tierra.
Esta «sucia» situación incluso hizo temer por la vida de los astronautas encargados de la reparación, quienes a pesar del peligro lograron concluir la misión con éxito.
Ya liberado de la bodega de carga del transbordador Atlantis, exactamente a las 14:57 horas del miércoles, cuando ambos volaban sobre África a una altura de 650 kilómetros, tras la operación de dos horas, los siete tripulantes de la nave han iniciado las maniobras definitivas de alejamiento, para aterrizar este jueves en Cabo Cañaveral (Florida, Estados Unidos) a las 17:41 horas.
La Agencia Espacial de Estados Unidos (NASA) planea publicar las primeras imágenes del renovado telescopio en septiembre próximo, luego de realizar rigurosas pruebas a sus cámaras, espectrógrafos y otros sistemas.
A pesar de que ha estado a punto de desaparecer en varias ocasiones por falta de presupuesto para su mantenimiento, los increíbles descubrimientos que ha propiciado el enorme telescopio extraterrestre han determinado que se consigan los fondos necesarios para mantenerlo operando.
Una tecnología de este tipo más allá de la atmósfera es muchísimo más efectiva que cualquier observatorio terrestre, pues permite mirar hacia el espacio sin la interferencia que provocan la contaminación lumínica y la turbulencia atmosférica, incluso en determinadas longitudes de onda, especialmente la infrarroja, cuya radiación es absorbida en gran parte por la atmósfera.
El Hubble es un telescopio reflector de dos espejos, que para la exploración incorpora varios espectrómetros y tres cámaras: una de campo estrecho para fotografiar zonas pequeñas del espacio; otra de campo ancho, para obtener imágenes de planetas, y una tercera infrarroja.
Además cuenta con dos paneles solares que alimentan las cámaras, los cuatro motores empleados para orientar y estabilizar el telescopio y los equipos de refrigeración de la cámara infrarroja y del espectrómetro, que trabajan a la baja temperatura de -180 °C.
Así se pueden observar aproximadamente un millón de objetos en el espacio, cifra muy superior a lo que capta el ojo humano, que tan solo puede ver unas 6 000 estrellas a simple vista.
El Hubble tiene un índice con la posición detallada de 15 millones de estrellas (catálogo H.G.S.C. o Hubble Guide Star Catalogue) que junto a sus sofisticadas tecnologías le permite apuntar con gran precisión a cualquier objetivo, a pesar de estar orbitando a 28 000 kilómetros por hora.
Unas 500 000 fotografías y videos, que ocupan 1 420 discos ópticos de 6,66 GB (8,34 terabytes) han sido recopiladas hasta el momento, y se espera que la cifra se eleve a 15 terabytes de información cuando concluya su vida útil, lo cual podría demorar años en ser analizado completamente.
HermanosSi grandilocuentes han sido los descubrimientos propiciados por el pionero telescopio espacial, los científicos de todo el mundo esperan que los que arroje el Herschel, de la Agencia Espacial Europea, resulten igualmente asombrosos, al revelar el universo infrarrojo en todo su esplendor.
Gracias a sus detectores sensibles a la luz infrarroja, el dispositivo podrá mostrar lo que hay en regiones cubiertas de polvo, donde los telescopios que observan el cielo en luz visible no pueden penetrar, lo que permitirá entender mucho mejor las reacciones químicas que se producen en el espacio.
Junto al satélite Planck, ambos han tenido un costo de 1 800 millones de euros (2 456 millones de dólares) y una vez en su destino girarán alrededor del Sol a la misma velocidad que la Tierra, en un punto situado más allá de la órbita de la Luna, donde hallarán un entorno térmicamente estable lejos de las perturbaciones del calor o la sombra de la Tierra.
Herschel, de 7,5 metros de altura, cuatro metros de ancho, y un peso de 1,9 toneladas, observará estrellas que hasta ahora estaban fuera del alcance por estar demasiado lejanas. Mientras que el satélite Planck, de 3,4 toneladas, tiene por objetivo estudiar variaciones del orden de una millonésima de grado en la irradiación fósil del universo, una luz emitida 380 000 años después de su nacimiento.
Ambos representan una escala superior en las investigaciones del Hubble, aunque un acuerdo de colaboración entre ambos proyectos garantiza que la información obtenida sea compartida en beneficio de la Humanidad, lo cual ayuda a entender los altos costos de estas misiones, que tardan años en concebirse y ejecutarse.
Vecinos escondidosEn el caso del Hubble, por ejemplo, se han invertido miles de millones de dólares para mantenerlo con vida desde su puesta en órbita en 1990, con un costo inicial de 2 000 millones. El envío de sus primeras imágenes evidenció un fallo en el pulido del espejo primario del telescopio, por lo cual se mandó una primera misión para instalar un corrector óptico del defecto.
A su vez, por el rozamiento con la atmósfera, ha ido perdiendo velocidad y por ende corre el riesgo de ser atraído por la Tierra y precipitarse al suelo, por lo cual en cada visita es necesario «empujarlo» un poco para que retome su órbita.
Cinco misiones de mantenimiento se han efectuado para mantener activo al Hubble, contando esta última, que todo indica será la definitiva, aunque su muerte tiene fecha incierta, pues depende de la vida útil de los giróscopos, baterías y el frenado atmosférico, calculados para durar hasta 2015.
Por si acaso, la NASA planea lanzar al espacio un nuevo artefacto, el James Webb, en el año 2012, aunque aclaró que este no será un sustituto, sino un complemento del telescopio actual, pues observará el espacio en un rango distinto del espectro electromagnético.
De lo que no hay duda alguna es que a su muerte el Hubble tendrá que ser «enterrado» con todos los honores, pues sus descubrimientos han logrado, por ejemplo, que los teóricos se replanteen algunas de sus ideas tocante a la edad del Universo; lograr cierta certeza de la Teoría del Big Bang; obtener claros indicios en apoyo de la existencia de agujeros negros, o descubrir cometas como el Shoemaker-Levy 9 cuando este se dirigía en una trayectoria autodestructiva a Júpiter, donde se desintegró en julio de 1994.
Estos hallazgos, puestos a disposición de los interesados en la web oficial del Hubble (http://hubble.nasa.gov), una de las páginas virtuales más visitadas del mundo, han posibilitado que astrónomos de más de 45 países hayan publicado millones de artículos científicos.
Queda por ver si antes de que falle de nuevo, lo que determinará su desintegración controlada, el Hubble podrá responder a una de las mayores interrogantes de la Humanidad: ¿Tenemos vecinos allá afuera?
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